Capítulo 42

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Al girarme les vi a los tres sonreírme diabólicamente. 

Me agaché para coger la navaja de mi bota derecha, pero no me dio tiempo. Uno de ellos se tiró contra mí, haciendo que ambos nos cayésemos al suelo. Yo debajo, por lo que me gané un gran golpe. 

Me retorcí debajo de él, pero no dejaba de aplastarme. Lo único que fui capaz de hacer fue meterle un puñetazo en el cuello. 

Con ello gané un poco de tiempo y subí la pierna sacando al fin mi navaja. Al ver el objeto metálico los otros dos hombres que nos miraban divertidos vinieron a su ayuda. 

Pero tarde... En un ágil movimiento tenía una herida profunda en la yugular. 

Me le quité de encima como pude. Estaba rodeada por tres hombres y no yo misma sabía que no tenía ninguna posibilidad. 

Grité. Por si había alguien cerca. 

El que tenía detrás, que ya le había dado una buena hostia en sus partes bajas, me tapó la boca con la mano. Le mordí mientras intentaba clavarle el arma blanca en su costado. 

Pero no pude, los otros me dieron una patada en el brazo, haciendo que lo único que tenía a mi favor se esfumase. 

- ¿Qué pasa aquí? 

Esa voz... Es la primera vez que me alegraba de verdad de oírla de nuevo. 

Hinqué mi codo en el abdomen del que me retenía y pude separarme un poco. Pero enseguida los otros dos, que parecía que actuaban sincronizados, me dieron un puñetazo y una patada. 

Mis piernas se doblaron, haciendo que mis rodillas se golpearan duramente contra el suelo. Empecé a ver un poco borroso, pero algo brilló a lo lejos. 

Mi navaja. 

Me arrastré hasta ella, ya que todos habían ido a por el intruso. Cuando la cogí me volví a sentir útil. Llamarme rara, pero en un cuerpo a cuerpo, es más fácil que me maten... Al menos si voy armada. 

Vi que mi salvador estaba pegando a uno y los otros dos, sí juntos, se acercaban por detrás para agarrarle. Estaría perdido si conseguían cogerle. 

- Detrás - grité con la voz un poco pastosa.

Se dio la vuelta y le metió un puñetazo a uno. Aunque el otro fue más rápido y creo que logró clavarle algo, supongamos que una navaja, un cuchillo o algo similar. 

Y ahora tenía dos opciones: 

Una: Correr hacia mi coche que ya no estaba lejos y alejarme de todo esto.

Dos: Intentar salvar a Dylan aunque pudiese morir en el intento. 

No tuve mucho que pensar. Porque en cuanto el tipo que estaba en el suelo, se levantó mis piernas se movieron solas hacia esa dirección. 

Me subí en la espalda de ese hombre como si me llevase a caballito y volví a clavarle el cuchillo en el cuello. Era un lugar donde si se acertaba causaría una muerte rápida. 

Los otros dos volvieron a mirar hacia mí, lo que le dio ventaja a Dylan para tirar a uno al  suelo de una patada en las piernas y encargarse de él. 

Veía como su camiseta se teñía de rojo en un costado. Desde luego le habían herido, pero no parecía demasiado profunda, porque no salía a borbotones. 

Por fin los chicos sincronizados se separaron y el rubio vino hacia mí. 

Sacó su pistola de la cinturilla de los vaqueros. Perfecto. Una navajita, contra un arma más que letal... Claramente estaba en desventaja. Pero eso no me impidió lanzarme contra él, cuanto más desprevenido le pillase mejor. 

Te enseñaré a tenerme miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora