Capítulo 41

4.4K 394 228
                                    

No lloré.

¿Por qué iba a llorar? Ya no quedaba nada en mi interior. Nada. Aún así mis ojos se cristalizaron un poco al darme cuenta de todo lo que había perdido. Siempre quise tener tíos y primos. Como esas familias grandes, las cuales celebran todo juntos.

Y ya solo me quedaba mi padre. Si a ese le podía llamar familia. Porque desde que se fue mi madre es muy diferente...

Volví a mirar la carta y me puse a recordar mi catorceavo cumpleaños... No sé si fue el que me llevó a esquiar o el otro que me nos apuntó a unos cursos de tiro. Ahí aprendí a disparar, mi madre me enseñó a relajar la respiración a coger una buena posición y a apuntar.

Me duché de prisa y me cambié de ropa. Ya era por la tarde después de todo. Cogí mis pantalones de cuero negros, esos que me permitían una gran movilidad, una camiseta de tirantes negra también, las botas y la cazadora.

El bolso y bajé las escaleras.

No me iba a poner hoy a buscar a mi madre, pero necesitaba resolver otra cosa antes. Igual de importante para mí.

- ¿Qué vas a un funeral? - me preguntó al verme bajar las escaleras.

Miré por toda la habitación y me encontré con los ojos clavados de Thomas. Pestañeé y ya me había dejado de mirar. La pregunta de Elena la obvie, aunque no supiese que había pasado, no me hacía gracia hoy su broma.

- Vengo por la noche, tengo que solucionar unas cosas.

- ¿Hoy no íbamos a interceptar las armas ilegales de Jason? -me preguntó un gemelo.

Madre mía, se me había olvidado que desde hace mucho tenemos eso planeado. Y encima el nombre del tipo es Jason.

- Ir vosotros - dije mientras me iba ya hacia la puerta.

- ¿Podemos hablar? - me preguntó Thomas.

Yo asentí y le hice un gesto con la cabeza, para que me acompañase a fuera. Cada vez hacía más frío, pero ni el tiempo iba a conseguir que me pusiese un buen abrigo. Eso no le sienta bien a nadie, tanto bulto y tanta mierda.

- ¿A dónde vas? - me preguntó una vez que cerró la puerta tras él.

Fruncí el ceño, ni aunque compartiésemos toda la sangre del mundo tiene por qué saber qué hago o qué dejo de hacer.

- A donde yo quiera Thom - respondí intentando aligerar la tensión.

Se estaba congelando, de sus gruesos labios entreabiertos salía vapor, parecía que estuviese fumando, pero sin un cigarrillo en su boca.

- ¿Qué te decía la carta? - me preguntó un poco más tranquilo. Pero aún se metía donde no le llamaban.

- Que era mi tío.

- Ya... - suspiró resignado y preguntó lo que de verdad quería saber - ¿Vas a vengarte?

Me encogí de hombros. Ni siquiera sabía quien lo había hecho o por qué. No tenía sentido vengarse, vamos desde mi punto de vista.

- Entiendo que es tu padre y tienes sed de sangre pero...

Me interrumpió.

- ¿Mi padre? - me preguntó con el ceño fruncido, luego empezó a reírse, no le veía reírse desde hace mucho - Es mi padre, pero no lo es. 

- Pero... - negué con la cabeza - No importa. Si averiguo quien lo hizo, le vengaremos, ¿vale?

Él asintió con la cabeza aún divertido y se acercó para besarme en la mejilla. Antes de que volviese a entrar me dijo:

Te enseñaré a tenerme miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora