Estuvimos dando vueltas alrededor
de los árboles, escuchando sólo el
murmullo de los pájaros y
nuestras ruidosas pisadas sobre
las ramas y hojas que alfombraban
el suelo de forma salvajemente
uniforme. No sé con exactitud
cuanto tiempo caminamos, pero,
en lo que me pareció horas, los
pies comenzaron a dolerme.
Fatigada, me apoyé contra el
tronco de un frondoso árbol.
Edward, que venía detrás de mí, se
detuvo.
-Estoy agotada -comenté,
echando la cabeza hacia atrás.
-Ven -pidió Edward.
Lo vi hacer un gesto y ponerse de
espaldas a mí.
-Pero...
-No volveré a correr, tranquila
-me aseguró, con una suave
sonrisa de lado.
Con total delicadeza me cargó a su
espalda y yo volví a ubicar mis
brazos alrededor de su cuello. Esta
vez, comenzó a andar con
tranquilidad, apartando ramas y
corriendo hojas para que no me
golpearan. Pronto llegamos a una
zona repleta de troncos
entrelazados que hacían una
especie de pasadizo. Edward se
inclinó con cuidado hacia delante.
-Agacha la cabeza -me pidió.
Con cuidado, hice lo que me había
pedido y oculté mi rostro en el
hueco entre su cuello y su hombro.
Aspiré aquél perfume tan
particular que desprendía su
cuerpo y, casi de forma
inconciente, rocé la piel de su
cuello con mi nariz. Edward me
miró por sobre su hombro y yo,
completamente avergonzada, volví
a ocultar mi rostro en su espalda.
Sentí, mientras seguíamos
andando, como su cuerpo se
agitaba de forma suave por la
queda risa entre dientes.
Transcurrimos unos cuantos
metros más, hasta que sentí como
Edward me depositaba suavemente
en el suelo. Con cuidado, quité mis
brazos de su cuello; entonces, él
se giró para mirarme.
-¿Estamos mejor que antes? -
pregunté, con una mueca.
Él negó suavemente con la cabeza.
-Veo más luz, lo que quiere decir
que estamos más cerca de la salida
-me comentó-; pero no tengo
idea de donde estamos.
Suspiré.
-¿Debemos seguir caminando? -
pregunté, con la misma mueca de
disgusto.
Sonrió suavemente.
-Puedes seguir en mi espalda, si
quieres -replicó. Quise hablar,
pero no me dejo-. Aún no estoy
cansado, tranquila.
Otra vez, no sin cierta
incomodidad, volví a montarme en
su espalda, mientras él retomaba
la marcha por el paisaje
completamente verde. Seguimos
andando en silencio por unos
cuantos minutos, hasta que
escuché su suave voz entre el
murmullo de las hojas a nuestros
pies.
-¿Bella? -preguntó
suavemente.
-¿Si?
-¿Tú... has vuelto a hablar con
Jacob? -preguntó.
Me quedé sorprendida con su
pregunta y tardé varios segundos
en elaborar mi respuesta.
-Lo he visto el otro día por
casualidad, en la playa, pero no
hablamos demasiado... ¿Por qué?
-inquirí, luego de hablar a toda
velocidad.
Se encogió suavemente de
hombros.
-Curiosidad -respondió,
sonando desinteresado, mientras
apartaba una frondosa rama.
-¿Curiosidad? -pregunté yo,
escéptica-. ¿Qué es lo que pasa
con Jake?
Sentí que su espalda se tensaba.
-Lo que pasa con Jacob -
replicó, evidentemente algo
molesto con el sobrenombre- es
que simplemente nosotros dos no...
congeniamos.
Me acerqué un poco más a él por
sobre su hombro y lo miré alzando
una ceja, cuando el giró su rostro.
-De verdad, Bella, nunca nos
llevamos bien -confesó Edward
-. Claro que...
-Que... ¿Qué? -pregunté
ansiosamente.
-Ambos nos peleamos por cosas
nuestras y... bueno... él no es un
buen chico para ti -habló, y creo
que no miento al decir que sentí
que su voz era vacilante.
Hice fuerza para que nos
detuviéramos y me bajé de sus
hombros. Edward se volvió para
mirarme y yo lo tomé de los
hombros. Sus ojos se mostraban
confundidos, a diferencia de los
míos, que seguramente
demostraban seguridad; porque, al
notarlo vacilar, por primera vez
sentía que realmente podía contra
él.
-¿Él no es un buen chico para
mí? -pregunté, de forma
extrañamente suave-. ¿Con que
derecho dices eso? -le dije,
aunque sin enfado en mi voz
-Lo conozco mejor que tú, Bella
-dijo aterciopeladamente,
cerrando los ojos y dando un gran
suspiro.
-¿No lo dices por... celos? ¿No
estás celoso de él? -pregunté yo,
cerrando los ojos también e
inclinándome hacia delante
suavemente.
Su frente chocó con la mía y me
estremecí cuando sentí su aliento
cerca de mi rostro. ¡Cómo
necesitaba que me respondiera
aquello!
-Completamente -confesó y yo
abrí los ojos con sorpresa.
Sus obres verdes me miraban desde
cerca. Sin duda, aquél era el verde
más hermoso de todo el bosque.
-¿Qué? -pregunté atónita.
-Que estoy completamente celoso
de él -repitió, como si estuviera
comentando el hermoso clima que
se presentaba-, pero eso no
viene al caso ahora -agregó-.
Si te digo que te alejes de él, es
por tu bien, no por el mío.
Pasó de forma suave su mano por
mi cabeza, acariciando mis
cabellos.
Yo, por mi parte, me incliné hacia
delante y probé rozar mis labios
con los de él. Cuando vi que no se
apartaba, presioné un poco mi
boca contra la suya. Nuestros
labios comenzaron a adaptarse y
sentí la necesidad de llevar mis
manos a su cabello de bronce.
Sentí que respondía a mi contacto
abrazando mi cintura y me
sorprendí cuando el árbol que se
encontraba detrás de nosotros
chocó contra mi espalda de forma
suave. Antes de que me diera
cuenta, Edward separó sus labios
de los míos y, luego de dejar un
suave beso en mi mandíbula, se
separó de mí.
-Eres demasiado buena para él
-me aseguró, acariciando mi
rostro-. Eres demasiado buena
para cualquiera.
-No para ti -rematé.
Después de todo, ya estaba
demasiado frustrada de que
siempre me alejara. ¿No besaba lo
suficientemente bien o qué?
Lo vi sonreír tenuemente.
-Eres mucho más de lo que podría
pedir, Bella -me aseguró,
haciendo que mi corazón latiera
como loco-. Nunca dudes de ello.
Seguimos caminando en silencio y
aún podía sentir los desbocados
latidos de mi corazón dentro de mi
pecho. La calidez de los labios de
Edward y el significado de sus
palabras aún quemaban dentro de
mí.
Después de otro largo camino, mi
acompañante comentó que
recordaba algo del paisaje. Estaba
seguro que por allí había
comenzado su carrera.
Amenamente, comenzamos a
juntar ramas del piso y a
cargarlas, mientras seguíamos en
la misma dirección. Sentí una gran
tranquilidad cuando vimos que los
árboles se abrían, dándonos
acceso al enorme claro. Dejando
escapar un suspiro, seguí
caminando detrás de Edward, con
las ramas entre mis manos, hasta
que divisamos al grupo de cuatro
jóvenes acomodados sobre la
hierba. Alice corrió hasta nosotros
y, cuando se detuvo, puso las
manos en sus caderas mientras
nos miraba reprobatoriamente.
-¿Qué demonios estaban
haciendo ahí? ¡Me tenían
preocupada! -se quejó, con voz
más chillona de lo normal-. ¡Si
querían estar solos, por lo menos
podrían haber avisado!
Sentí mis mejillas tibias, mientras
fulminaba a la menor de los Cullen
con la mirada.
-Nos perdimos, Alice -respondió
Edward, con un suspiro cansado.
La pequeña lo miró con confusión.
-¿Se perdieron? ¿Cómo que se
perdieron? ¡Sólo tenían que
buscar un par de ramas! -
comentó rápidamente.
Edward le contó brevemente lo que
había sucedido en el bosque,
obviando aquellos detalles
innecesarios que podían ponernos
en vergüenza o incitar a Alice a
hacer de doctora corazón.
Finalmente, luego de zafarnos de
las garras de la pequeña diablilla,
comenzamos a preparar un fuego
no demasiado grande con las
ramas que habíamos conseguido.
Saludamos a Jasper y a Rose y
comenzamos a charlar con ellos,
mientras Emmett y Alice trataban
de preparar la comida que habían
llevado.
-¿Es seguro dejar a Emmett con
la cocina? -comentó Jasper con
desconfianza, viendo como el
mayor de los Cullen cargaba unas
bolsas cerca del fuego.
Rosalie se encogió de hombros a la
par de Edward.
-No creo que sea tan peligroso
-comentó la rubia del grupo, con
tranquilidad-. A lo sumo,
terminará con alguna quemadura.
Su hermano rió entre dientes,
mientras Edward sonreía
tenuemente de lado.
Extrañamente, luego de posar mis
ojos en este último, me encontré
sonriendo yo también.
Estuvimos allí sentados, comiendo
y hablando. Emmett cocinó sin
ningún percance de por medio y
pudimos disfrutar de un ameno
tentempié. Varias veces, me vi
ante el estudio de la persistente y
aguda mirada de la pequeña Alice,
que parecía sorprendida cada vez
que Edward enseñaba una sonrisa
suave en su rostro. Después de
todo, yo misma estaba bastante
sorprendida de que siguiera
sonriendo, tenuemente pero con
mucha frecuencia.
Luego de la comida, Jasper y
Emmett comenzaron a jugar con
bate y pelota y empezaron a
molestar a Edward para que se les
uniera. Al quedar impares, el más
grande del grupo comenzó a
fastidiar a su novia que, con
indignación, se levantó
murmurando algo acerca de patear
traseros.
Alice y yo reímos y luego la vi
ponerse de pie, mientras me
extendía la mano.
-Vamos a meter los pies en el río
-comentó con entusiasmo.
Tomando su mano, me puse de pie y
la seguí.
Nos sentamos en la orilla del río y
ambas nos quitamos las zapatillas
y las medias, para luego meter los
pies dentro del agua fría. Una
placentera sensación vino a mí y
me apoyé de costado contra una
piedra, mientras Alice sonreía. Nos
quedamos un segundo así hasta
que, inesperadamente, la pequeña
me miró con ojitos llenos de
ilusión.
-Eres maravillosa, Bella -
comentó soñadoramente.
La miré confundida.
Sin embargo, no pude preguntar
nada porque todo pasó demasiado
rápido. Sentí un fuerte impacto en
mi espalda y lo último que supe
luego es que estaba dentro del
río, maldiciendo entre dientes.
Luego escuché un grito y una
risotada. Saqué la cabeza del
agua, sintiendo mi pesado cabello
mojado cayendo a ambos lados de
mi rostro. Entonces, divisé a
Emmett mirándome con una mal
disimulada sonrisa y a Alice aún
sentada en el borde del río,
observando reprobatoriamente a
su hermano. Jasper, Edward y
Rosalie llegaron y también miraron
mal al mayor de los Cullen.
-No tenías que ser tan salvaje
-comentó Rose a modo de regaño
-. Era sólo un punto, Emmett.
Vi como Edward y Jasper se
acercaban al río y, tendiéndome
una mano cada uno, me ayudaron
a salir del agua. La cálida brisa me
golpeó repentinamente y un
escalofrío me recorrió de pies a
cabeza. Vi como Emmett se
disculpaba con la cabeza y se
sacaba la camiseta que traía
puesta. Me la pasó con un gesto
arrepentido.
-Sécate y ponte esto -pidió-,
perdón por el golpe -agregó, con
una media sonrisa.
Sonreí levemente antes de salir
caminando hacia la parte de los
árboles, con la intención de
cambiarme detrás de alguno de
ellos. Pronto me saqué la campera
y la remera, que estaban
completamente empapadas, me
escurrí un poco el pelo y me puse
la camiseta de Emmett, que me
quedaba casi como un vestido y
olía a aquél perfume fuerte que lo
caracterizaba. Con cuidado de no
arruinar la prenda, la anudé a un
costado, dejándola a la altura de
una camiseta normal. Volví con el
grupo, donde Alice se encontraba
ya sentada sobre la hierba con
Rose y Edward, mientras Jasper
seguía haciendo unos golpes con
Emmett.
Los tres me miraron.
-¿No tienes frío? -preguntó
Edward-. Mira que...
-No, no, estoy bien -aseguré.
Bajo la resolana no tenía calor,
pero tampoco frío.
-Se siente culpable porque fue él
quien bateo -comentó Rosalie,
señalando con el pulgar a Edward,
mientras ponía los ojos en blanco.
Luego lo miró-. Deberías dejar de
hacerte cargo de las idioteces que
hace tu hermano -comentó con
una sonrisa.
-Si hablaban de hermano que
hace idioteces, aquí estoy yo -
dijo Emmett con una gran sonrisa,
poniéndose en cuclillas para
quedar a nuestra altura.
Estuvimos allí un rato más,
bebiendo algo, conversando y
jugando cartas. Mientras Alice se
ponía de pie para festejar su
victoria, Emmett se levantó
rápidamente y comenzó a
perseguirla muy de cerca. Todos
empezamos a reír mientras los
veíamos alejarse. Jasper hurgó en
el pequeño bolsito de Alice y sacó
una llave, para luego ponerse de
pie junto con su hermana.
-Mejor vamos a buscar los autos
-comentó Jasper-. Hasta que
Emmett atrape a Alice, tendremos
un buen rato -agregó con una
sonrisa.
Edward torció sus labios de lado y
los dos hermanos, no sin cierta
sorpresa en sus rostros,
comenzaron a caminar. Mi
acompañante empezó a guardar
las cosas con parcimonia, aún
sentado a mi lado. Mientras tanto,
yo me quedé observándolo, hasta
que una fresca brisa me generó un
escalofrío, que me hizo sacudirme
suavemente. Edward me miró casi
al instante.
-¿Tienes frío? -preguntó otra
vez.
-Sólo un poco, pero no pasa nada
-respondí-. Ya nos vamos.
-No lo creo -replicó Edward,
mirando el lugar por donde Emmett
y Alice habían desaparecido.
Luego, con rapidez, se quitó su
campera gris y la pasó ágilmente
sobre mis hombros. Su esencia me
embriagó por unos instantes,
mientras él acomodaba la prenda
sobre mi espalda. Vi acercar su
rostro levemente.
-¿Mejor? -inquirió con voz
suave.
Me abracé a mi misma, mientras
asentía. Edward se quedó
mirándome por un momento,
haciéndome incomodarme
notablemente y generándome un
suave escalofrío. Su
interpretación del mismo debió ser
errada esta vez porque chasqueó
suavemente la lengua.
-Ven aquí.
Lo próximo que sentí, luego de su
voz de terciopelo, fue su brazo
sobre mis hombros y su mano
tirando suavemente para
acercarme a él. Por inercia, apoyé
una de mis palmas contra su
pecho, y prono sentí las suaves
caricias de su mano sobre mi
húmedo cabello. Cerré los ojos,
disfrutando de aquél contacto y
sintiéndome levemente adormilada.
Definitivamente, estaba segura
que podría pasar toda una
eternidad sentada allí.
Nos quedamos un buen rato en
silencio y comprendí que había algo
en Edward que me hacía sentir
tranquila, algo que me generaba
una extraña necesidad de tenerlo
cerca; sobre todo después de
nuestra conversación en la playa.
Sin embargo, no estaba segura de
que él se sintiera de la misma
manera. Él tenía su pasado, su
historia; pero, sin dudas, lo que
más me dolía de todo aquello es
que él tenía un viejo amor. ¿Había
olvidado a Tanya después de... su
muerte? ¡Demonios! ¡Me costaba
tanto pensar en ello! Suspiré
contra el pecho de Edward y alcé
los ojos, para encontrarme con su
mirada del color de las esmeraldas.
Acercó un poco su rostro al mío y
me miró interrogante.
-¿Qué sucede? -preguntó, con
aquel tono suave y dulce que venía
usando conmigo recientemente.
Suspiré. Estábamos tranquilos, sin
nadie a nuestro alrededor y en un
momento confidente. Todas las
condiciones se daban a mi favor,
pero tuve que respirar varias
veces antes de poder conseguir un
poco de valor para hablar.
-Edward -lo llamé suavemente
-. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Lo vi fruncir el ceño suavemente.
-Supongo que si.
Tomé aire otra vez.
-¿Tú aún...? -me mordí el labio
inferior con incertidumbre,
mientras apartaba mis ojos de los
suyos-. ¿Tú aún estás...
enamorado... de Tanya? -
pregunté en un susurro demasiado
suave.
Sin embargo, su cuerpo tenso me
indicó que me había escuchado.
-Yo... -se quedó unos segundos,
luego de que la voz se le apagara
-. Yo la quería mucho -me
confesó de forma suave-, pero
se que es algo que debe... quedar
en el pasado... como una
enseñanza, quizás.
¿Enseñanza? ¿A qué se refería?
Lo miré, para encontrarme con sus
dolidos ojos verdes.
Pasé mis manos por su cintura
mientras lo abrazaba suavemente.
-¿Pero tú... aún sientes algo por
ella? -pregunté, intentando ser
lo más sutil posible.
No quería que se sintiera mal por
mi culpa, pero necesitaba saber
aquello.
Necesitaba saber si yo tenía
alguna oportunidad.
-Siempre sentiré algo por ella,
Bella -me aseguró-. Antes de
ser otra cosa para mí, ella fue
una amiga, casi una hermana. Por
lo menos cuando éramos
pequeños...
Asentí quedamente, aunque sin
acabar de comprenderlo
realmente.
-Pero, entonces... ¿Por qué no
quieres volver a... enamorarte?
-pregunté tímidamente.
Él suspiró.
-Alice no sabe callarse las cosas
-murmuró más para sí que para
mí. Luego una sonrisa nostálgica
apareció en sus labios-. A veces
me gustaría haber heredado un
poco de esa personalidad que ella
posee.
Lo miré interrogante.
-Esa naturalidad, esa
espontaneidad y facilidad de decir
las cosas; pero, sobre todo, esa
percepción para saber como se
desarrollarán los hechos, ese...
sexto sentido -explicó-. Yo
carezco de todo ello.
¿Por qué lo decía?
Estaba realmente confundida.
-Bella yo... -se quedó pensativo
mientras me miraba-. La verdad
es que no creo que pueda querer a
nadie luego de lo que sucedió,...
como no creo que nadie pueda
quererme a mí.
Lo miré confusa, casi indignada.
-¿Cómo que nadie puede
quererte a ti? ¿Con que
fundamentos dices eso? -
pregunté.
-No tengo nada que ofrecer,
Bella -respondió simplemente-,
y es demasiado lo que hay para
perder.
Alcé un poco la cabeza,
apoyándome contra su pecho, y
mirándolo con decisión. ¿Cómo
podía decir todo aquello? ¡Tenía
tanto que ofrecer! ¡Si tan sólo
abriera lo ojos!
-Edward -llamé, con un susurro
suplicante, luego de un prolongado
silencio-, déjame intentarlo.
Me miró sorprendido.
-¿Qué?
-Déjame probar -le pedí
suavemente, sintiendo como mis
mejillas comenzaban a emanar
calor-. Déjame demostrarte que
tienes demasiado para ofrecer.
-Pero Bella...
-Por favor -supliqué-. Te pido
una sola oportunidad; un par de
días, si quieres, pero déjame
intentarlo.
Se quedó mirándome a los ojos con
aquellas hermosas esmeraldas,
donde se podía ver incertidumbre y
duda. Pasamos así un momento que
me pareció eterno, sin decir nada,
sólo mirándonos a los ojos. Creí
firmemente que todo estaba dicho
ya, que no hablaríamos más del
tema y nos haríamos los idiotas,
como siempre sucedía.
Sin embargo, sentí que no todo
estaba perdido cuando Edward se
inclinó y sus labios rozaron de
forma suave y gentil los míos.
Quizás, sólo quizás, todavía había
esperanzas.
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Bajo El Mismo Techo
RomansaSu padre le pidió que cuide de mí, luego del accidente. Pero ¿cómo convivir bajo el mismo techo cuando sólo se dedica a ignorarme? ¿Qué es lo que esconde Edward Cullen y por qué, a pesar de su frialdad, me resulta tan irresistible? Adaptación de (Ms...