Cap. 6

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Aún sigo debajo de la cama de Joaquín.

Miro como saca un cuaderno azul y una lapicera del cajón de su mesa de luz. Escucho como escribe, borra, suspira y vuelve a escribir. Arranca la hoja y la tira al piso. Por suerte no la arrugó.

Levanto la cabeza con cuidado para no golpearme y revelar mi presencia.

Logro leer algo de su hermosa caligrafía.

"Por una mirada, un mundo;

Por una sonrisa, un cielo;

Por un beso... ¡Yo no sé

qué te diera por un beso!"

Abajo el nombre del autor: Gustavo Adolfo Bécquer.

-¿Por qué mierda estoy escribiendo poemas de un sujeto que no conozco?- pregunta para sí mismo.

Deja el cuaderno en su mesa de luz.

-¿Por qué mierda estoy enamorado de una chica que nunca podrá estar conmigo?- sigue preguntándose a sí mismo.

-¿Por qué mierda hablo solo?- Joaquín se levanta- ¡Ángeles!

Abre la puerta y se va.

Salgo de debajo de la cama. Corro hacia la puerta y cuando la estoy por abrir alguien la abre. Me quedo rígida como una piedra, igual que Joaquín que no puede creer que esté frente a él.

-Antes que nada, no te vi, me tapé los ojos.

Joaquín me tapa la boca con una mano mientras entra y con la otra cierra suave la puerta.

-Tenemos que irnos.

Lo miro confundida.

-Sara aceptó que te vayas con tu padre, pero no voy a dejar que te vayas con él.

-¿A dónde?

-No sé, eso me preocupa más.

Me toma de la mano y me acerca a la ventana.

-Ni pienses que voy a saltar por ahí -le digo.

-No vas a saltar, primero iré yo, vos copiame.

Joaquín abre la ventana y de una forma rara termina sobre la rama del árbol a unos centímetros en frente. Lo imito casi igual, me resbalé en varias ocasiones y terminé abrazada a la gruesa rama. Una vez que llego hasta él, la puerta se abre. Éste me tira contra él. Estamos abrazados en plena noche, en la rama de un gran árbol. Me tapa la boca con una mano. Ya se le está asiendo costumbre.

Miro hacia la habitación. Al estar todo oscuro no nos ven. La luna ilumina, pero parece como si una oscuridad nos cubriera.

Sara sale de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Me debe estar buscando.

Joaquín me suelta y bajamos del árbol de prisa, pero con cuidado de no caernos. Una vez en el suelo me doy cuenta de que no sé a donde ir y a juzgar por su mirada, él tampoco.

Un lugar cruza por mi mente.

Tomo la mano de mi no hermano y empiezo a caminar.

Luego de unas cuadras, llegamos a una casa. Trepamos las rejas y entramos por una ventana rota.

Hace mucho tiempo que no venía aquí. A la casa de mi abuela, Noemí.

El monstruo debajo de mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora