Los siguientes tres días después del sueño de la habitación blanca, los pasé pensando en por qué mi no madre, Sara, no le avisó a la policía que desaparecí o algo así.
Estuvimos dentro de la casa e Ian era el único que salía a comprar o lo que sea que hacia para conseguir pan de hoy y comida.
El chico de ojos celestes y yo nos hicimos más unidos. No me contó de porque es así, porque está conmigo ni nada, pero al menos me dijo que le dijera Ale.
-¿Es por Alejandro? -le pregunté.
Estábamos sentados en el patio, esperando que Ian traiga algo para la merienda, además de la comida para la cena.
Pestañeó dos veces.
-¿Por qué no me hablas?
-Me da fiaca -responde sencillamente.
-Idiota -me rio -¿Es por Alexis?
-¿Por qué querés saber?
-¿Como no voy a querer saber cosas sobre vos? ¿Acaso es normal no querer saber nada del monstruo debajo de la cama que se transforma en humano?
-Para mí sí es normal- dice, luego se encoje de hombros.
-Es que vos sos raro, por eso te parece normal.
-Vos sos rara.
-Ambos lo somos.
Ian se sienta a mi izquierda.
-Traje pan y manteca, de cena hay fideos.
-Qué novedad- digo con sarcasmo.
-Es lo que puedo comprar con lo que tengo, agradece.
-¿Gracias? -de pronto siento una sensación conocida -Ya vuelvo.
Corro hacia el baño.
Mierda.
Sentada en el inodoro me estiro buscando en los cajones. Nada.
-¡Ian!- grito.
-¿Qué pasa?- pregunta en un tono un poquito molesto.
-Necesito urgente que compres algo.
-¿Papel? podrías lavarte, así ahorraríamos. Y de pasada, podrías dejar de quejarte por todo, así ahorrarías saliva.
-Me vino. Necesito toallitas.
Ian se queda callado del otro lado de la puerta.
-Toallitas, de cualquier marca. No tampones. Y si es posible con alas.
Escucho como Ian se aleja.
Luego de un rato, en el que de una manera mágica dejé en agua mi braga, Ian golpea la puerta. La abre un poco y mete la mano, con una bolsa colgando de el índice.
-Gracias -digo tomando la bolsa.
Salgo del baño y voy a la cocina, donde Ian prepara panes con manteca.
-Gracias -digo mientras me siento -Por todo.
-Hm -es lo único que me responde.
-Maldito, encima que te agradezco bien -me levanto y me dirijo a la puerta trasera que da al patio.
Ian estira su brazo y agarra el mío.
-¿Ahora qué? -le pregunto de mala gana.
-¡Estaba tragando! No puedo hablar con la comida pasando por la garganta.
De pronto me siento una mala persona.
Una muy mala persona que no le agradeció cuando debía. Que no le agradeció que comprara comida ni que la cocinara. Que me comprara las toallitas femeninas ni que hiciera pan con manteca.
-Perdón.
Corro hacia la habitación de mi abuela. Cierro la puerta y me echo en la cama.
Recuerdo que no tengo ropa interior. Me levanto y busco en los cajones. Encuentro un conjunto de ropa interior. La braga con el brasier (corpiño). El conjunto es de un violeta hermoso con unas rosas negras en la parte de la copa.
Tomo el brasier y lo pruebo contra mis pechos. ¡Dios! Parece que fuera de mi talle.
Me saco el vestido y el corpiño. Me acerco al espejo grande colgado en una puerta del ropero y me veo. Tengo la piel demasiado blanca. Mi cabello rubio es liso, pero no tan liso. Mis ojos verdes no me gustan, parece que como son tan claros hacen que alrededor de mis ojos enrojezca. Mis labios finos. Miro mis pechos, con mi mano derecha toco mi pecho derecho; entra justo en mi mano. ¿Por qué son tan pequeños?
Me pongo la ropa interior de mala gana.
Me miro en el espejo. Mi piel blanca contrasta con el color de la ropa interior. Mi cabello rubio hasta pasando los hombros es hermoso. Mis ojos verdes parecen aun más verdes. Mis lindos labios rosas. Mis pechos son lindos también.
Soy hermosa y me gusto tal como soy.
Con ese pensamiento en la cabeza busco ropa. Hay un vestido corto hasta debajo de la rodilla. Es violeta de la parte de la cintura para abajo y negro de la cintura para arriba.
¿De donde salen estos vestidos?
Siempre que busco ropa hay prendas grandes de mi abuela y un solo vestido que como por arte de magia, no vi la vez anterior. Ayer había uno rosa claro con celeste y hoy está el violeta con negro. Sigo buscando, para ver si hay alguno que pasé por alto, pero no, no hay nada, solo ropa grande de mi abuela.
Ahora que me doy cuenta. El vestido hace juego con la ropa interior. ¡Que chuchi!
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El monstruo debajo de mi cama
RandomÚltimamente, todas las noches a la misma hora de la madrugada, María de los Ángeles se despierta por un ruido. Pero cuando enciende la luz no hay nada ni nadie. Su padre y su abuela desaparecieron hace tiempo y nadie sabe de ellos. ¿Tendrá algo que...