Capítulo diez: Rechazado.

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Luego de que la sala fue vaciada por completo, Aiden se dedicó a deambular por la casa, apagando luces y cerrando puertas. Se sentía más estresado que nunca, y lo único que quería era un gran trago de alcohol y dormir hasta mediodía; tomó una botella de whiskey barato a medio beber y subió las escaleras en silencio.

Se detuvo en la puerta de su habitación, donde seguramente su hermano estaba por dormirse, o ya se encontraba roncando como tractor. Su mano se detuvo a milímetros del cerrojo, observando su rostro distorsionado en él; hizo una mueca pensativa y miró hacia el otro lado del pasillo, para después ir hacia la puerta de Lance.

Pensó en abrir solamente, luego pensó que con los rápidos —e incómodamente sexys— reflejos de Lance podría terminar con una flecha incrustada en el cráneo así que botó la idea casi de inmediato, reemplazándola por una sensación de ansiedad que lo hizo sentir como un idiota, así que pensó en regresar por su camino y recostarse en su cama en silencio, escuchando a su hermano roncar y babear en un profundo sueño.

Estaba a punto de salir corriendo cuando la puerta se abrió de manera abrupta, casi congelándolo en su lugar por el miedo. Del otro lado lo recibió un muy confundido Lance, ahora vestido en sus pijamas, con el cabello revuelto y un rostro cansado y al parecer somnoliento.

— ¿Aiden? —Preguntó—, ¿qué haces parado frente a mi puerta?

Consideró el mentir; una mentirilla piadosa no le haría daño a nadie, ¿cierto? Pero Lance era inteligente y perspicaz, él se daría cuenta de su mentira y lo haría sentir incluso más estúpido, así que levantó la botella de whiskey para que él la viera y esbozó una sonrisa boba.

Lance lo miró con el entrecejo fruncido para luego bajar la vista a la botella; alternó la vista entre ambos y sonrió con cansancio.

—Eso era exactamente lo que iba a buscar —Comentó, bajando su voz para no despertar a nadie. Se hizo a un lado y lo dejó pasar; Aiden intentó fingir que sus piernas no se habían vuelto gelatina y entró a la habitación por primera vez: Era pequeña y no muy diferente a la suya, solo que ahí solo había una cama individual y no dos. Ésta seguía perfectamente hecha y no había nada fuera de su lugar, excepto que la ventana estaba abierta y en ella estaba recargada una cajetilla de cigarros.

—Estaba en el tejado —Comentó, sacando el cuerpo por la angosta ventana. Cuando estuvo fuera asomó la cabeza hacia adentro y levantó ambas cejas—, ¿qué? ¿No vienes?

Aiden lo siguió, saliendo con cuidado al húmedo tejado. Lance lo observó todo el tiempo y lo tomó del brazo, cuidando que no se cayera.

En cuanto pudo mantenerse en pie, Lance lo liberó de su agarre y fue a sentarse casi a la orilla del techo.

—Te vas a mojar —comentó Aiden, haciendo que Lance soltara una risita sin muchas ganas.

—Vale la pena. Trae tu ridículo trasero aquí —Demandó, palmeando el espacio al lado de él. Aiden lo observó desde su lugar unos segundos antes de suspirar y obedecerlo.

Se sentó en silencio y abrió la botella justo después de eso, mirando hacia el angosto pasillo del vecino que daba a su patio trasero; observó las ventanas del costado de la casa y como éstas estaban cubiertas por cortinas blancas. Ahí vivía la pareja de pequeños ancianitos que se sentaban en su cobertizo a ver a los niños del vecindario, quienes habían escogido justo frente de la casa para jugar.

—No se supone que llueva en esta temporada —Comentó.

—Sí, bueno... están pasando muchas cosas que no deberían pasar —Contestó Lance, sacando un cigarro de la cajetilla que llevaba apretada entre las manos.

El Hijo MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora