No sé qué fue de los demás, yo sólo vuelo hasta quedar justo enfrente de la nave. Con mis poderes hago una ráfaga de aire frío constante, logrando que su caída se alente aunque sea en una pequeñísima parte. Muy pequeña a decir verdad.
No funciona, un poco de aire no servirá de nada. Giro un poco mi cabeza, quiero ver en qué están ayudando los demás. No hacen nada, la única que ayuda es la Reina de las Nieves, quien, al igual que yo, lanza aire congelado desde donde está. Me doy cuenta de que toda la responsabilidad cae sobre nosotros, nadie de los demás puede hacer algo para ayudarnos de alguna forma.
Tengo que pensar. El aire no funciona, pero... probablemente el hielo sí. Aunque también no estoy seguro si funcionará. Si no lo intento, nunca lo sabré.
Dejo de hacer mi tan inútil intento de evitar el acercamiento, que en estos momentos ya es tan corto, de la nave y la superficie de la ciudad. Bajo hasta pisar el suelo, a pocos metros atrás de la Reina de las Nieves, que no se rinde y continua haciendo su mayor esfuerzo por su objetivo.
Me voltea a ver. Y es imposible no darse cuenta de la enorme preocupación que alberga en sus ojos. Tengo que tranquilizarla. Le sonrío de lado.
No logré por completo mi objetivo, en realidad. Ya que sus finas mejillas se pintaron de un claro color rojo, no podemos decir que eso es signo de calma. Pero por lo menos la desconcentré de su nerviosismo. No pude contener una risita, aunque lo intenté.
Desvío mi mirada para pasarla hacia la nave. Frunso el ceño al concentrarme. Y paso mis brazos, de estar a mis costados, a elevarlos, al mismo tiempo que dos enormes picos de hielo surgen de la acera del suelo de la ciudad a gran velocidad. En dos segundos se encuentran con la gran nave y la traspasan por completo, y al instante otros dos llegan y hacen la misma acción. Ésos otros dos son de la Reina de las Nieves, que tiene los brazos en la misma posición que los míos.
La nave, al ser presa de cuatro potentes sostenes de hielo puro, se queda absolutamente inmovilizada. Dejo salir en un suspiro el aire que contenía en mis pulmones sin darme cuenta.
Me quedo viendo admirado la gran diferencia que hay entre el hielo de ella y el mío. ¿Cómo unos cristales fríos como aquellos pueden caracterizar si son hechas por un hombre o por una mujer? Pienso.
-¡Uy! Amigo, que cerca -me dice el maestro ladrón acercándose corriendo hacia mí.
-Ya lo creo.
-Eso fue fantástico, hermana -le adula la princesa del sartén a la Reina de las Nieves- Tú tampoco lo hiciste nada mal. -ahora se dirige a mí.
-Gracias.
-¡Genial! ¡Lo lograste! Digo, ¡lo lograron! -llega el vikingo misterioso volando en su dragón.
Pronto los demás se acercan. Y comienza una inconsciente competencia de cumplidos hacia la Reina de las Nieves y a mí. Si hace unos momentos parecíamos un equipo planeando una estrategia, ahora parecemos un equipo que felicitan a los jugadores que sobresalieron en el juego al cabo de éste. Un equipo. ¿Éso seremos?, ¿un equipo?
Nos sobresaltamos cuando escuchamos la gran explosión de la nave. Claro que a esa altura no dañó absolutamente a nada ni a nadie. Y no nos podemos contener, nos reímos casi a carcajadas. Al parecer, a todos se nos hizo gracioso que nos hayamos preocupado por nada.
Dentro de poco llegan centenares de personas, aplaudiendo. Incluso algunos, de vez en cuando, dan un gran silbido. Todos con una sonrisa en la cara, y con comentarios en gritos como "¡Son nuestros héroes!" o "¡Les damos mil gracias!".
A mí, en lo personal, se me hace algo incómodo, pero supongo que pronto me acostumbraré. Por el contrario, el maestro ladrón se lo toma muy bien, hasta pone algunas poses clásicas de superioridad.
-Bueno, apuesto a que todos hemos dado un apodo a cada uno de nosotros ya que no sabemos nuestros nombres, ¿o no? -digo, y miro como asienten lentamente, impresionados de que haya adivinado- Bien, pues ahora, cada uno dirá su nombre.
-¿Estás loco? No, gracias. Yo no revelaré mi identidad. -dice la princesa rebelde negando frenéticamente la cabeza.
-Yo tampoco lo haré. -afirma el vikingo misterioso que baja de su dragón.
-Ni yo -respondo-. Yo me refería a sus nombres falsos, algo así como apodos.
-¿Quieres decir como si fuéramos superhéroes? ¿Como Spider-Man o Superman? -pregunta el vendedor de hielo.
-Exacto.
-No sé ustedes, pero yo esta mañana ni siquiera imaginé llegar a ser una superhéroe. ¿Cómo iba entonces a pensar en un nombre para cuando lo sea? -acepta la princesa alegre.
-Soy Hadock. -dice el vikingo misterioso de repente.
Al parecer eso provocó iniciativa en todos.
-Soy DunBroch -le sigue la princesa rebelde.
-Corona -ahora la princesa del sartén.
-Rider -dice el maestro ladrón.
-Ice -comenta el vendedor de hielo. Todos nos lo quedamos mirando con extrañeza.
-¿Ice? -preguntamos al mismo tiempo.
-¿Qué? Adoro el hielo. Y no me pueden cuestionar, apoyo a la pelinaranja, ¿quién iba a pensar en un nombre nuevo?
-Ok. Soy Arendelle. -dice la princesa alegre.
-Soy Winter -dice la Reina de las Nieves. Creo que, a pesar de que haya dicho que le llamaramos Winter, la seguiré pensando como la Reina de las Nieves.
-Frost -es mi turno.
-Bueno, creo que nuestro trabajo ha terminado aquí chicos, ahora sí. Espero verlos pronto de nuevo. Adiós -se despide Corona.
-Sí, tienes razón. Nos vemos - digo.
-Adiós -se despiden los demás.
Emprendo vuelo de vuelta a casa. Y, en el camino, me queda claro. Justo eso somos ahora y muy probablemente seguiremos siendo. Un equipo.
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'The Big Eight' -SuperHéroes del Mundo
FanficSoy Jack Overland. Un chico que su única preocupación es divertirse. O al menos así era, hasta que descubrí en qué podría usar mi más grande secreto: mis poderes de hielo y nieve. Un día, la Tierra se vio amenazada por un villano, que ni las fuerzas...