Punto débil.

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Decir que todos estaban al borde del colapso emocional era la mejor  y quizá única manera en la que podía describir por lo que estaban pasando en esos momentos. Las cosas se estaban poniendo ligeramente tensas entre ellos, tanto que uno no podía preguntar dónde estaba la sal porque todos comenzaban a pelear entre ellos. 

En primer lugar, estaba el hecho que había una bomba de tiempo dentro de Julian, y ninguno estaba seguro de cómo desactivarla antes de que explotara y los destruyera a todos, y en segundo estaba el hecho que todos ellos eran seres humanos y no podían soportar tales niveles de estrés dentro de sus cuerpos sin que hubiera consecuencias. 

Había momentos en los que todo estaba perfectamente bien e incluso Julian bajaba a comer algo, ellos podían tener un sueño tranquilo y no pelear en un precioso periodo de tres horas pero el resto del tiempo todo era gritos, caras malas y grandes cantidades de tensión.

Además, ninguno de ellos estaba teniendo un descanso tranquilo. Dado el hecho que todos habían visto cosas horribles durante su vida no estaban acostumbrados a hermosos sueños, pero en esos días se les estaba haciendo incluso más difícil conciliar el sueño y no despertar asustados a la mitad de la noche. 

Y ese día en específico era demasiado oscuro e imposible de soportar. Afuera, el clima estaba frío y el día era gris y silencioso; se escuchaban amenazas de alguna tormenta invernal, el viento entraba por los huecos de debajo de las puertas y erizaba la piel de todos los habitantes de esa casa.

Dentro, las cosas estaban a punto de explotar: Jess estaba dormido luego de una noche en vela debido a sus pesadillas, Julian estaba arriba haciéndole compañía, o más bien con la vista clavada en algún lugar, casi completamente fuera de ese mundo; Aiden y Nath no podían verse sin estar peleando, Lance estaba serio, callado e irritable como un gato amargado, Tim se veía más apagado y Margo no había esbozado ni siquiera una sonrisa en todo ese día, lo cual era bastante extraño ya que era ella la que siempre estaba sonriendo entre ellos, quien intentaba detener las tontas discusiones de los otros y quien siempre le veía el mejor lado a las cosas. 

Cuando Aiden le preguntó a Vivian acerca de qué sucedía, ella le mostró sus afilados dientes de lobo y cuando le preguntó a Lynn ésta le dio una bofetada sin ninguna razón aparente, pero Tim luego le explicó que aquel era el aniversario de la muerte de Kevin Folks, el padre de Margo.

Lance, quien usualmente se la pasaba haciendo comida en la cocina o leyendo un libro acurrucado en su sillón, se encontraba ahora sentado viendo al vacío en la sala con Margo a su lado; quien en un día normal se la pasaría caminando de aquí para allá, hablando con todos, pintándose las uñas para luego hacerlo de nuevo o tomándose selfies en diferentes ángulos, pero ahora solo tenía fuerzas para apretar la mano de Lance.

Aiden había sentido una pequeña punzada en el corazón cuando lo había visto, incluso tenía la tonta necesidad de ir hacia ellos y alejarlos pero sabía que era egoísta y sinceramente estúpido, dado el hecho que ella era lesbiana y él gay.

Sin embargo, no podía evitar sentirse de esa manera; Margo y Lance se querían como hermanos, de eso estaba seguro, pero la necesidad de estar ahí con él era demasiada para pasarla desapercibida. Quería sentarse a su lado, tomar su otra mano y después, quizá podría rodear sus hombros con su brazo y pegarlo a su pecho, dejarlo sentir su acelerado corazón y acompasar sus respiraciones, quería hacerle saber que estaba ahí para él, pero Lance no parecía interesado en tal cosa.

Sí, se habían besado con anterioridad, pero había sido porque ambos estaban tambaleándose de borrachos en un momento de debilidad y había sido más bien para darse un poco de apoyo mutuo que por cualquier otra cosa. 

Es más, ni siquiera sabía si Lance recordaba que eso había sucedido entre ellos, porque luego de ese día ninguno dijo algo al respecto y continuaron con sus vidas como si nada hubiese sucedido. Pero Aiden no olvidó; aún podía sentir el fantasma de sus labios contra los suyos y lo extrañamente correcto que se sintió y por ahora, dentro de todo ese embrollo, era más que suficiente.

El Hijo MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora