Capítulo 22

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— Espero que estés consciente de lo qué harás ahora en adelante porque sumarán una consecuencia —Orlando me dice metiéndose la tostada que he preparado para el  desayuno. Lo miro molesta y no le respondo. Me estoy comenzando a hartar de la casa cada segundo cuando está él aquí. Todos los días es el mismo discurso con diferentes palabras enfocados al mismo punto.

— Bueno, ya debo irme —papá se levanta, nunca se mete en este asunto. Es como parte de la mueblería de la casa.


— Suerte —le dice su hijo, y tengo la pequeña imaginación de verlo con el delantal puesto y una falda rosadita mientras le da un beso en la frente al viejo. Aunque claro eso sólo pasa en mi mente.


— También me voy —aviso, aunque no me importa si me escucha y me levanto de la mesa para ir por mis cosas.


— ¡Hoy debes regresar temprano! —me grita desde la cocina.


Subo las escaleras para lavarme los dientes en el baño y salir finalmente de ahí.

Dejo puesto el reproductor conectado de los auriculares a mis oídos y me voy sobre el skate a dirección opuesta al instituto. No tengo ganas de que sea mi madre alguien tan imbécil como Orlando.



— La chica Rocket —me saluda el tipo de barba—. ¡Hey, Lucas! —llama la atención y el chico rubio y más joven de ellos voltea hacia nosotros—. Tú preguntabas por ella el otro día.


— Rock. Hola, mucho sin verte —me saluda Lucas mientras se acerca y me deposita un beso en la mejilla.

— Hola, chicos ¿Salen temprano hoy? —Les pregunto. Ellos se miran entre sí y luego voltean a mí sonriendo.

— Hoy no, sólo son los viernes ¿Pasó algo? —esa respuesta me deprime y levanto mi tabla del suelo.

La construcción sigue en marcha, han despejado bastante el suelo dejando algunos árboles aún en pie.

— Pensé que podríamos volver al bar —les digo sonriendo. Ellos se ríen y me invitan a ir con ellos, Lucas me pone su casco de constructor y me lleva tomada del hombro en dirección donde puedo distinguir que se encuentra Antonio y un par de trabajadores más.

— ¡Antonio, mira quién vino a visitarnos! —Antonio voltea a vernos, su risa desaparece cuando me ve y avanza a nosotros.

— ¿Qué haces aquí? —pregunta, no parece agradarle mi presencia esta vez, pero ignoro ese gesto y le sonrío.

— Hola, sólo andaba de pasada —miento puesto era mi único objetivo desde que había salido de casa.

— Debes estar ahora en el instituto —me dice y me lleva dentro de un contenedor que parece ser una oficina por dentro—. Siéntate —me invita. Cierra la puerta y suspira—. ¿Cómo estás? —me da un vaso de agua fresca la cual acepto. El lugar después de todo no es nada cerca y venir con el skate y algo de sol es cansador.

— Gracias —le agradezco el agua y lo bebo completamente—. La verdad no muy bien, me estoy hartando bastante de la situación en casa —mi celular vibra unos segundos, me asusta y lo saco de mi bolsillo del polerón para ver mensajes entrantes de Cal preguntando si iré o no a clases. La hora de entrada está cerca. Pero los ignoro—. Vamos al bar hoy —le digo sonriendo—. Aún me quedan un par de cigarrillos —saco la cajetilla de mi mochila.


— Ya veo —se sienta a mi lado—. Aunque no creo que sea bueno ir hoy, es mitad de semana —sonríe, sus ojos miel me transmiten tranquilidad. Suspiro, mirando mis manos sobre mis piernas. No puedo hacer nada por ello—. Entiendo que las cosas vayan mal, pero el alcohol no es para solucionar los problemas, es solo una bebida que se comparte entre amigos…

El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora