Capítulo 25

61 4 0
                                    



—¡Estamos en nuestra última semana e clases! Espero que estén contentos y con sus planes listos para estas vacaciones —El primer anuncio del día y debía ser del maestro más odioso del mundo. Arrugo la frente y me tumbo sobre la mesa.

—Día de mierda —susurro y me dejo llevar por el sueño. Otra noche en la que me desvelé con videos de YouTube en los que acababa viendo a ratas peleando con música de fondo ¿Qué música puede ser? Por supuesto Linkin Park, hay que ser muy gilipollas para no saber de buena música hoy en día. Sin ofender.


—Entonces, la lista de repitentes en mi asignatura; biología. —Joder, aquí viene lo rudo—. Lo haremos por orden alfabético; Anderberg Rocket…eso es todo —la clase se tiró a reír—. Al parecer las tutorías tampoco le ayudaron.


Lo miro y si las miradas mataran, joder.

—No es culpa del tutor —le digo levantándome y el salón caya mirándonos—. Pasa que odio esta materia, me parece una mierda…


—Cuide sus palabras, señorita —Pepinillos se molesta, pero no le doy importancia tomando mi mochila y la tabla.


—¡Estoy harta de usted y de su ineficiencia! He aprendido en semanas lo que usted ni en estos malditos cuatro años ha podido, es un vegete de mierda inútil. Y para que lo sepa, he contestado mal para que su ineficiencia sea vista —su cara está roja de lo enfurecido que lo he dejado, pero salgo de ahí dando un portazo y caminando a dirección, porque sé que mi reporte estará ahí.


He estado cabreada todo el día. Debería estar feliz de que se terminen las clases, pero algo me molestaba hace días incluso.


Entre los pasillos veo correr a los que están fuera de clases y se escabullen, me reí, de seguro piensan que era el rector o el inspector.

Para ser la última semana, me suspendieron dos días (entre nosotros; fue lo mejor), me fui feliz, por supuesto. Llegué revisando mi correo y acudí a algunas entrevistas de trabajo e incluso me probaron atendiendo clientes o ver como vendía sus productos.

—Entonces ¿Sin experiencia en ventas? —La chica es una de más o menos cuarenta y tantos años. Le afirmé asintiendo—. Vale. Dentro de la semana te notificamos si quedas o no. Aunque no le veo mucho problema, lograste que la clienta quisiera el producto opuesto al que venía—. Me felicita y siento orgullo por ello, la verdad es que era porque tenía conocimiento de ese tipo de prenda, fue una suerte buenísima.


—Seria cool, tengo ganas de encontrar algo con el que encantarme y esta tienda me lo ofrece —¿Lo era? No, por supuesto que no, sólo era una táctica para que me dieran el puesto.

Vuelvo a retomar mi camino a casa con un cono de helado, decido caminar. Me aburre el bullicio del transporte y evidentemente mi tabla debió quedarse por cosas de estética en mi entrevistas. Metí mi chaqueta “formal” en el bolso y levante las mangas de mi suéter para que el calor no fuera tan rudo conmigo. El helado por supuesto se derritió rápido y se escurrió en mi mano, mis pantalones fueron mi servilleta y traté de tomarlo en seguida.

—No, mi heladito.


—¡Rocket! —Oh, no. La voz de Orlando. De dónde sea que venga, me eché a correr en dirección a casa—. ¡Ven inmediatamente! ¡Rocket, te las verás en casa! —Dicho eso supe que no vendría por mí, y claro, mi helado voló por algún lado en mi escapada.

Como ya no traía más dinero no puede comprar otro y sólo pude resignarme al hecho rogando en ser contratado por alguno de esos locales pronto porque sino mis vacaciones de invierno serían una mierda.


Tuve suerte de que por la tarde, antes de la llegada de Orlando, Gustavo pasó a buscarme, nos reunimos con los chicos y fuimos de camino al lago. A todos nos hacía falta ir. Escribí a Cal para invitarla y le dije de paso que invitara a Zack. Por supuesto, por un lado había aun ese sentimiento, pero no me producía mucho estrago últimamente y eso me alegraba, significaba que estaba superando muy rápido esa ruptura amorosa, mucho más de lo que creía.

El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora