Un Amor Eterno (Larry stylison)

2. Perfectos Extraños Y Compras Atemorizantes

Harry

Al escuchar la última campanada anunciando el final del día, me dirijo hacia la salida principal, no espero a Niall ya que dijo que estará adelantando unos proyectos, así que al salir agarro mis cosas del casillero y finalmente me dirijo hacia casa. Durante todo el corto trayecto hasta mi hogar, observo mis zapatos con una sonrisa de idiota en la cara y simplemente me dejo llevar por lo que mis enamorados pasos deseen.

Una felicidad gigante irradia mi cuerpo, porque sabe que desde hace mucho tiempo no había sentido un pedazo de alegría en un muy largo tiempo. Y eso hace que se sienta mucho más especial, como sí la parte linda de la película tan sólo está iniciando, la parte que más adoras de toda esta, la que repites una y otra vez, la que cuentas como referencia a tus amigos y la que tú mismo quisieras recrear en carne propia.

De repente mis ánimos se expanden increíblemente, haciendo que sienta un choque gigante de energía y buenos pensamientos. Lo interesante de este estrello, es que se siente diferente, se respira diferente y se vive diferente. Podrá sonar absurdo... Pero el martirio que recorría toda mi cabeza desde esta mañana, ha desaparecido. Como si hubiera evolucionado en su mejor versión, destinado a convertirse a la nueva más grande alegría que órbita en mí.

Cierro la puerta principal con sumo cuidado y doy pasos suaves pero intrépidos antes de que ella se de cuenta que he llegado a casa. Todo marcha a la perfección, no he hecho el más mínimo sonido y no estoy en su campo de visión así que me apresuro, hasta que en los últimos escalones casi llegando a la puerta de mi habitación la madera rechina bajo mi peso y yo maldigo por lo bajo.

− Harry hijo, acércate.

Quedó totalmente estático, mi cara recta y mi cuerpo congelado, resopló haciendo que un mechón sobre mi cabeza se levante ligeramente. Finalmente, mis pies deciden girar y voltear a ver a mi madre. Está sentada en la mesa cerca de la ventana, aquella donde solía a tomar el café todas las mañanas en compañía de mi padre, riendo y contando anécdotas de sus días y peculiares rutinas, extraño esos momentos. Puedo notar como su rostro ha tenido unos cambios ligeramente drásticos desde la última vez que la vi. Como el hecho que sus ojeras son más fuertes, sus labios resecos y su rostro más pálido. Ya no suele tener la sonrisa y la energía que expresaba cuando estaba mi padre. Ahora sólo vive por sus recuerdos reprimidos, callados en un lugar oscuro de su mente, dejándolos allí simplemente porque ya no quiere sentir más dolor.

− Ven acércate, cuéntame cómo te fue el día de hoy. − Da unos leves golpecitos a la silla de al lado.

− L-Lo... Mismo de siempre. − Alzo mis cejas, indiferente.

− Pero cuéntame ¿Acaso no ha pasado nada nuevo? ¿Nuevas clases, nuevos profesores, nuevos amigos? − Su expresión era amigable y ciertamente tentadora. Pero yo me mantengo con mi expresión firme. − ¿O sólo tienes a ese tal... Neiller, Nilal, Noulial?

− Niall. − Espeto entre mis dientes. − Y deja de hacer tus preguntas. Entiendo que te doy pena, pero no necesito de tu lastima, muchas gracias.

Su rostro se mantiene como un lienzo en blanco, sin expresión, sin nada que decir. Pero en sus ojos puedo ver como algo adentro le ha dolido. Así que agacha su cabeza y con voz fuerte dice.

− Entiendo, puedes retirarte a tu habitación.

Una pequeña fracción de mi cuerpo se siente malvado, se siente y me critica como un mono horrible sin sentimientos. Sin embargo, una parte más grande se siente insensible, no se arrepiente ni en lo más mínimo y la conciencia le aplaude porque sabe exactamente lo que esa mujer se merece.