09- Muerte

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—Me dirigí al castillo de mi padre y, cuando llegué, todos los vampiros me miraron acusadores, pero yo no retrocedí, no mostré ninguna expresión de temor, sino de convicción. Reté con la vista a cualquiera que se me ponía delante. Así llegué hasta mi padre, que me aguardaba pacientemente.

»—¿Qué es lo que has hecho, mi querido hijo? —Abrió las manos invitándome a ser abrazado por él, pero lo ignoré.

»—¿Por qué los mandaste? —respondí fríamente.

»—¿Qué quieres decir con eso? ¿Acaso un padre no puede preocuparse por su hijo? —Bajó los escalones que lo separaban de mí y llevó sus manos a mi rostro—. No te has portado bien conmigo. Sabes que eres mi más preciado hijo, y siempre te he dejado hacer lo que has querido, ¿no es así? Siempre te he dado libertad.

»—Yo jamás quise permanecer a tu lado —di dos pasos atrás para hacerle saber que no consentiría que volviera a tocarme—, pero no tuve más remedio que hacerlo porque nunca me hubieras dejado ir. Y ahora que por fin consigo librarme de ti, ¿mandas a tus otros hijos a buscarme? ¿De qué libertad me estás hablando, Julien? —rugí, y mostré mis colmillos deseando acabar con él allí mismo.

»—Hijo mío —dijo con infinita paciencia—, gracias a mí eres lo que eres.

»—¡Un monstruo! ¿Crees que te lo agradezco?

»—Te has enamorado, ¿verdad?

»—Déjanos en paz, Julien —bramé—. Si te acercas a nosotros, te mataré, lo juro. —Se oyeron expresiones de sorpresa por todo el lugar. Era la primera vez que alguien amenazaba al mismísimo Señor de los Vampiros, tal como lo llamaban. Yo estaba convencido de mis palabras, deseaba acabar con él en ese mismo instante y, si él se hubiera vuelto contra mí, lo hubiera hecho o, como mínimo, lo habría intentado.

»—Te ciega el amor, hijo mío. Es solo un humano, no llegaréis muy lejos; quizás solo ansíe tu sangre. Pero no temas, si es lo que deseas, permanece junto a él, pero no olvides las reglas.

»—No las he olvidado.

»—Entonces, deberías apresurarte a convertirlo, ¿no crees? Todos sabemos que cuando un vampiro se enamora de un humano, debe convertirlo o alejarse de él. ¿Qué es lo que tú deseas, hijo? Por supuesto, si deseas lo primero, tienes mi permiso para hacerlo tú mismo.

»—¿Por qué tiene que ser así?

»—Te olvidas de quien manda, Ádrian. Estas son mis reglas y no pienso dejar que ningún vampiro las desobedezca, ni siquiera tú.

»—Y si me alejo de él, ¿me das tu palabra de que ningún vampiro le pondrá una mano encima?"

»—Ádrian, Ádrian, Ádrian. —Rio mientras se acercaba a mí una vez más—. Es un humano, y ya sabes el papel que desarrollan los humanos.

»—Te odio. Juro que esto va a cambiar, aunque para ello tenga que acabar contigo. —Lo amenacé con todos sus hijos como testigos.

»—Te doy dos noches, Ádrian. A la tercera, pondremos fin a este asunto. Ahora vete y piensa qué hacer.

—Y ¿te fuiste?

—Sí. Fui directo a dónde había dejado a August. Seguía a salvo, esperando mi regreso. Le conté la conversación con mi padre, le dije las opciones que había.

—Y eligió ser convertido.

—Así es, pero yo no estaba preparado. Necesitaba meditar sobre aquello, si en realidad sería lo mejor. Me encontraba entre la espada y la pared. No quería convertirlo en lo que yo era, aunque le hubiera prometido hacerlo, pero tampoco quería separarme de él. ¿Quién sabe cuánto hubiera durado vivo? Así que le pedí que esperara, que me dejara pensarlo durante esa noche. Al final, decidí no convertirlo, lo alejaría de la ciudad, incluso del país o del continente si era necesario y yo me quedaría con mi padre. Él estuvo en contra, por supuesto, así que tuve que prometerle que solo sería durante un tiempo, que me uniría a él en cuanto consiguiera deshacerme de mi padre, solo entonces accedió.

Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora