Capítulo 5

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Saliendo de clases me despedí de Cal junto a su novio Zack.

¡Auch!

Pensé que no dolería decir aquello. Bueno, tampoco es que ya fuera grande lo que sentía, pero aún así dolí un poco. No es fácil, nunca lo será.

Monté mi skate mientras enviaba un texto a mi padre, no quería llamarlo, por algunas razones, las dos importantes es que, no tenía saldo para llamar sino solo para textos, y él podría estar en pleno empleo, si es que tuviera para llamar, y no quería molestarlo. A pesar de que él no llegaba muy temprano a casa, tenía necesidad de mantener el orden que había impuesto siempre de estar informándole ciertas cosas, obviamente quitando algunas como mi escabullida de ayer. Tampoco quería que desconfiara de mí, de hecho dudo hacerlo en algún momento, él es demasiado cool para eso, ciertamente tiene sus límites como toda persona, pero eso no quiere decir que deba aprovecharme de eso. En fin, le explique brevemente mi situación y lo que me había sentenciado todos los días después de clases a partir de hoy. Gracias al cielo y era viernes. Todo iría bien, papá no es de esos corruptos, al contrario, es tan loco como un adolescente y no llevamos demasiado bien, es el tipo de padre comedia en películas, lo que es grandioso para mí y mi hermano, aunque él ya es lo suficiente maduro para nuestras tonterías, sin embargo, él también tiene su lado en algún momento. Explico demasiado mal, joder que mala narradora soy, lo siento.

Recorrí una par de cuadras cuando ya sentía la cara caliente y ardiendo por el sol. Grandioso, ya me estaba quemando nuevamente. La nariz me seguía molestando junto con la garganta, el pecho se me apretaba de tanto exponerme al sol y el cansancio que sentía al tener el cuerpo levemente enfermo. No entendía cómo era posible que me obligasen a tamaña tortura de estudiar enferma.

Entré a un barrio bastante ostentoso, se veía más que bien. Como jamás había venido por estos lados, no le conocía de nada. Valla cambio después de cinco cuadras del insti . Y uno que vive en un barrio normalito bastante humilde, a decir verdad, y no es que me queje, no, claro, pero si pasas de un lado a otro se ve la diferencia, el jardín, la amplitud de espacio entre la entrada de casa a la vereda esta mucho más a lo que acostumbraba. Comprobé el número de aquella casa con el que había escrito en mi antebrazo derecho. Era de una fachada pálida, grandes ventanales, dos pisos, la entrada techada y la terraza en la cual había una silla estilo banca para dos o tres personas elevada, me imagine a un hombre con barriga meciéndose, tocando un ukelele y una pajilla en los labios, una imagen muy campesina. Me detuve en la entrada tomando mi tabla del suelo dejándola a un costado de mí, subí los tres peldaños del escalón y me pregunté si realmente estaba obligado a hacer esto, digo ¿Me supervisaban?

<< Sí, realmente sí lo es. >>

Mi conciencia no me fallaba, y es que inmediatamente recordé lo que había dicho la señorita Suárez antes de marcharme del lugar: "Llamare a Leonardo para comprobar que has ido. " ¡Jo! Que mal. Con mi dedo índice presione el timbre y se escuchó es típico Ding-dong rebotando por dentro de aquella casa. Acomodé mi cabello por culpa del viento tibio que invadía la ciudad, y es que al tiempo no le bastaba con tener el menudo calor, no, para nada, así que se las ingeniaba y tiraba del tibio viento, calentando aún más mi rostro de paso y haciéndome sentir mucho más resfriada. Hay cosas que uno odia de por vida, una de esas es resfriarte por verano, valla mierda (o por lo menos yo lo odio).

Oí del otro lado de la puerta de madera que alguien correteaba dentro, parecía ser un menor, así que esperaba que fuese un hermano o hermana. Bueno, no es tan malo por lo menos, de seguro estaban los padres y yo no me enfrentaba a un psicópata asesino que podría matarme y luego esconder mi cadáver. ¿Exagerar? Para nada. Nunca sabes que puede pasar si no conoces al chico que será un tipo de maestro. Supongo él era uno de los chicos de intercambio, eso no había pasado hace mucho, creo que una o dos semanas, y debo agregar que los de intercambio no estaban nada mal.

El último chico del salónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora