CAPITULO 29 (la confesión)

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El sentimiento de que algo malo iba a pasar había estado rondándola durante varios días. Y no es que Lauren no le hiciera caso a su intuición; es que ignoraba de donde vendría el golpe y pensó que se trataba de su padre. Pero ese día fue más fuerte, más ominoso. Ese día, esa mañana, una inquietud inexplicable le dijo que no debía dejar ir sola a Camila.

Pero no escucho.

***

Camila encontró a Debby en la iglesia abandonada. La encontró casi en la puerta porque ella también iba llegando, solo que de otro lado.

-Hola- le dijo.

-Hola- le respondió ella sacando sus llaves y sin volverse a mirarla, como si se tratara de un vecino. Como si estuviera esperando su visita.

Incluso se movía normalmente, erguida, como la muchacha sana que era. Ni siquiera parecía estorbarle el cojín o lo que fuera que se metía en la espalda. Eso si, traía en la mano su bastón, pero no como la prótesis de un enfermo sino como el cetro de una reina.

Era evidente que ya no le interesaba aparentar nada.

-¿Te vas a quedar ahí parada?- le pregunto ella, ya con la puerta entreabierta-. Venias a visitarme, ¿no?

Camila hubiera preferido no entrar: no le gustaba el aire que se sentía en ese lugar. Además le pareció raro ver a Debby sola.

-¿Y Thomas?- le pregunto, usando ese nombre a propósito, deseando tener toda la conversación ahí y sin que fuera necesario entrar-. Perdón, Nicolás.

-Ya sabes todo, ¿verdad? Si, me imagine, Thomas se fue. Dijo que iba a matarse y espero que lo haya hecho.

La información sorprendió a Camila.

-¿Por qué?

-Te cuento acá adentro. ¿No quieres un café? No tengo otra cosa.

Camila acepto, finalmente. Otra vez ese aire enrarecido y oscuro, ese olor a casa sucia, a aceite refrito, a cebolla guisada, a polvo... Debby la paso a la cocina. En cuanto la vio sentada en una silla, puso a un lado su bastón, se saco la joroba, que no era un cojín sino una cosa forrada de cuero, y se quito el gorro negro que traía. Su cabello le cayó sobre los hombros, voluptuoso. Aun bajo esa ropa negra de anciana, Camila reconoció en ella a la misma orgullosa y felina adolescente que había visto aquella noche de la mano de Nicolás.

-¿Por qué se fue Nicolás?

Debby puso el café mientras le contestaba:

-Allyson Hernández vino a vernos con un abogado. Nos interrogaron. Negamos todo, pero no sirvió de nada. Dijo que si no metía a Thomas a la cárcel era por su padre y le ofreció olvidarse del asunto con una condición: que le dijeran donde estaban sus hijas, se las cediera y se comprometiera a no buscarlas jamás. Y para más seguridad, que se fuera mucho a la chingada de esta ciudad. El acepto: no le quedaba de otra.

-Pero dijiste que iba a matarse.

-Eso dijo el. Tenia demasiadas culpas el pobre- se burlo Debby.

-¿Y tu lo dejaste ir así? ¿No lo vas a acompañar?

-¿Como por qué tendría que acompañarlo, a ver? Te recuerdo que era mi amante, no mi padre. No me hace falta, pervertidos sobran en el mundo.

Los ojos de la Debby real brillaron traviesos en la incierta penumbra de la habitación, como ojos de gato en la oscuridad.

Por primera vez a Camila le pareció atractiva. Y peligrosa.

SÍNDROME DE MEURSAULT (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora