24- Decisiones

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A la mañana siguiente los dos médicos del pueblo seguían trabajando sin descanso para atender a los heridos. Las mujeres los ayudaban mientras que los hombres que quedaban en pie descansaban para la noche siguiente. Isaac había quedado en reunirse con ellos a mediodía para hablar sobre una última estrategia que lo decidiría todo. Era cierto que Julien había solicitado que fueran Ádrian y él solos, pero sabían que no saldrían de allí con vida. Así que, si el pueblo estaba de acuerdo, no se lo pondrían tan fácil al señor de los vampiros.

Isaac y Ádrian descansaban el uno al lado del otro. Apenas habían dormido, pero tampoco lo necesitaban. Ese podría ser su último día de vida y ambos tenían la necesidad de pasarlo juntos, disfrutando hasta el último segundo. Habían hablado durante horas, habían hecho el amor y se habían abrazado en silencio largo rato, hasta que llegó la hora de hablar sobre lo inminente.

—¿Qué vamos a hacer esta noche? —preguntó Isaac, mirando al techo, mientras jugueteaba con los dedos de Ádrian sobre su pecho.

—¿Estás seguro de querer llevar a tu pueblo a las puertas del enemigo? Podría significar la muerte de todos ellos... Lo más seguro que así sea.

—Si vamos solos, moriremos, y ellos seguirán siendo esclavos de por vida. Si van y luchan, tendremos alguna posibilidad de que eso cambie. Si mueren, no tendrán que vivir como esclavos.

—Pero perderán la vida.

—Le das demasiada importancia a la vida, Ádrian.

—Y tú le das demasiado poca a la tuya. Muerto no le sirves a nadie. Así que deja de intentar ser un kamikaze y planea mejor tus ataques. —El vampiro levantó la mano y le dio un golpecito en la frente—. Sé de sobras que en cada lucha uno se tiene que jugar la vida si quiere ganar. Pero también ha de estar dispuesto a vencer y presentarse con el mejor plan de ataque en el que pueda pensar. Ir a la guerra solamente con un buen propósito es casi un suicidio.

—Entiendo... Pero tú mismo lo has dicho. —Isaac suspiró y rodó hasta quedar de costado, con la cabeza sobre el pecho de Ádrian—. Lo más seguro es que nos maten a todos.

—Siempre tendremos una oportunidad.

—¿Nunca perdiste la esperanza? —Levantó la mirada y se encontró con los ojos rubí del vampiro.

—En todos los años que estuve bajo tierra, jamás me olvidé de mi venganza. Algo me hizo levantar, no sé el qué, pero supe que era el momento. Poco después, te encontré.

—¿Crees en el destino, Ádrian? —preguntó, volviendo a bajar la vista y apretándose contra el cuerpo de su acompañante.

—Creo que juega un papel importante, pero casi siempre somos nosotros los que elegimos. Se nos da un rol en la vida y tenemos que jugar lo mejor posible.

—Es difícil tomar decisiones cuando de ellas depende la vida de tanta gente.

—¿Has cambiado de opinión?

—No. El pueblo quiere luchar. Desea su libertad. Nosotros solos no podemos dársela. Es lo correcto.

—Entonces, que así sea.


Isaac fue el primero en salir de la habitación. Anne preparaba un guiso en la cocina, y Tom y Roger murmuraban algo sentados a la mesa. En cuanto escucharon la puerta, miraron a Isaac con cara de preocupación.

—¿Habéis decidido qué hacer? —dijo Roger, sin cambiar la expresión de su rostro.

—¿Estáis dispuestos a luchar? —respondió Isaac con otra pregunta.

—Que no te quepa duda, hijo.

—Entonces, preparemos el ataque.

Isaac corrió todas las cortinas hasta que el salón quedó alumbrado tan solo por luz artificial, y Ádrian salió de la habitación. El vampiro se sentó junto a Roger, e Isaac se le unió en la mesa, dirigiéndole una mirada de complicidad. Tom les acercó un papel que mostraba varias estratagemas de ataque en las que Roger y él habían estado trabajando toda la noche. No habían perdido el tiempo.

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Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora