Capítulo cinco: Cuando el cielo cruja y los ángeles bajen.

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—No me das miedo, Belial —Aseguró, con una sonrisa casi imperceptible. Los labios de Belial se apretaron en una fina línea y era probablemente la única evidencia de su enojo.

—Debería —Julian rodó los ojos y se dio media vuelta, yendo a sus amigos quienes se estaban a penas recuperándose de aquella escena, permitiéndose respirar aliviados.

Antes de llegar a ellos, a penas a dos o tres pasos de distancia Julian sintió como un poder ajeno lo sujetaba con tal fuerza que se sentía como si lo apretaran entre dos paredes, dejándolo sin espacio suficiente para que sus pulmones se expandieran de manera correcta. Soltó un gruñido molesto al mismo tiempo que intentaba deshacerse del agarre, concentrando toda su energía en romper el invisible agarre, incluso conjuró algunos hechizos en su mente pero todo parecía inútil; estaba indefenso ahora y en especial lo estaban sus amigos, quienes no tenían idea de lo que sucedía y solo observaban la escena con confusión.

— ¿Julian? —Preguntó Jess con voz baja y temblorosa. Julian deseó que él no estuviese ahí para ser testigo de todo aquello. Su tono reflejaba terror, casi pánico. 

Algo se disparó y por el rabillo del ojo Julian vio como un demonio al lado de Belial se prendía en llamas y comenzaba a jadear de dolor; soltó un chillido inhumano y se retorció mientras se consumía lentamente. A su nariz llegó el característico olor a huevos podridos del azufre y carne podrida chamuscada que persistió hasta un punto que casi lo hacía toser por la pungencia y disminuyó conforme los movimientos del demonio disminuían y caía al suelo en cenizas.

Lance había lanzado desde su ballesta una flecha en llamas remojada en aceite bendito: una manera en la que los cazadores solían matar a los demonios menores que se topaban durante sus cacerías. Un par de segundos después de la muerte del demonio Julian vio cómo Jess y Lance se arqueaban y comenzaban a toser y respirar con dificultad, llevándose las manos al cuello en un intento de conseguir más oxígeno. 

Julian no podía ver lo que les estaba pasando ni tampoco ayudarlos, lo único que podía ver era a Belial riendo satisfecho, observando como sus amigos expulsaban sangre a borbotones por la boca sin poder hacer nada para detenerlo.

Con aquello, la furia que Julian sentía dentro de él aumentó lentamente hasta que sentía sus puños rodeados por fuego, su corazón latía con tanta fuerza que lo escuchaba retumbar contra sus tímpanos. Él gritó con todas sus fuerzas hasta que el cielo tembló crujió y la tierra tembló momentáneamente, la fuerza volviendo a él con grandes oleadas que lo cubrían con rapidez, formando una especie de escudo a su alrededor que poco a poco fue permitiéndole liberarse del agarre de Belial; primero los puños, luego los brazos y después de ello las piernas, lo cual le permitió girarse lentamente para encararlo, quizá no tan rápido habría querido pero lo suficiente para hacer titubear a Belial y observar cómo su sonrisa burlona desaparecía mediante más fuerza tomaba, así como notar la manera en la que los demonios comenzaban a retrocerder al verlo casi completamente libre de su agarre y las manos literalmente cubiertas de llamas que crecían conforme más fuerza conseguía y llegaban hasta sus antebrazos.

Se originó un gran trueno en el cielo, uno que Julian no había realizado y que logró que todos ellos miraran hacia arriba con sorpresa; aquello hizo perder la concentración momentáneamente y que sus brazos se apagaran pero parecía no tener importancia, ya que encima de ellos podían ver como el cielo se llenaba de nubes oscuras y los rayos amenazaban con partir la tierra en dos, con fuertes truenos que hacían a sus oídos retumbar. 

Los demonios parecían asustados; se miraron a los otros, luego miraron alrededor esperando algo, a alguien. Sabían que eso no lo había hecho Julian, y por las expresiones en sus rostros él adivinaba que era algo que ellos no querían ahí en ese momento, algo que ellos no habían planeado y estaba fuera de su control.

El Hijo MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora