03- Encuentro

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—¿Dónde esto...? ¡Au! —gimió Isaac al sentir un fuerte dolor en el hombro derecho mientras intentaba incorporarse. Subió la mano hasta tocárselo y enseguida recordó todo lo que había pasado. Le sorprendió ver que llevaba un vendaje, eso quería decir que no estaba solo. Antes de hacer un movimiento más, se escuchó el ruido de la puerta. Miró hacia allí y esperó a ver quién entraba. Estaba oscuro, solo era capaz de distinguir una figura de alguien que llevaba algo en sus manos, alguien muy alto—. ¿Quién eres? —preguntó con desconfianza, e intentó en vano levantarse, pues le dolían demasiado las heridas.

—No te esfuerces, aún no estás recuperado —dijo una voz masculina con tono grave pero dulce y serio al mismo tiempo.

Aquella sombra se fue acercando haciendo rechinar las viejas tablas de madera del suelo. Isaac clavó los ojos en él y, con cada paso que daba, le era más fácil verle la cara, aunque estaba demasiado oscuro para distinguirla perfectamente. Entonces, el hombre le dirigió una mirada e Isaac se sobresaltó al ver un destello de color rojo intenso en sus ojos. Sin duda alguna, los ojos de un vampiro.

—Vaya, parece que ya te has percatado —dijo el vampiro al ver la cara del muchacho—. No te preocupes. Te salvé la vida, y no fue para tenerte de cena, de lo contrario, ya estarías muerto. —Dejó la bandeja que llevaba en las manos encima de la mesita y se fijó en que los verdes ojos del muchacho aún mostraban desconfianza—. Te he traído algo de comida. Llevas muchas horas durmiendo y seguramente tienes hambre. Vendré a verte más tarde —dijo mientras se daba la vuelta, y empezó a caminar hacia la puerta.

—¡Espera! —gritó Isaac—. ¿Por qué me salvaste? Los mataste, ¿verdad? Eran de los tuyos. Vosotros no peleáis con los de vuestra misma sangre. ¿Por qué lo hiciste?

—¿Por qué? —Se detuvo para mirar al muchacho con una sonrisa poco agradable—. No sé por qué debería decírtelo. Te salvé la vida y eso es todo. Podrás irte cuando quieras, no es mi intención retenerte aquí. —Volvió a girarse mientras decía sus últimas palabras y salió por la puerta dejando al muchacho de nuevo solo en la oscura habitación.

—Pero... ¿qué demonios está pasando? —Es lo único que dijo para desahogarse, pues su estómago empezó a pedirle comida. Isaac miró hacia la bandeja. No era gran cosa, solo unas tostadas y un vaso de zumo, pero era suficiente para calmar el hambre.

Empezó a comer rápidamente y, cuando terminó, se puso en pie con gran esfuerzo para llegar a la ventana. Corrió las cortinas dejando entrar los rayos cegadores del sol que hacían que su cabello rubio brillara intensamente—. Vaya, y parecía que era de noche. Claro que... es normal en casa de un vampiro —dijo riendo entre dientes, y echó un vistazo fuera—. Dios mío, ¿qué clase de casa es esta? —añadió al ver que estaba todo en ruinas, y se sorprendió de que aún se mantuviera en pie—. Todo esto está desértico, debo de estar lejos de la ciudad. ¿Por qué viviría un vampiro tan alejado? Ahh..., debo volver a casa cuanto antes, tengo que saber qué les ha pasado a los demás. —Volvió a correr las cortinas y caminó de vuelta hacia la cama para sentarse—. Casi no puedo moverme. Malditos vampiros, tienen una fuerza descomunal. —Gimió recordando el puñetazo que le asistió el vampiro de la noche anterior y se estiró en la cama pensando en si de verdad podría confiar en aquel que le había salvado la vida—. Ni siquiera le he preguntado el nombre —susurró antes de volver a caer en un profundo sueño.

Mientras, Ádrian escuchaba el tictac del reloj sentado a oscuras en una vieja mecedora del salón. Sus parpados intentaban cerrarse, pero el vampiro no podía dormirse teniendo a tal invitado. Aunque fuera solo un humano, estaba convencido de que con su ayuda podría conseguir acercarse a aquel que arruinó su vida. Sentía que su venganza estaba cerca, y todo gracias a la nueva revuelta que habían empezado los humanos.

Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora