Capítulo 8

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Salimos de la heladería aquella tarde hacia lo que sería una especia de compras y demás, Cal insistió en que sería bueno comprarme un poco más de ropa o cambiar para combinarla, usualmente yo visto siempre de lo mismo o no varío mucho, según me dijo ella, honestamente eso de ver cómo me veo nunca fue de gran importancia para mi vida. Pero antes de hacer todo eso, decidí ir por un cono de helado como previa de lo agotador que sería esto, estaba claro que en las tiendas grandes no hallaría lo que me gusta, debíamos bajar unas dos o tres cuadras a las tiendas pequeñas que habían llegado por el verano a la ciudad, cosa que a mí me ponía muy feliz, la ropa era linda, de mi gusto y baratas, nada mejor que eso.

— ¿Sabes qué me dijo Zack hoy? —Ella preguntó mientras bajábamos la primera cuadra.


— ¿Qué tenía sida? —Yo dije de manera sobreactuada, ella me golpeó, ocasionando que casi volteará mi cono de helado—. ¡Hey! Que tu novio tenga sida no es culpa de mi helado —yo seguí con el juego.


— Él no tiene eso, tonto —se acomodó de nuevo a mi lado—. Es… ¡Es Leo! —Ella dijo frenéticamente, tomándome del antebrazo y casi arrastrándome por las calles.


— ¿Le gusta a Leonardo? —Yo traté de entender.


— No, no. Que Leo está allá, mira —apuntó hacia enfrente —. Allá frente a la tienda de skate —ella dijo más detallada, cosa que me ayudó mucho más a encontrar al chico pálido y alto, mirando detenidamente la vitrina, rasgando su nuca cada dos por tres y llevando su mano opuesta al estomago.

— Venga, te lo presentaré entonces —yo dije caminando más tranquilamente ahora. Cal se frenó en ese momento, haciendo que yo también lo hiciera puesto no comprendía lo que le pasó—. ¿Qué pasa? —yo dije, esperando que ella no se molestara o le haya pasado algo.


— ¿Cómo que me lo vas a presentar? —Ella dice confundida, lamo mi cono de helado y me encojo de hombros.


— Pues ¿por qué es mi tutor? —Yo dije de manera obvia, ella soltó una risa hasta por las narices—. ¿Qué te pasa a ti?


— Pero que dices, si Leo es nuestro compañero de clases, duh —alcé las cejas, bajando mi cono de helado para mirarla claramente, ella vuelve a reír, pero esta vez de mi posible expresión, reduzco mis ojos en una fina línea, pensando en que quizá ella me está jugando una broma.


— No es gracioso —yo digo entonces, vuelvo a comer de mi helado de arándano.


— ¿No lo sabías? ¿Nunca lo viste? —yo niego con suavidad. Eso debió ser gracioso, o es que le había tirado un gas de la risa o algo—. Dios mío dónde estás tú, niñito —niega con su dedo índice.


— ¿No es una especie de broma, o si? —Yo trato de no caer en el posible juego de mi amiga.


— No. Anda, vamos a ver en qué anda a estas horas de la tarde —ella vuelve a tomarme por el brazo, cambio el lugar de mi helado para poder seguir lamiéndolo durante el camino, Leo está muy concentrado en lo qué sea que está haciendo, quizá ha venido por repuestos para su hermano o algo de protección por las jugarretas. Nos quedamos parados tras de él, mirándolo desde nuestra posición, Cal sonríe y lleva su mano cubrir la boca para ocultar la risa tierna que hace cuando está nerviosa, le pico las costillas, ella se remueve separándose de mi lugar, no quiere ser vista aún. Pienso un momento en cómo sería presentarme frente a Leo, de sorpresa o mera casualidad, pero la segunda no es una opción tentadora. Hago señas a Cal de que me tenga mi cono de helado unos momentos, ella sabe que yo haré algo no bueno, así que me lo recibe de igual forma.

Me quedó tras de él y me elevo de puntas para alcanzar mis manos a su cabeza y poder así, cubrir sus ojos. Leo brinca, asustado y queda quieto en el lugar. Cal se ríe de eso desesperada.

El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora