CAPITULO 20

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Cuando llegaron a la casa de Jerry, Normani ya las estaba esperando. No en la puerta, por supuesto - ella no habría cometido una indiscreción así -, sino en algún lugar cercano, oculta entre las sombras.

Camila no la esperaba y su presencia la sorprendió y, un poco la desilusionó. Pero estaba demasiado emocionada para protestar.
Además su temor era otro:

-Oigan, ¿y si nos sale el Grimmur?

-Le damos en su madre- le dijo Normani, dándole una palmada en el hombro.

-No se va a aparecer hoy- añadió Lauren -. Anda muy ocupado buscando a Allyson.

De todas maneras, Camila no se tranquilizó por completo hasta que estuvieron en el estudio del maestro, con la luz encendida.
Lauren la sentó ante el escritorio y le puso enfrente un alteró de libros:

-Échale un ojo a esto.

Y, mientras Camila hacía su trabajo, Lauren y Normani se sentaron a fumar en el sofá. No por mucho tiempo.

-Voy a ver si encuentro algo de la cosa en la azotea- anunció Normani en cuanto se acabó su cigarrillo.

Lauren hubiera querido ir con ella, pero sabía que a Camila no le gustaba quedarse sola, así que se puso a mirar entre los libros y tomó el único que estaba en español: una edición ilustrada, de Pinocho, de Carlo Collodi.

Pero pronto se aburrió y empezó a bostezar. Había sido un día largo, lleno de cosas, y estaba cansada. Así que volvió al sofá, subió los pies, se acurrucó tan cómodamente como pudo y se quedó dormida.

Camila se dio cuenta y dejó de leer; se levantó sin hacer ruido, se acercó a ella y se puso a contemplarla.

Nunca la había visto dormir; nunca la había visto relajada, indefensa. Acarició con su mirada los párpados cerrados, blancos, que reflejaban como pequeñas lunas la luz dorada de la lámpara; los labios entreabiertos, húmedos; el mechón de cabellos oscuro que le cruzaba la mejilla...
Pero no habían pasado ni quince minutos cuando la expresión de inocente placidez de Lauren empezó a distorsionarse: la boca se tensó y la respiración se volvió agitada, los párpados temblaron como si hicieran un gran esfuerzo por abrirse...
y de pronto se abrieron y Lauren se incorporó gritando:

-¡Ayúdenme!

Camila no supo qué hacer, pero el grito atrajo a Normani, quien habría estado cerca porque apareció enseguida.

-¿Qué pasa?

-La sombra... me atacó - balbuceó Lauren.

-Fue una pesadilla - la tranquilizó Camila -. Yo estaba aquí y no vi que se te acercara nada.

-Si- aceptó Lauren -. Fue una pesadilla.

Trataba de recordar. Soñó que una sombra muy grande, con alas o algo blando que parecían alas, se echaba sobre ella y la envolvía y la atenazaba con sus patas, unas patas duras y flexibles, de finísimo alambre. Era como una mariposa gigante, negra.. que la ahogaba.
Y ella sentía en su cara, en sus hombros, en sus piernas, las alas resecas y polvosas de la criatura, su cuerpo blando, de una suavidad inerte como las manos de las personas infinitamente ancianas.

En su sueño, Lauren hizo varios intentos por gritar, pero las alas de la cosa esa, ahogándola con su irrespirable hollín, no la dejaron... hasta que despertó.

Les contó eso de la mejor manera que pudo, tratando de recordar todos los detalles, pero con una perspectiva totalmente distanciada de lo que contaba, como si la pesadilla la hubiera tenido otra persona y no ella. Como sólo una persona con síndrome de Meursault podía contar una pesadilla.

SÍNDROME DE MEURSAULT (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora