Capítulo seis: El que salva y condena.

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La mañana siguiente Lance apareció en la cocina, yendo directamente hacia la cafetera.

—Buenos días —Saludó, sentándose al lado de Jess en la mesa. Él estaba vestido con una de sus usuales camisetas con cuello en V pero encima de esto llevaba un saco de traje bastante elegante de color café claro.

— ¿A dónde vas tan arreglado? —Preguntó Julian, mirándolo extrañado para luego ver al resto; todos ellos o llevaban pijamas, estaban en calzoncillos o tenían ropas viejas puestas.

—Iré a ver los asuntos de mi tienda y luego iré a la iglesia, ¿quieres ir conmigo? —Julian levantó ambas cejas y soltó una pequeña carcajada. Todos rieron alrededor y él vio como Lance se sonrojaba hasta las orejas.

—Oh... lo siento yo uh, no recordaba.

—Está bien —Dijo Julian, restándole importancia—. Además si voy... ¿qué pasa si voy a la iglesia, Tim?

—No tengo ni la menor idea —Confesó, bajando el periódico y meditándolo un poco—. No soy religioso y nunca te llevé ahí por temor a que comenzaras a retorcerte y caminaras por las paredes, maldiciendo el nombre de Dios en latín —Julian rió.

—Creo que es mejor no experimentar en este tipo de situaciones —Puntualizó. Nath rió en voz baja y le dejó caer un omelette a su plato.

—No me digas que eres un hombre devoto, Lance MacArthur —Dijo Aiden con diversión, observándolopor debajo de sus pestañas y luego le daba un largo trago a su café. Julian notó como Lance observaba la manera en la que Aiden cerraba sus labios sobre la orilla de la taza y un ligero rubor se esparcía por sus mejillas.

—De hecho creo, sí —Admitió, encogiéndose de hombros y apartando la vista tímidamente de Aiden, quien sonreía de lado como si supiera a la perfección lo que estaba haciendo.

—Esto es un poco irónico —comentó divertido. Lance le lanzó una mirada irritada, Aiden se encogió de hombros con aquella confiada sonrisa tan suya que hizo a Lance agachar la mirada y darle un largo trago a su café que terminó por quemar su lengua un poco; cuando levantó la vista Julian pudo notar como sus mejillas estaban más rojas y encendidas. 

—Bueno, me voy —Avisó, intentando parecer casual.

—Reza un ave maría por mi —Se burló Aiden, riendo en voz baja. Lance sonrió y negó con la cabeza.

—Oye espera —Dijo Nath, señalándolo con una tostada—. ¿Qué se supone que haremos ahora? —Preguntó. Lance arrugó el entrecejo y luego se encogió de hombros, desinteresado.

—No sé. Vayan a tomar aire fresco, enciérrense en el sótano, lean un libro, consíganse una chica, hagan amigos, horneen un pie, ¿qué se yo? —Tomó la tostada con la que Nath lo señalaba, le guiñó un ojo y se dirijo hacia la salida.

Cuando por fin Julian se había sentado en la sala a descansar un rato luego del desayuno, Nath bajó las escaleras con pantalones y camiseta deportiva.

—Muy bien, los dos más debiluchos hombres de aquí levántense, por favor —Dijo él con autoridad. Jess y Julian se vieron al mismo tiempo, sabiendo que aquello no era nada bueno.

Aiden, que estaba al lado de Julian lo empujó hasta que estuvo de pie y él pudo recostarse tranquilamente; se adueñó del control remoto y formó una barrera con su cuerpo para que Julian no volviera a sentarse.

—Jess —Dijo Aiden, lanzándole un cojín. Éste se levantó lentamente y con miedo, viendo a un enérgico Nath dando saltitos en su lugar.

—Vayan arriba y pónganse ropa deportiva, su entrenamiento está a punto de comenzar.

El Hijo MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora