IV.

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Miro los ladrillos de la casa que una vez llamé hogar.

El molinillo de colores sigue en el porche, moviéndose con el viento de la tarde.

Todavía sigue aquella silla en el porche, la silla de papá.

Cómo me acurrucaba entre sus brazos... lo echo de menos.

Me siento en los escalones de la entrada, el segundo escalón chirría con la presión.

Mis botas negras hacen contraste con la pintura blanca.

Una pequeña hormiga intenta subir por mi suela. Una gota de mis lágrimas la asusta. Dá media vuelta.

Tal vez debiera hacer eso yo, y volver por donde había venido.

Cierro los ojos.

El olor que un día me acompañó en mi niñez me acompaña ahora. Ojalá pudiera rebobinar el tiempo.

Me quedo escuchando mi respiración entrecortada, mientras degusto mis lágrimas.

Saladas.

Reconfortantes.

Hacia tiempo que no lloraba.

Tal vez es mejor así. Con un cartel de ¨se vende¨en la puerta. Parezco parte de aquella compra.

Aunque a mí, nadie me compraría.

Me levanto.

Hora de ponerse en marcha por mis amadas calles.





Puntos suspensivos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora