XII.

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A anochecido y el jefe me ha mandado que cierre el local.

No sabía que confiara tanto en mí.

Será porque no tiene a nadie más.

Empiezo a limpiar las mesas.

El cartel de cerrado está colocado en la puerta.

Voy un momento a la cocina.

Escucho la campanilla de la puerta.

Qué raro.

Me dirijo hacia las mesas deshabitadas.

Recorro con la mirada cada asiento.

No hay nada.

De repente, aparecen ahí entre la casi penumbra.

Esos ojos que me han acompañado sin saberlo todo este tiempo.

Me dirijo hacia ellos.

Estamos frente a frente, mirándonos sin articular palabra.

-¿Me sirves un café?- dice sin más.

Me dirijo hacia la barra, cogiendo de paso el libro. ¿Se molestará por haberlo leído.?

Le tiendo el café y el libro.

Me mira.

-¿Me acompañas?

Me siento frente a él sin decir nada. Es extraño.

Él empieza a darle vueltas a su taza.

-¿Y bien? ¿Qué te parece?

Yo no sé qué decir.

- Te dejé el libro a propósito. No me voy a ofender si lo has leído. Es lo que quería.

En ese momento, deja de mirar la taza para mirarme a mí.

Me revuelvo en mi asiento.

- Creo que tanto dolor para una sola persona no debería estar permitido.-No sé ni como me ha salido la voz.

Veo como proyecta una sonrisa irónica.

Vuelve a mirar su taza.

Respira hondo.

- Lo superé. Me costó pero lo hice. Cada día iba escribiendo mis pensamientos, no sabía a quién decírselos sino.

Me levantaba y bueno, ya sabes. No sabía cuanto duraría, ni que pasaría, hasta que un día me olvidé.

No sabía que día tras día partes de ella se iban desvaneciendo. Sus brazos, sus ojos, sus labios.... hasta quedar en la nada. Ahora solo es un recuerdo. Un recuerdo entre muchos.

Me mira de nuevo.

Lo que acaba de decir me ha dejado sin saber qué responder.

- ¿ Por qué me cuentas todo esto?- esta vez soy yo la que le mira a los ojos.

- El otro día, te vi sentada sola en mitad de la noche. Yo acababa de volver de estar con mis amigos y me percaté de tu presencia.

Mirabas a la nada, no sabía a qué exactamente, hasta que me percaté de que desafiabas con la mirada a un gato negro. Como desafiando a la suerte por así decirlo.

Me vi en ti aquella noche, y lo único que pude hacer es sentarme a observar. O observarme.

Vi como de tus ojos se te escapaba una lágrima, y como te la secabas con la manga de tu sudadera.

Quería ayudarte sin saber por qué. Tal vez porque quería que vieras la puerta de salida que yo vi en su momento. Me arriesgué a que lo vieras todo de mí. Y bueno, te vi el otro día aquí, y aproveché la oportunidad.

Me sonríe.

Mis ojos empiezan a destellar entre la penumbra.

- Yo... Gracias...- estaba conteniendo las lágrimas. Era la primera persona que me salvaba de esa manera.

- Me llamo Hugo.

- Yo Clara.

- Bueno Clara, ¿ y qué tal si mañana me acompañas a la feria del libro?- Me mira divertido.

- Yo... -me quedo pensativa unos segundos.- Claro. Encantada.

El olor a café impregna el momento.

El sonido de la lluvia es lo único que se escucha.








Puntos suspensivos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora