Oscuro Cazador de Bosque

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Suspiro. Estoy agitado desde anoche, de verdad que fue tan real. Ese sentimiento de soledad alberga, incluso aún, en mi interior. Todavía recuerdo cómo nadie podía verme, escucharme ni sentirme. En lugar de sueño lo considero una horrible pesadilla. Sentado, me inclino un poco más hacia enfrente, reposo mis codos en mis rodillas y mis manos tocan mi cabeza entre cabellos. No puedo sacarlo de mi mente. Estoy sentado en las gradas de la cancha de básquet, aquí no hay nadie, todos están en el comedor porque es hora de almuerzo. Preferí estar solo, aún cuando Thoot me invitó a comer junto a ella. Cualquiera hubiera aceptado si estuvieran en mis zapatos, pero, necesitaba un tiempo para pensar.

¿Cómo pude haber soñado tal cosa?, o, ¿por qué lo sentí tanto? Me pregunto, ¿qué habría hecho después de introducirme al bosque? ¿Esconderme?, ¿explorar? No lo sé. Tengo que olvidarlo, pensar en otras cosas.

Doy un nuevo mordisco a mi sándwich, pensando en varias opciones para darles lugar a mi mente en pensamientos. Pero no se me ocurre nada. Quizá en la promesa que le hice a Annie. Hoy Anna y Rapunzel hicieron el intento de hablar conmigo al inicio de clases, pero fui cortante, si decia otra palabra sería seguro una estupidez. Fue malo ilusionar a todas las chicas que quise en mi otra universidad, tal vez Annie tenga razón: eso es malo. Haré todo lo posible por cambiar. Aunque eso signifique que ya no tenga contacto con el sexo femenino.

De pronto, mi cajita de jugo Boing, que tengo en la grada al lado, comienza a vibrar, igual que toda la cancha, las gradas, las canastas. El Boing se mueve tanto que termina por caerse al suelo, expulsando el poco jugo que aún contenía. Me pongo de pie, y examino todo. ¿Qué es lo que pasa?

Entonces todo tiembla ferozmente por unos dos segundos, suficiente para que pierda el equilibrio y caiga dos gradas abajo. Al reincorporarme, observo que los dos botes de basura casi llenos de la puerta de entrada cayeron, también los tableros hechos de vidreo se agrietaron. No faltó mucho para que los gritos comenzaran a oírse. Bajo las gradas que faltan y corro lo más que puedo hacia los gritos. Tapo mi nariz por el horrible olor a basura que recientemente cayó al pasarla. Y a mitad del camino, apenas pasando los baños, se escucha un aterrador rugido, de suma potencia sonora. Enserio da miedo.

Al escucharlo me detuve atónito, reacciono y continuo corriendo, haciendo un esfuerzo por aumentar mi velocidad. Al dar vuelta a la derecha, una gran orda de estudiantes corren contrarios a mí, huyendo de lo que sea que esté en el comedor. Voy a contracorriente para llegar al lugar en donde lo único que vas a hacer es comer, hasta ahora. Y me encuentro con algo realmente aterrorizante:

Hay un enorme hoyo en la pared de la cafetería, por lo menos de un diámetro de cuatro metros. Todas las mesas y asientos en barra cercanas están fuera de lugar, en la cocina o hasta el otro extremo, unas completamente destrozadas y otras a la mitad. Al ver la cocina, veo una enorme bestia negra que tiene el hocico dentro de la gran olla de comida tóxica que dan las increíbles chefs de la universidad, sí, es sarcasmo. Come todo como si nunca en su vida hubiera tenido algo en la panza. Para de comer repentinamente, olfatea algo por cinco segundos. Saca su enorme cabeza de la olla y mira el aroma que tanto le llamaba la atención, mis pelos se ponen de punta al caer en la cuenta de que aquel aroma es el mío.

Pronto se levanta, estirandose lo más que puede, dándose a notar que mide por lo menos cinco metros, tal vez más. Dos pequeñas orejas se observan, es un oso. Decir que son pequeñas te hace pensar en algo tierno, pero ver que no necesita abrir la boca para que sus filosos colmillos se manifiesten, cambia todo pensamiento. Sus ojos parecen no tener vida, son perfectamente blancos, su contorno es negro, sus venas igual, haciendo parecer que son grietas en realidad.

Si hablara idioma oso le diría que lo que acaba de comer le caerá mal y que lo sentirá mañana en el baño. Pero creo que aunque tuviera el conocimiento para comunicarme con él, no querría escucharme y me comería en un segundo. Entonces ruge. Ruge tan fuerte que me es necesario sostenerme de la puerta para que no me lleve esta tormenta de mil demonios: su aliento. Cuando cierra su hocico por fin, hago una mueca de asco mientras me remuevo con la manga de mi sueter azul cachos de saliva y pedazos de comida de la cara.

'The Big Eight' -SuperHéroes del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora