Capítulo quince: Sobrevivientes.

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Calai estaba ahí parada, llorando y rogando por su vida de la manera más vergonzosa jamás vista. Pero tenía el estómago en la garganta, y sabía lo que venía. 

Un hombre de aspecto elegante como hostil la sujetaba con fuerza, casi como si no notara que ella hacía todo lo posible por deshacerse de su agarre. Sin embargo, mediante se retorcía en sus brazos se dio cuenta que su cabello era de color rojo y su piel era blanca como la nieve; fue entonces cuando llegó a la conclusión de que no era ella quien forcejeaba con el hombre. 

Durante el forcejeo logró ver a otras seis personas con un costal puesto en sus cabezas y otras seis en túnica, sujetándolos como el hombre elegante la sostenía. Cuando Calai volteó hacia el frente de nuevo, encontró a Julian parado frente a ella, sin ninguna expresión en su rostro mientras observaba como su captor la ponía de pie contra su voluntad. 

Detrás de él se encontraba la mujer rubia que Calai conocía como Lilith, quien murmuró algo en su oído. Julian levantó el brazo, en el cual llevaba una daga preciosa y le hizo un corte en el cuello que ella ni siquiera sintió. 

Sin embargo la chica pelirroja cayó al suelo luego de que Lilith pusiera un cáliz en su cuello. Calai ahora solo podía ver sus cuerpos o hasta donde su rango de vista la dejara; notó como Julian comenzaba a temblar de manera incontrolada para luego salir corriendo hacia un lugar que ella no logró ver. 

Notó como un sujeto de piel bronceada y postura elegante comenzaba a pelear con Lilith, gritándole algo que no podía escuchar. Lilith le respondió también gritando y se embarcaron en una discusión agitada hasta que Lilith se dio media vuelta y se alejó de ellos. 

Calai no estaba segura cuanto tiempo había pasado, pero Julian estaba de vuelta ahí, luciendo bastante confundido con la compañía de Lilith, quien lo dirijo a su posición de nuevo. 

Uno a uno, él comenzó a hacer lo mismo que había hecho con ella, luciendo cada vez más decidido mientras se deshacía de esa máscara de piel humana que siempre lo cubría, abriendo paso a la bestia que Calai había aprendido a temer con el tiempo. 

Lo observó posicionarse en el centro con el cáliz en las manos mientras las otras personas hablaban al mismo tiempo. Luego hubo rayos que iluminaron la oscura noche, el fuego de las antorchas incrementó y lo único que llegó a sus oídos fue un fuerte rugido que venía del cielo. Y ella pudo comprender lo que decía al a perfección.

«Finalmente, hijo mío»

Ella observó con terror con terror como Julian levantaba la vista al cielo, estupefacto. Sin embargo, luego de varios segundos esbozó una maligna sonrisa; sus ojos se volvieron oscuros y brillaron como el más fuerte de los fuegos. Levantó ambos brazos y rugió desde el fondo de su garganta, con la vista clavada en el cielo.

«Bienvenido de vuelta a nuestro reino, padre»

Luego, se desplomó en el suelo.

†  

Calai despertó gritando de nuevo; tan fuerte que la garganta le ardió como si estuviese tragando ácido; retorciéndose tan fuerte en sus grilletes que hizo que todo su cuerpo se entumeciera por el esfuerzo. Los enfermeros llegaron después y se repitió lo mismo de cada noche; Calai tuvo que contar hasta diez y de vuelta, sintiéndose cada vez más mareada mientras el calmante que le inyectaron le hacía efecto.

—Calai... ¿puedes ponerme atención, por favor? —Preguntó su psiquiatra por enésima ocasión, mientras ella seguía pintando en silencio en el lienzo que le habían proporcionado, pero de alguna manera... no podía plasmar en un simple cuadro todo lo que había visto de Julian.

El Hijo MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora