Capítulo 14

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Casey

Muy pocas veces me he sentido realmente feliz. Por ejemplo, cuando era pequeña y mis padres me dieron por primera vez una pequeña bicicleta indicada para mi tamaño.

En esos tiempos papá no era agresivo, mi mamá vivía y yo sólo tenía 6 años. Es de mis primeros recuerdos, y ese es memorable.

Luego de que gritara por toda la casa, chocandome con paredes mientras mis lágrimas de felicidad resbalaban de mis ojos, fuimos al parque que quedaba a un par de cuadras de nuestro hogar.

A la bicicleta se le podía desmontar las rueditas entrenadoras, y pensaba que eso me haría más “dura” o “ruda” por así decirlo, así que con mi rudeza de inmediato las quité y las dejé en el suelo; mis padres gritaban y corrían detrás de mi “¡no las quites!” “¡te puedes caer!”, pero yo había corrido más rápido que ellos con mi bicicleta y no me iban a alcanzar. Había una pequeña colina con el andén para ciclistas hacia abajo en ese parque, me monté a mi bicicleta con mi casco puesto, puse el pie derecho en el pedal (sí, aún recuerdo cuál pie fue que puse en el pedal) y me impulsé con el izquierdo.

¿Qué piensan de una niña que no sabe montar una bicicleta, bajando rápidamente la pequeña (no tan pequeña) colina? Se caerá de culo, de cabeza o algo así, ¿no?

Pues sí, fue así. Mi bicicleta quedó por el andén para bicicletas y mi cuerpo... pues, quedó en el pasto, que estaba a dos metros del andén. Al menos no sufrí heridas graves, pero si raspones en los brazos y rodillas que dolían un infierno a esa edad. Aunque debo admitir que fue una linda experiencia, mi mamá me quitó mi bicicleta luego de desinfectarme las heridas.

Tengo pocos recuerdos (muy pocos, en serio) de cuando era feliz. Pero nada se compara a esto.

Emily está sentada conmigo en el baño del colegio, abrazandome. Mis sollozos y mis lágrimas habían parado, ahora estaba feliz de tenerla a mi lado y que haya confesado que le gusto.

Sonó la campana que da inicio a las clases, y nos miramos mutuamente. Sus ojos color azúl océano, joder. Me siento ahogada en ellos cuando los miro; pero de una buena forma, por supuesto.

Sonreí inconscientemente cuando me quedé embobada en sus ojos, y ella sonrió también con su perfecta dentadura blanca. Tengo que besar una vez más a esos labios.

Me acerqué y la besé, y ella correspondió.

Realmente nos hubiéramos quedado ahí, si no hubieran tocado de nuevo la campana. Eso significa “Formación del personal" como le hacían llamar los maestros. Entonces, se escucharon varios gritos de emoción proviniendo de otras aulas, ya que significaba perder la primera hora de clase, si es que no se alargaba y llegaba hasta la cuarta hora, y si pasaba eso, nos mandarían a nuestros hogares. Cruzo los dedos porque sea eso.

Ella se levantó primero, miró hacia el espejo y se arregló pequeños pelitos que se habían desordenado y caído por su rostro. Luego me miró y me enseñó su mano; era delicada, parecía perfectamente hecha por ángeles. Ella estaba hecho perfectamente por ángeles.

Me corrijo, ella era un ángel. Mi ángel.

Agarré mi mochila y tomé su mano, atrayéndola un poco hacia mi y dándole un dulce beso en los labios al levantarme. Ella sonrió entre el beso. Nos separamos luego de pocos segundos. Ella fue directo a la puerta, volteó hacia mi y levantó su mano, significando que esperara.

Alumnos, maestros y directivos sabían de mi homosexualidad. Tengo la duda de cómo se habrán enterado, si no hablo con nadie más que con Esteban de mi homosexualidad. Ah, y con la psicóloga del colegio... Esperen... Ya entendí todo. Bueno, ¿qué más se puede hacer? Pero ese no era mi punto... El punto es que el colegio acepta la homosexualidad, más no las relaciones “sexuales” en público, de cualquier orientación sexual, pero el peor visto es de personas del mismo género. Mi maestra de biología dice que los besos también cuenta como sexo, entonces un beso en los labios visto por maestros, directivos o soplones de estos dos grupos anteriores podría, probablemente, hacer que llamen a tus padres (algo estúpido, puesto que la mayoría son mayores de edad) Y dañar tu hoja escolar como si le hubieras pegado a un maestro.

Volviendo a lo narrado: Emily abrió la puerta lentamente y asomó su cabeza por la pequeña abertura que hizo, mirando hacia ambos lados para asegurarse que no había nadie que pudiera vernos. Es triste, porque quisiera salir a presumir que le gusto a Emily agarrada a su mano.

Ella salió rápidamente al gimnasio que es donde hacen las reuniones para todo, en este caso, para el personal. Esperé 5 segundos eternos y salí yo. Luego sentí como me agarraban por el cuello (no bruscamente, aclaro), me tiraban a los casilleros y posaban sobre mis labios otros finos y deliciosos labios que pocas veces había probado pero que había deseado y me habían encantado.

–No te veré en toda la jornada, ¿quisieras darme un último beso? – Dijo Emily cuando se separó de mi, haciendo un leve puchero que se le veía demasiado tierno; hizo que mi corazón se encogiera de amor.

Y tenía razón, probablemente no nos veríamos toda la jornada. Si hacían lo de la “formación del personal" hasta la cuarta hora, casi no nos veríamos. Me sentaba en la parte alta de las gradas del gimnasio, y ella en la parte más baja. Yo si la podía ver, por supuesto, sólo si no se hacía detrás de ella un macho grandullón llamado Dylan. A veces veía como le coqueteaba en el oído, y mi ira se disparaba. Pero me debía controlar; llevo un cauchito en la muñeca para esa clase de momentos.

Pero ella no podía mirar hacia donde estaba yo. Los maestros de aquí son estrictos, y si giras la cabeza 180° te pegan el peor regaño de tu vida, como con lo de las relaciones “sexuales" en público.

Entonces planté en sus labios un beso, no sin antes ver hacia los lados como pude; ella tenía sus dos brazos apoyados a los casilleros en los me había "tirado", encerrandome para no moverme. Tampoco quería moverme de ahí, la verdad.

Luego de 10 segundos, nos separamos y me sonrió por última vez en la jornada escolar.

Oímos pasos cerca y ella se fue corriendo con dirección al gimnasio, mientras que yo caminaba a esa misma dirección por el pasillo vacío, con el ruido de las pisadas que se alejaban cada vez más.

Cosas terribles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora