XI.

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Veo los edificios de ladrillo alzándose imponentes hacia el cielo.

Llevo una sudadera verde para el frío.

Este tiempo me encanta.

Noto gotas de agua caer finas sobre mi rostro.

Poco a poco va en aumento.

Yo sigo caminando.

En verdad, me da igual.

La gente empieza a correr alrededor mía para no mojarse.

Yo soy la única en la ciudad que camina.

Pareciera que voy contra corriente con el mundo.

Y creo que es así con todo.

Me pongo mi capucha.

Entro al único edificio blanco.

Subo las escaleras.

Los ascensores no son lo mío.

201.

202.

203.

Aquí, como siempre.

Ahora está recostada en la cama.

Durmiendo.

Me siento en una silla, al lado suya.

Miro su rostro.

Es muy parecido al mío.

Sus manos están situadas sobre su regazo.

Su pelo castaño corto queda perfecto en la almohada.

En cierto sentido, es mejor así.

No recordar.

¿Cómo será su mundo visto desde esos ojos color agua que tiene?

Ojalá lo supiera.

Subo mis piernas a la silla, apoyando mi barbilla contra mis rodillas.

Como cuando era una niña.

Mamá me diría que no suba las piernas a la silla.

Papá me haría un gesto como- que gruñona-.

Yo me reiría.

Mamá se daría cuenta y le daría una colleja en la nuca con una sonrisa.

Papá le daría un beso en la mejilla.

Y yo... yo sería feliz viendo aquel paisaje.

Pero ahora tengo uno distinto frente a mis ojos.

Y aunque no me guste, me tengo que acostumbrar al hecho de que ya nada será como antes.

El nuevo paisaje de mi vida.

Un rayo de sol sale de entre las nubes.





Puntos suspensivos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora