CAPITULO 17

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-¿Entonces no encontraron nada?- le preguntó Camila al día siguiente, cuando supo de su incursión nocturna.

Iban caminando por las calles del centro de la ciudad.

-Vimos... algo- Lauren hubiera querido ocultarle lo de la sombra a Camila, pero no estaba acostumbrada a mentir; en todo caso le parecía más engorroso que decir la verdad.

-¿Algo como qué, Lolo?

-Una sombra... como de un animal raro... grande.

-¿D-d-dónde estaba?- tartamudeó Camila.

-En la azotea. Pero subimos a ver qué era y no encontramos nada. No la alcanzamos.

-Se ha de haber escondido.

-Se ha de haber ido. Era muy ágil: como una ardilla en un bosque.

-¿Crees que fuera el Grimmur?

-No sé. A veces pienso que es una persona.

-Ya me lo has dicho.

-Alguien que se ha disfrazado para asustar. Alguien extremadamente ágil: un trapecista, un ninja... un mono. No sé. Encontramos una mancha como de pintura. Estaba en los ladrillos del barandal, como si alguien se hubiera raspado al correr. Fosforescente.

Camila se quedó pensando. Empezó a negar con la cabeza sin decir nada, como si estuviera discutiendo consigo misma.

-No- dijo finalmente -. No me convence... hay algo en tu teoría que no me convence. ¿No encontraron huellas ahora?

-Sí.

-¿Como las del otro día?

-Sí.

-¿Lo ves?

-¿Y la pintura? ¿Cómo explicas lo de la mancha fosforescente?

-Lern, la pintura no se raspa así cuando ya está seca. Haz la prueba: pinta algo y luego trata de dejar una mancha. Verás que no es posible.

Lauren dudó otra vez. Intuyó borrosamente que Camila tenía razón. Normani tampoco aceptaba la teoría del cirquero ninja.

Sí, tal vez era ella quien estaba equivocada.

-Yo creo que era otra cosa, Lern. Llámalo Grimmur, llámalo... no sé. El maestro Hernández estudiaba magia negra y esas cosas. Hablaba de cuando los judíos de Praga crearon al Golem. Decía que los monjes del Tíbet eran capaces de crear demonios artificiales.

-Sí, lo oí una vez. Los tulpas, ¿no?

-Sí. Los tulpas.

Camila se sentía perturbada. Incluso dejo de hablar, raro en ella.

A fin de distraerla, Lauren se detuvo ante el aparado de una zapatería de los portales.

-¿Te gustan esos zapatos?- con el dedo, imprimiendo su huella dactilar en el vidrio, señaló unos zapatos rojos de charol con un enorme tacón transparente que parecía de cristal.

-¿Para mi o para mi mamá?... ¿o para ti?- preguntó Camila, admirada de que a Lauren le hubiera llamado la atención algo así.

-Para mí. ¿Tiene algo de raro? ¿No puedo ser femenina alguna vez?

-Es que no te imagino. ¿Sabes caminar con ellos?

-Pues no. La verdad, no me los pondría aunque tuviera dinero. ¿Te imaginas? ¿Cómo corres con una cosa así? Pero igual me gustan, aunque con otro tacón; me los compraría y los guardaría sin usarlos para que siempre estuvieran nuevos; sólo de vez en cuando los sacaría de su caja y me los pondría un momento, nada más para ver cómo se ven en mis pies.

SÍNDROME DE MEURSAULT (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora