12- Sueño

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Llegó una hora después del amanecer. Imaginó que Ádrian ya debía descansar en su pequeño rincón, escondido de la luz del sol y soñando. Abrió la puerta de la vieja casa únicamente lo necesario como para colarse por esta. Con sigilo, se acercó a las escaleras y alargó el cuello para mirar hacia el lugar donde había visto al vampiro dormir. No había nadie allí, e Isaac mostró un gesto de preocupación.

Escudriñó cada rincón de la planta baja y luego subió por las escaleras para buscar en una de las dos habitaciones que aún conservaba en tejado intacto, protegiéndola del sol. Tampoco lo encontró allí.

La desesperación le encogía el estómago desde hacía horas, y le sobrevino un fuerte deseo de gritar. Aunque no estaba seguro de que Ádrian estuviera en la casa, decidió contenerse. El vampiro ya lo había avisado de que no debía despertarlo de su sueño.

Optó por tumbarse en la cama y esperar. Todavía estaba algo cansado y sentía que la fiebre volvía a quemarle el pecho. Pensó en que llevaba largo tiempo sin caer enfermo y que era la primera vez que tardaba tanto en recuperarse. No le habría dado mayor importancia si aquella misma noche no se hubiera enterado de que sangre maldita corría por sus venas, sangre que debería haberlo curado hacía días. En vez de eso, el cuerpo le ardía cada vez más y, hacia el mediodía, empezó a sentir pequeños espasmos que iban en aumento.

Giró la cabeza y estuvo largo rato observando unas diminutas motas de polvo que danzaban a la luz de los finos rayos de sol que se filtraban entre las cortinas. Otro espasmo más fuerte que los anteriores le hizo cerrar los ojos y soltar un leve gemido. El corazón le latía más rápido y se le hacía cada vez más difícil respirar y, entonces, se desmayó y tuvo un sueño.


Se encontraba en el puerto de Graelis y el sol brillaba bien alto en el cielo azul. Nervioso y con una pequeña maleta a sus pies, esperaba un barco. No dejaba de mirar atrás, como si esperara a alguien que sabía que no vendría, y la tristeza lo consumía por dentro.

Mientras esperaba, observaba las turbias aguas tras el muelle. Entonces, varios hombres lo acorralaron y unos empezaron a insultarlo mientras otros lo empujaban. La gente de alrededor se alejó a toda prisa. Uno de ellos lo tiró al suelo y otro le dio una patada en la cabeza, haciéndole una brecha. Entre tres, le quitaron los zapatos y la ropa y, uno tras otro, lo violaron. El último lo degolló una vez hubo terminado.


—¡Isaac! —El vampiro le dio una bofetada que lo hizo despertar. Jadeaba mientras las lágrimas cubrían su rostro, y tardó en reconocer a Ádrian—. Solo ha sido una pesadilla. —Le apartó el pelo de la cara y le acarició el rostro sudoroso. El joven se lanzó a sus brazos, temblando. Gritó su nombre entre sollozos varias veces y el vampiro lo sostuvo entre sus brazos, dándole palmaditas en la espalda intentando sosegarlo.

Cuando por fin se calmó, Ádrian le secó las mejillas con un pañuelo de tela blanca que se sacó del bolsillo del pantalón y, tras echarle el flequillo hacia atrás con una caricia, lo besó suavemente en la frente.

—¿Te encuentras mejor? —Lo miró fijamente a los ojos y observó que tenía la vista perdida en algún lugar lejos de aquella habitación. Así que chasqueó los dedos frente a su rostro haciendo que volviera en sí y lo mirara sorprendido.

—Ádrian —murmuró, y se le volvieron a llenar los ojos de agua. Contuvo la respiración un momento mientras agachaba la cabeza y se limpiaba las lágrimas para que el vampiro no lo viera así—. Yo... lo siento, no me encuentro bien.

—Imagino que tuviste un sueño horrible. —Posó su mano sobre la cabeza del chico, atrayéndola hasta su pecho—. Si quieres, puedo volver luego.

Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora