Capítulo 13

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El patio estaba soleado ¡Como odiaba ya esta temporada del año! Hubiera sido más fácil si todo estuviera techado y estudiaramos bajo el sótano o algo así, en un lugar más fresco. Resignado con la soledad que ahora me estaba ahogando por no tener un novio como Cal me senté a las escaleras frente al kiosco, jugué con mi skate durante un rato y traté de repasar mi fin de semana y los problemas de los constantes email que recibía sobre mis notas, faltas de clases y los requisitos para repetir el examen si fallaba el primero. Obviamente no era tan relevante para mí, en realidad no tenía en qué perder mi tiempo, se estaba volviendo demasiado aburrido el receso y ver a mis demás amigos estaba siendo un caos amoroso por el noviazgo de Cal, la verdad es que en esos temas prefiero no involucrarme y estar más alejado de ello, y ojalá en su mayor totalidad…


— Hola, Rocket ¿Puedo sentarme contigo? — Leo estaba parado a un lado de mí, con una mirada neutra y dos batidos en cada mano.


— Si me das uno de esos que traes; sí — Yo dije muy entusiasta por la idea de tener con quien pasar un rato todo lo que quedaba del día.


— Era uno para ti de hecho; de frambuesa — ¡Frambuesa! Era adivino o yo fui evidente con mi sabor favorito.

— Estás invitado a sentarle en la escalera junto a mí ¿Pero no vienes a darme sermones de ayudantía verdad? —Esto podría ser una trampa montada por el inspector o la señora que me asignó la ayudantía; ya no recuerdo el nombre.


— ¡No, por supuesto que no lo es! — ¡Alto! ¡Leo está hablando de corrido! No se lo iba a decir como la última vez o comenzaría de nuevo a trabarse.


— Más te vale, ojiazul —Le advertí entrecerrando lo ojos y tomando el batido que me entregaba. Venía con una pajilla así que revolví el interior para mezclar mejor los sabores y bebí un poco de ella; realmente sabía bien, era cremoso, suave, dulce y muy helado, perfecto para esta temporada. — Delicioso, gracias.

— De nada, me considero adivino —el sorbió del suyo, tal vez frutilla o frambuesa también.


Al poco tiempo comencé a sentirme mejor, el dulce del batido elevo mi estado de ánimo y el receso si aligero con la compañía de Leo hablándome de sus veranos anteriores y sus viajes con la familia de su amigo Fernando o Alejandro, un nombre algo así. Nada comparado a mis vacaciones tirandonos con los chicos en las cascadas o el pequeño lago donde estaba ahora la construcción. Por el momento no había nada que deseara cambiar de aquello, me llevaba bien con ellos y los juegos de las tardes eran lo mejores junto a las fogatas.

— ¿Te sentarías conmigo en las siguientes clases? Cal me abandonó rotundamente, soy un corazón destrozado —Le digo dramáticamente tocándome la boca del estomago, eso porque no soy fan de tocarme las tetas.


— Ví que estás sola, pero ¿Ella no volverá? —Niego y abro la puerta del salón para encontrarme a Cal y Zack juntos. Ella me sonríe y me ofrece un dulce masticable.


— Gracias, teñida — Le digo y ambos ríen, todos sabemos que Cal es rubia natural, de esas rubias dulces, tiernas con pequitas en las mejillas y la nariz. Me dirijo hacía Leo que me mira esperando la respuesta. — ¿Tú crees? —Le digo y él sonríe.


El maestro hace callar la clase pronto antes de cerrar la puerta y dejar ingresar el último retrasado, retrasado literal.

Anota un par de cosas en la pizarra blanca y siento como el asiento junto a  mí se mueve y un bolso negro se apoya en la antigua mesa de Cal.


—Hola, nueva compañera de pupitre —Leo me saluda sonriendo y sentándose prontamente. Toma una libreta y un bolígrafo para anotar lo que supongo es lo que está escrito en el pizarrón—. Deberías hacer lo mismo —Me sugiere y asiento. Pero me tomo un tiempo para mentalizarme en que tengo un nuevo compañero de pupitre y que debo además anotar las cosas que escriben adelante.

Cojo el cuaderno borrador y un bolígrafo negro para anotar lo que está delante, la verdad es que siempre me ha costado, siempre acababa pidiendo los apuntes a Cal para no demorar mucho, no es que fuera un reto mayor, pero honestamente cada vez veía menos desde lejos.

— Podría anotar más legible ¿No? —Le sugiero y volteo a verte. Leo me mira y se ríe, trae puesto unos lentes delgados que hacen lucir su cara más elegante y bastante maduro, tal vez es esa palabra que usa Cal; varonil. — ¡Usas lentes! — Estoy sorprendida, no recuerdo que lo viera alguna vez con ellos. Siento que todos voltean a vernos y el maestro me mira alzando la mirada para ordenarme callar y volte a anotar nuevamente cuando me meto nuevamente a escribir. Leo ríe suave—. No me lo habías dicho antes. Me siento traicionado completamente.

— Traicionada, Rock. Usa el término femenino en ti — ¡Ay! Que no acostumbro. — Los usó para lectura o ver a lo lejos, no tengo una buena vista en realidad.


— Ni que lo digas —Lo miró unos segundos, sus mejillas se sonrojan—. Luces lindo con ellos… Oye, me dejas copiar tus apuntes, me duelen los ojos con lo blanco del pizarrón —Leo asiente y mueve su libreta—. No, primero acaba, ya te la pediré.


Cal voltea varias veces y me hace gestos raros y le sonrío. Zack también voltea pero no hace nada más que ver a Leo escribir y mirar los apuntes. 


Estoy seguro que lo que dice el maestro debería entenderlo pero no logro hacerlo, tengo una concentración tan horrible que tampoco sé porque le pedí a Leo que se sentara junto a mí.


El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora