Capítulo 3.

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Mi corazón paró. Mi respiración paro. Todo se paró en mi. Era ella... Emily.

- Hola, Casey. – Me sonrió, a lo que yo le devolví la sonrisa, pero quién respondía era mi cerebro, yo aún no reaccionaba que ella estaba acá. – Me preocupaste al no verte en las clases desde Literatura, ¿estás bien? - Me hablaba con un tono preocupado.

- Eh... s-sí. Seguro. – Tartamudeaba mientras veía sus hermosos ojos color azul. Eran hermosos, igual que ella. Reaccioné. – Sólo... me sentí un poco mal, pero no te preocupes. – Miré hacia el suelo.

- Oh... De acuerdo. – Sentí su mirada sobre mí. Me di cuenta que ella aún estaba afuera; qué estúpida.

- ¿Quieres pasar? – Ella sonrió y asintió; yo me hice a un lado para dejarla pasar. - ¿Ya te había dicho que me encanta tu casa? – Ella había venido unas veces acá, y esas veces lo había dicho.

- Sí. – Dije riendo un poco mientras cerraba la puerta. - ¿Quieres beber algo? – Fui a la cocina, abrí el refrigerador y saqué una cerveza. - ¿Una cerveza, por lo menos? – La vi sentada en el sofá, ella me miró y asintió con una dulce sonrisa en su rostro. Maldita sea. Era preciosa.

Fui al lugar en donde estaba y le entregué la cerveza. Ella a lo que respondió con un simple ''gracias''. Luego se tornó un silencio incomodo. Sabía que ella iba a preguntar por qué me fui.

- Y... - Ahí viene. - ¿Por qué te fuiste? – Ahí está.

- Te dije que me sentía mal. – Miraba la cerveza y lo que me quedaba de ella.

- ¿Qué te pasó? – No quería que preguntara eso. – Fue por lo de Literatura, ¿verdad?

Me quedé en silencio mientras que ella esperaba una respuesta. Sentía su mirada fija en mi y tragué saliva, me ponía jodidamente nerviosa. La odio. La amo.

- Sí... - Al fin respondí. No dejaba de temblar, me sudaban las manos y todo el cuerpo.

- Entonces... disculpa por la pregunta... ¿eres lesbiana? – La miré y vi que tenía una hermosa sonrisa en sus labios.

- Sí.

- ¿Y de quién escribías? – Dios, no iba a dejar de preguntar.

Iba a ser valiente y le diría, claro que sí. Abrí la boca. Pero sentí unos fuertes golpes en la puerta y ambas saltamos del susto.

- Mierda. – Murmuré y la miré con tristeza. Sabía que pasaría cuando abriera esa puerta. Pero no había salida. – Sube las escaleras, ya sabes dónde está mi habitación; enciérrate en ella y no abras por nada del mundo, yo abriré. – Me miraba confundida pero me hizo caso.

Cada vez se oían más fuertes los golpes en la puerta. Ya se había enojado el hombre que venía siempre a la casa, borracho. El hombre que no me soportaba desde que mi madre murió. Respiré hondo y abrí la puerta lentamente. Sabía que pasaría. No debí dejarlo esperar tanto afuera. No pude abrir la puerta completamente cuando él ya la había empujado fuertemente, y agarrándome del cuello mientras cerraba la puerta con el pie.

- ¿Qué haces aquí? – Su cara estaba a unos centímetros de mi, pero gritaba, su olor era horrible, seguramente no fue a trabajar y salió sin haberse bañado, además de su aliento olor a todos los licores posibles. – Deberías estar en el colegio, perra. – Un golpe en el rostro, así comenzaba todo. Iba a tocarme el rostro pero él me tomó más fuerte del cuello. Me golpeó en el estómago con su mano libre y sacó todo el aire que tenía. Respiró hondo y me miraba, irradiaba odio y rabia. - ¿Estabas tomando? ¿Y de mi cerveza, perra? – Me soltó del cuello e intentaba respirar. No sin antes toser. Me pateó el estómago, el poco aire que había respirado salió de nuevo. – Aprende, imbécil. – Me pateó en la cara. Eso dolió más que nada. Sentía la sangre salir por mis labios. Se agachó y se acercó a mí. – Te odio. – Se levantó de nuevo, me pateó el estómago, luego la espalda. Hice un gesto de dolor, y grité fuerte. – Cállate. – Me levantó de la camisa que tenía y me pegó una cachetada; luego me dejó en el piso.

Me levanté como pude. Era seguro que el leve moretón que tenía en la espalda empeoró, al igual que el del abdomen. Me arrastraba subiendo las escaleras para ir a mi habitación. Me levanté al llegar al último escalón, sintiéndome un poco mareada. Tosía sangre. Me sostuve de las paredes, pasé por el baño, por la habitación de invitados y llegué a mi habitación. Abrí y de inmediato caí al suelo.


Cosas terribles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora