En las espaldas.

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-Quiero que tengas esto, hijo...-Mi padre me entregó el colgante de mi madre, una vieja cruz de plata, que pasaba de generación en generación, a la primera hija de la familia-. Anoche, no me paraba de decir que te lo diera...

Me detuve un momento, acariciando la cruz... Ella, nunca se oponía a que hiciera mi vida. Aunque era reacia a que jugara con los muertos; según ella, yo no tenía el poder de verles; simplemente, les cabreaba y se manifestaban. Por eso, era contraria a mi programa.

Respiré hondo, aguantando mis lágrimas. Y me puse el collar, necesité la ayuda de mi padre, porque me temblaban demasiado las manos.

-Esto, te protegerá. Igual que le protegió a ella... Llévalo siempre contigo...

Al poco rato de llevarlo puesto, la cruz, empezó a quemarme en el pecho. Recordaba esa sensación, por lo que instintivamente me lo retiré por fuera de la camiseta. Me pareció oír, detrás de mí, unas risas. Pero se trataban de las de una familia que se encontraba en otra de las habitaciones.

-¿Estás bien? Te veo un poco pálido...-Dijo mi padre, sujetándome preocupado-.

Seguramente, sería, que le tendría algún tipo de alergia al material del que estaba compuesto el colgante. Nunca me había gustado la bisutería. Pero, ese collar, ya nunca me lo quitaría...

Cuándo nos marchamos del hospital, el ambiente estaba diferente. Las nubes cubrían el cielo, un cielo gris y encapotado, amenazaban lluvia. El aire, frío pero todavía seco; acariciaba nuestras gargantas, haciendo imposible salivar. No sentía las manos. Y me dolían las rodillas. El frío no es nada bueno para las articulaciones...

Volvía a recordarme mi infancia, todos los días que pasé luchando; cuándo me armaba de valor, hacía esos días: fríos, grises y lluviosos... No sé, si se trataba de un mal fario, si debía pasar un poco más de tiempo con mi familia; o si por el contrario, debía marcharme y seguir con mi faena. Sentí qué algo iba mal. Pero, no podíamos ausentarnos por más tiempo en el trabajo.

Las calles estaban abarrotadas por un denso tráfico, teníamos que atravesar dos avenidas. En la ciudad, desplazarse, es como en un gallinero; cada uno mirando por lo suyo, tratando de conseguir algún buen grano. Sé, que no es la metáfora adecuada. Porque de normal, los gallineros, son sitios muy tranquilos. Y no nos damos cuenta... Pero no me gusta moverme entre empujones. Por eso, de normal, acostumbro a que me lleven. O bien en taxi, o acompañado por Dexter o MeiShui. Si voy sólo, siempre me acabo desorientando...

Afortunadamente, siempre encuentras personas dispuestas a dejarte paso.

-¡Mi bolso!-Exclamó MeiShui-.

Un hombre montado en una bicicleta se lo había robado. En él, teníamos el portátil y todo lo relacionado con las investigaciones. MeiShui corrió tras él...

-¡MeiShui!¡Que no escape!-Le grité-.

-"Ja, ja, ja..."-Me pareció oír detrás de mí-.

Entre la multitud de curiosos, me pareció bochornoso que a alguien, le pudiera causar gracia ver como a una chica le robaban...

Pero eso, no me preocupaba. Ahora me encontraba en la mitad de la ciudad, sólo y desorientado. Con Dexter, pero desorientado. Decidí esperarle en el otro lado de la avenida. Le habían robado a la chica equivocada.


Cuándo me reuní con MeiShui, le acompañaba un chico, un poco alto y con el habla anglosajona. Le había ayudado a recuperar el bolso y aprovechó la situación para tirarle los trastos.

¿Pero quién se creía? Con esa voz grave y roncándola aposta... Me cayó mal desde el primer momento...


Ojos en la oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora