CAPITULO 2

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Cuando llegó, la puerta se encontraba abierta de par en par. Camila ya estaba tranquila, aunque se veía triste, llorosa. Sus ojos reflejaban más intensamente que de costumbre el rojo de su suéter de cuello alto. Debby la acompañaba, vestida de negro, sombría como siempre.

La ambulancia se había llevado al profesor Hernández y la policía había acordonado con cinta amarilla la mayor parte del patio, desde el cerezo hasta la escalera que llevaba a las habitaciones del maestro. Había varios agentes, unos vestidos de civil, otros con uniforme; uno tomaba medidas: otro, fotografías; otro más hacía dibujos; una mujer de bata embarraba algo en un portaobjetos de laboratorio. Otra le hacía preguntas a Camila: que a qué hora exactamente descubrió el cadáver, que si no lo había movido ni tocado para nada, que si no notó nada raro al llegar a la casa. La chica estaba muy nerviosa y los policías la trataban con consideración, cosa rara en esa gente, pensó Lauren.

-Son preguntas de rigor- le explicó la tipa policía-. No estamos investigando ningún crimen.

-¿No mataron al maestro?- ella miró hacia una lejanía inexistente para no soltarse a llorar.

-No. El señor murió de un ataque al corazón.

-¿En el patio?

-Al parecer salió en la madrugada por algún motivo, tal vez ya se sentía mal y quiso buscar ayuda.

-Entonces no lo mataron- repitió Camila, con cierto alivio.

-No. Pero tal vez alguien haya entrado a la casa. Un ladrón, alguien a quien él no conocía. Dices que no notaste nada raro, ¿verdad?

-No señorita.

-¿El zaguán estaba bien cerrado?

-Sí. Como siempre.

-Ese vidrio- señaló la mujer hacia una ventana alta-, ¿ya estaba roto?

Camila puso cara de sorpresa.
-¡No lo había visto! ¿Se robaron algo?

La mujer negó con la cabeza.
A Debby y a Lauren también las interrogaron, por separado. A Lauren le preguntaron ¿cuándo fue la última vez que vio al maestro?, ¿por qué Camila tenía llave de la casa? ¿quiénes más lo visitaban?...cosas como esas.

A ella le divirtió todo ese circo. Además la tipa era simpática. No era que a Lauren le diera ni frío ni calor la simpatía de las personas, pero a veces trataba de ver lo que le ocurría como si ella no fuera ella, como si fuera otra persona. Por eso no puso mucha atención a lo que decía la policía: estaba mirando su ropa, pensando que tenía un busto demasiado grande y esa chamarra como de hombre parecía obedecer al propósito de disimularlo un poco. La mujer debió de pensar que su distracción era prueba de su inocencia porque casi luego, luego la dejó en paz. Aunque se le quedó mirando a las cicatrices que tenía en los antebrazos.

-A ver eso- le ordenó.

Lauren le enseñó las marcas.

-Tu te lo hiciste ¿verdad?

-Si. Yo sola.

Mirada dura, incriminatoria, casi de asco. Y luego el sermón, como siempre.

-Alguien que se hace daño a sí mismo no tiene problemas en hacer daño a los demás.

Respuesta: una mirada inexpresiva.

-¿Y ese tatuaje?- Lauren tenía una mariposa tatuada como una pulsera en la muñeca derecha.

Otra vez la mirada inexpresiva, el silencio retador.

-Está bien. Vete ya.

Pero Lauren no se fue. Se quedó ahí parada. La que se alejó fue la mujer porque la llamó un tipo de bigotes de morsa:

-¡Demi!- le gritó-Venga, por favor.

Casi terminaba todo eso cuando llegó Allyson. Era ejecutiva o algo así en un canal de televisión: la joven y brillante señorita Hernández. Venía con un traje sastre gris debajo de un abrigo negro y se veía que había llorado, pero estaba tranquila. Preguntó quién era el jefe.

-El comandante Cowell- le dijo un policía de uniforme, señalando al bigotón.

Allyson ni siquiera dio las gracias. Fue directo a hablar con el tipo ese. A las muchachas no las saludó ni siquiera las miró.

No estaba de buen humor. A sus ojos, esas chicas eran unos parásitos que se habían aprovechado de las excéntricidades de su padre para sacarle dinero. Lauren le caía especialmente mal, como todos los vagos, y no le gustaba que Camila se juntará con ella: parecía una buena muchacha y sólo se echaría a perder.

A Debby como que le tenía lastima, por su condición. La muchacha padecía de un problema en la espalda: era jorobada. No se le notaba mucho si estaba quieta, si se quedaba parada o sentada; pero, una vez poniéndose de en movimiento se desplazaba de lado, trabajosamente, como una araña lastimada, sufriendo. Con sus faldas largas, negras, y su bastón de anciana siendo una adolescente.

A Allyson también le hicieron preguntas, aunque menos y con una actitud más respetuosa.

"Claro- pensó Lauren - como es una persona importante..."

Los policías comenzaron a irse; al final solo quedaron el comandante y la tetona que hacía las preguntas. Se pusieron a discutir algo en un rincón. Mientras tanto, Lauren se dio cuenta de que Allyson sacaba su célular y llamaba a alguien, y se acercó lo más que pudo para poder oír mejor.

-Fue un ataque al corazón- dijo Allyson con una voz neutral, fría, como si el muerto no hubiera sido su padre -. Si, ya lo confirmaron allá... Bueno, no creen que sea necesario hacer ningún examen. No había huellas de violencia... No, lo que pasa es que al parecer alguien entró a la casa... Pues sí, eso pudo haber sido: por eso salió en la madrugada... Ya te lo expliqué: algo vio o escuchó que le causó una impresión muy fuerte... También tengo trabajo, por si no lo sabes... Ya sé que no hay vuelos directos... Bueno, ¿entonces no vas a venir?... Pues no sé ni me importa. Eso es tu asunto... Está bien. Sí. Luego hablamos... Luego hablamos- repitió, torciendo la boca con un gesto de contrariedad, y colgó porque se dio cuenta de que los agentes la estaban esperando para preguntarle algo más o despedirse.

En cuanto se marcharon, se dirigió adonde estaban las tres chicas. Se les quedó viendo a Lauren y a Debby con una mirada de repugnancia, como si apestaran. Y luego se dirigió a Camila:

-Mi papá te tenía aprecio. No te eches a perder con malas amistades: no vale la pena.

Enseguida les pidió que le devolvieran las llaves.

-No tengo tiempo para ver hoy al cerrajero- dijo -,pero mañana mismo cambio todas las cerraduras. Ya no tienen nada a que venir.

-Yo no tengo llave- mintió Lauren.
Allyson se conformó con las de Camila y Debby quienes no se atrevieron a mentir.
Al devolverla, Camila pareció acordarse de algo:
-Oiga.

-¿Qué pasa?

-Es que... yo todavía tengo unos libros del maestro. ¿Cómo le hago para dárselos?

Allyson dejo escapar un supiro hondo, angustiado, como si ya estuviera cansada de estar entre extraños, tratando de ocultar el dolor que sentía por su padre.

-No puedo pensar ahora en esas cosas- sacó de su bolsa una tarjeta y se la entrego a Camila -Llámame en unos días.

Todavía no terminaba de leerla cuando ella añadió:
-Ahora retirense, por favor. Necesito estar sola.

SÍNDROME DE MEURSAULT (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora