Capítulo 4.

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Sentía como unos brazos rodeaban mi cuerpo, tratando de levantarme del suelo. Tenía los ojos cerrados; sus manos se sentían cálidas en mi cuerpo, me sentía protegida. Decidí levantarme, pero al tratar me dolía todo el cuerpo, como si un auto me hubiera atropellado. Abrí los ojos y me topé con su mirada, su hermosa mirada, sus ojos azules... Sus ojos azules estaban cristalizados. Yo sólo sonreí, a pesar en la condición que estaba con sólo mirarla me sentía bien.

- Casey... - Sólo pudo decir eso, su voz de quebró y sus ojos se tornaron rojos por contener las lágrimas. Yo seguía sonriendo, aunque ella se viera triste, me gustaba tenerla a mi lado.

- ¿Podrías cerrar la puerta con cuidado? – Murmuré e hizo caso omiso a lo que le pedí. Cerró con tanto cuidado con miedo a que con un mínimo ruido mi padre viniera.

- ¿Dónde te pegó? – Se agachó acercándose a mi cuerpo. Le señalé todo mi cuerpo y reí. Ella hizo una pequeña sonrisa; era tan perfecta.

Apoyé mi brazo izquierdo en la mesita de luz que había cerca de mí tratando de levantarme, y ella al verme me ayudó. Me recostó en la cama y se sentó junto a mí.

- ¿Pasa esto a menudo? – Preguntó mirando mis ojos. Sé que sentía por mí: Lástima. Pero lo que menos quería era eso. Desvié su mirada y fijé esta a la mesita de luz. Al notar que aún no respondí su pregunta, asentí lentamente.

Quedamos unos minutos en silencio, mientras oía que mi padre subía las escaleras torpemente. Emily me vio con ojos alarmados, pero le susurré que él nunca entraba a mi habitación, y menos cuando me acababa de golpear.

- Ven a vivir conmigo. – Susurró. Recordé que ella había dicho en sus pocas visitas a este lugar, que vivía sola. Amaba sus padres, pero le gustaba ser independiente. – Cómo amigas, obviamente. – Añadió. Dolió un poco, pero sabía que jamás llegaría a más con ella.

- No... Él me buscaría y me mataría a golpes. – Sentí un dolor en el labio, ya había olvidado que me había golpeado en esa zona. Mañana tendré los labios como Angelina Jolie.

- Pero... - Se quedó en silencio por unos segundos. Luego volvió a abrir su boca, para hablarme con la dulce voz que tenía, no era ni muy aguda, ni muy gruesa. Era perfecta. – Si te quedas aquí, también podría matarte a golpes por cualquier error que cometas. – Sólo me encogí de hombros.

Otro silencio incómodo. Sólo se podía oír los ronquidos de mi padre.

Acarició mi mejilla; eso causo que mi corazón latiera fuerte y rápidamente. Deseaba que no se escuchara. Ella se quedó viéndome un minuto, aún con la mano en mi mejilla.

Luego abrió los ojos al darse cuenta que estaba haciendo. Pero, ¿qué estaba haciendo? Nada malo.

- Creo que... me iré. Me encantaría quedarme cuidándote y... - Se quedó callada inmediatamente. ¿Qué quería decir? Mierda. Mierda. Mierda. – Llámame si me necesitas. Estem... Adiós. – Abrió la puerta y la cerró de nuevo sin esperar una respuesta mía. Mierda. ¿Qué quería decir?

Iba a levantarme a detenerla, pero los dolores en mi cuerpo me detuvieron. En la mesita de luz guardaba pastillas para el dolor, siempre estaba precavida; sabía que esto nunca acabaría. Así que tomé una y la tragué sin agua. De nuevo posicioné como estaba cuando Emily se estaba yendo. Estaba haciendo efecto la pastilla. No dejaba de pensar en Emily. Cuando sonreía. Cuando reía. Sus labios. Su nariz. Sus bellos ojos azules. Su cabello, que siempre recogía en un moño en la coronilla de la cabeza, no muy organizada pero le quedaba hermosa. La había conocido hace medio año, hablábamos pero no éramos tan íntimas como mejores amigos. Pero éramos casi mejores amigos. Y me enamoré profundamente de ella.

Por la pastilla, comenzaba a darme sueño. Caí en los brazos de Morfeo pensando en ella. Y sólo ella.

Al fin era viernes. Lo que significaba que mi padre se iría ''de viaje'' por el fin del semana, desde la noche. Eso era lo único que me hacía feliz. Y pensar en Emily, desde luego.

Al levantarme, sentí el dolor en la espalda, el estómago, en la cara y en la mayoría de partes de mi cuerpo. Éste hombre sabía cómo arreglárselas para que yo no pudiera hacer nada. Pero de igual manera me levanté.

Me fijé en el espejo de mi habitación, y tenía moretones gigantes en las partes golpeadas. Mierda. Luego me fijé en mi labio. Tenía razón en lo dicho el día anterior: Era Angelina Jolie, sólo que con los labios más grandes, de piel más oscura, sin fama y sin un esposo guapo.

Eran las 6 am. Entraba al colegio a las 7. Tuve que arreglarme rápidamente, me di una ducha rápida, y cuando me vestía el sólo roce de la blusa contra mi espalda y mi abdomen me dolía. Empaqué los cuadernos de las materias que me tocaban ese día intentado no gemir del dolor que sentía al hacer algún esfuerzo. Tomé mi bolso y lo puse en mi espalda. Mierda. Fue lo más doloroso.

Aún faltaban 15 minutos para que cerraran la puerta del colegio, así que camine. De igual manera no pensaba correr con mi cuerpo hecho mierda.

Vi a Emily cruzando la calle, la quise alcanzar, pero como ya dije no iba a correr. Grité su nombre a lo que ella volteó y me mostró una de sus más lindas sonrisas. Pero cambió su rostro a uno por preocupación. Miraba mi labio inferior hinchado, el superior no habría sufrido tanto daño.

Cuando la alcancé mi corazón se aceleró. Me tocaba la mejilla tan cariñosamente y luego el labio inferior, que dolía con su tacto, pero no me importaba.

- Te dejó hecha una mierda... - Suspiró. – Ven a vivir conmigo. Como amigas. – De nuevo con su frase ''como amigas''. Cómo me fastidia eso.

- ¿Y es que habría otra forma? Si sólo somos amigas, nada más. - Me dolió decir eso; quería que fuera algo además que mi amiga. Vi como su cara se tornaba triste, ¿y a esta que le pasó?

- Sí. – Sólo dijo eso secamente añadiendo un tono triste.

- Sí. – Repetí.

Fue un camino largo y silencioso; un silencio muy incómodo. Faltaba una cuadra para llegar al colegio.

Quería decirle cuanto la amaba. Quería que fuera mía y yo suya. La amo. No voy a poder soportarlo más.

- Emily... Yo... - Suspiré. Ella me miró seriamente. – Yo...



Cosas terribles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora