Capítulo 8

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Mi yo interior estaba bailando como si de una diosa se tratase. 

Y normal. Me estaba pidiendo, incluso rogando si me apuras, que le diga que le sigo queriendo. Mentalmente me reí de él. Después de todo lo que había visto y descubierto... ¿Cómo le iba a seguir queriendo? ¿Pensaba que podía olvidar todo eso? ¿Y él?

No penséis mal, aún recuerdo como me sentía con él, como era besarle, estar entre sus brazos... Es difícil olvidar al que casi fue tu primer amor. Pero realmente ahora no le veía de esa manera... Incluso si me acostase con él... Sería solo sexo.

Me hacía gracia ver como se habían cambiado los papeles. Antes era yo la que sentía algo por él y ahora... Mirarle ahí en la polvorienta mesa, mirándome como un cachorro herido y suplicando que le de un poco de cariño... 

¿Cariño? Eso me hacía pensar en si yo iba a volver a ser capaz de dar cariño a alguien que no sea mi querida perra.

Me acerqué tentativamente a su oreja, esa que conservaba sin un rasguño. Quizá hacer esto era salirse del plan establecido en mi cabeza, pero no lo pude evitar.

- Te quiero - susurré de forma sensual. Y le mordí suavemente el lóbulo. 

Le vi la cara y era como si le hubiesen dado la mejor noticia de su vida. Como si fuese un niño pequeño y le acabasen de traer miles de regalos. Era adorable enserio, pero adorable en plan de vomitar arcoíris e unicornios, ese tipo de ternura que yo no soportaba ya. En otro tiempo quizá... Pero ahora era la reina del hielo.

- Sí Dylan - dije para poder ver su cara cuando continuase hablando - Te quiero, pero solo y sangrando en un mar de tiburones.

Al principio su cara seguía igual, pero cuando por fin entendió lo que mis palabras significaban... Frunció el ceño y sus labios formaron una fina linea recta, por lo apretados que los puso. En sus ojos se veía ira, tristeza incluso un rastro de incredulidad.

¿Enserio no terminaba de creer? 

- Y si están hambrientos mejor - comenté poniendo mi mano en la barbilla como si me lo estuviese imaginando - Así desapareces de este mundo más rápido - concluí de manera triunfal.

Estaba a punto de contestarme cuando oímos ruidos. Alguien estaba entrando y quien fuera hablaba muy alto. Se oían los pasos de solo una persona, así que debía de mantener una conversación telefónica.

Dylan se bajó de un salto de la mesa y me empujó a su espalda. Me quedé un segundo en estado de shock, pero al siguiente tiré de su brazo para abajo y entendió lo que pretendía. Meternos debajo de la mesa... No era el mejor escondite, pero no sabíamos muy bien que pasaba.

Era como si hubiésemos estado haciendo algo malo y nuestra madre nos viniese a regañar... Pero en realidad podíamos matar a quien sea que estuviese viniendo. A no ser claro... que detrás de él vinieran muchos más...

- Sí la niñata ha empatado - gritó un frustrado Richard.

¿Me estaba llamando niñata? Estaba a punto de salir ahí fuera para que viese que con las niñatas, como él dice, no se juega. Pero el fuerte agarre de Dylan impidió mi apresurada salida. Y menos mal, la verdad.

- No, no le voy a dar la información correcta - suspiró pesadamente como si hubiese hablado de este tema ochocientas veces - En lo que quedamos sí...

Mi sangre hervía. Me iba a intentar timar. Y de hecho ni siquiera él me intentaba engañar, sino otra persona que estaba al teléfono moviendo los hilos de Richard como si fuese su marioneta.

- Sí conseguiré la casa - contestó de forma pesada - Vale ya me llamarás.

Ya había que tener suerte para que justo el idiota este quisiese hablar por teléfono en el mismo almacén en el que Dylan quería acostarse conmigo. Este chico se merecía hasta un premio, lastima que yo no se lo fuese a dar.

Te enseñaré a tenerme miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora