Capítulo 11

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— ¿Estás segura de poder comer eso? —Su mirada me parece de otro mundo, claro que puedo.


— Obvio, why not? —Le sonrío, sosteniendo mi bote de helado en las manos hasta ubicarnos en un buen lugar mientas su hermanito está planeando cosas raras con más niños. El lado de chocolate tiene almendras, así que ese es el primero que ataco a cucharadas que nos han dado—. ¿Quieres o te me quedaras mirando cómo me mancho? —Le sonrío, Leo frunce la frente y se acerca con la cuchara a sacar de la vainilla—. Prueba del chocolate, está buenísimo —sugiero, y luego de comer de la vainilla coge del chocolate.

— Uau —carraspea—. Sí… está bueno —susurra, se ve algo inquieto—. A Ángel le agradas.


— Puedo notarlo, no me deja tranquilo… ¿Por qué me has invitado? Es obvio que Ángel tenía sus planes —Leo traga saliva. No soy tan imbécil para notar que a Ángel le importa un comino mi presencia.


— Nada, sólo no quería aburrirme… si-siempre me deja solo esperándolo —dice bajando la mirada.


— ¿En serio? Qué raro —digo con ironía.


— Sí, no sé por… oh, claro —suelta una risa pequeña una vez que entiende—. Sé que no soy la gran compañía ¿vale? Pero debe ser más por su edad y esas cosas de pequeños niños de doce años —sé que no debería decirlo pero; OMG, Leo no ha tartamudeado—. ¿Qué hacías tú los sábados?


— Básicamente como me has ido a buscar; dormir tarde y quedarme en casa. A veces solíamos salir con los chicos pero desde que me ha estado yendo algo malito en las materias me quedo en casa —respondo, metiéndome otra cucharada de helado en la boca. Vainilla no me ha gustado, espero que a Leo sí, así se lo coma todo.


— ¿Estás castigada? —Suelto una risa.

— No, no, me da pereza salir, mayormente. Me he sentido débil y además estoy pasando el resfrío —asiente. Volviendo a comer helado, pero esta vez de frutilla con chispas de maní—. ¿Usas lentillas? —pregunto. Leo se remueve y al voltear a verle, esta colorado como un tomate, negando con delicadeza.


— No. Siempre me preguntan eso —sonríe.


— Es que son bellísimos. Los míos son básicos. Puaj —vale, no tengo drama con mi color de ojos, pero definitivamente los de Leo son envidiables a morir, es como  mirar un océano limpio y puro, además de que se delinea negro y produce que resalten un montón.


— Los tuyos son delgados y finos, te quedan lindo con tu rostro —él trata de ser cortes. Oh, vamos, estoy cachetes, ojos finos son mucho peor, pero no voy a decirlo, sonaría como una insegura, muy parecida a Cal. ¿Dónde estará a todo esto? Solíamos hablar los sábados sobre cualquier banalidad o trabajos los cuales me ayudaba.


— ¿Estás en mi salón, verdad? —me mira un par de segundos antes de asentir con seriedad ¿le ha molestado algo? — ¿Tenemos trabajos esta siguiente semana?


— Mmm —friega su nariz y mira hacia delante—. No, creo que no, pero me han pedido que hagas algunos trabajos para mejorar tu rendimiento…podrían darte algún tipo de puntuación por ello.


— No me apetece, sinceramente ¿por qué has tomado el curso de clases? Debe ser una mierda ayudar a los descerebrados —Leo se ríe con gracia, su risa es bonita y áspera.


— No digas esas cosas —le parece divertido, así que vuelve a tomar algo más de helado del bote—. Supongo que fue sugerencia desde dirección, además de que lo comente con Fernando y…

El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora