Capitulo 25

1.5K 77 1
                                    

  —¿Por qué me despertaste? —le pregunté mientras lograba sentarme —Te estaba por hacerte mía en mis sueños...
Entrecerró los ojos y me miró mal.
—Eres un sucio —me acusó.
Me ayudó a salir del auto, y me ayudó a caminar hasta mi departamento. El sabor de sus labios había sido tan real, que puedo jurar que eso no había sido un sueño. Llegamos y ella abrió la puerta. Al parecer no había nadie.
—¿Dónde está Mechi? —le pregunté.
—Debe estar por ahí, no lo se —me dijo ella con dificultad ya que casi podía decirse que me estaba arrastrando hacia dentro —¿Podrías ayudarme un poco? Si no te has dado cuenta pesas el doble de lo que peso yo, y no puedo cargarte...
Me incorporé bien y ella suspiró. Caminamos hasta el cuarto. Al fin iba a dormir en mi cama. Entramos y ella me ayudó a acostarme. Suspiré aliviado.
—Bueno, ya estas sano y salvo en casa. Ya me voy —me dijo.
—No, no te vayas —le pedí.
—Tengo que irme, Jorge...
—Quédate hasta que me duerma, por favor —le rogué.
—Está bien —dijo soltando un suspiro.
Se sentó en el suelo, justo a mi lado. La miré fijo a los ojos, y traté de entender mi necesidad de que se quedara.
—¿Puedes darme tu mano?
Despacio levantó su mano y tomó la mía. Sus fríos dedos se entrelazaron con los míos, que estaban calientes. Su mano era el doble más pequeña que la mía, el doble de frágil y el doble de suave...
Cerré los ojos y acerqué nuestras manos a mi pecho. Quizás así no se pueda ir cuando me duerma, o quizás si.
************
Comencé a despertarme porque mis ganas de ir al baño me estaban llamando. Cuando sentí que mi cabeza despertaba, sentí un terrible dolor allí. Cerré los ojos con fuerza, para persuadir un poco al dolor. Y entonces sentí que algo estaba entrelazo con mi mano. Abrí un ojo y miré que era. Era otra mano. Entonces levanté la cabeza y la vi allí.
Sentí como mi corazón se aceleraba al ver que ella estaba allí, con la cabeza apoyada sobre el borde del colchón, y con los ojos cerrados. Se quedó, no se fue. Me puse a mirarla fijamente, me puse a observar las delicadas líneas de su rostro. Intenté buscarle algún defecto, como tantas veces, pero no lo tiene. Ella simplemente es perfecta. Levanté mi otra mano y con cuidado acaricie su mejilla. Se movió un poco y arrugó la nariz, pero no se despertó.
—Arriba Jorge, ya traje a Betty y...
—Shhhhhhh —le dije cuando lo vi entrar. Xabiani me miró bien – Cállate que vas a despertar a la bella durmiente.
—¿Qué hace ella ahí? —me preguntó en voz baja.
—Me cuida —le dije con una pequeña sonrisa.
Soltando su mano con cuidado me levanté de la cama. La alcé en brazos y la acosté en la misma, para que pudiera seguir durmiendo, un poco más cómoda. Salimos con Xabiani del cuarto y caminamos hasta la cocina. Fruncí el ceño extrañado al no ver a Rose por ahí.
—¿No has visto a Rose? —le dije a mi amigo.
—¿Sabes que hora es? —me dijo él. Negué con la cabeza —Jorge, son casi las 5 de la tarde. Rose se fue hace una hora.
—¿Qué? ¿Las 5? —dije sin poder creerlo.
—Si, dormiste como nunca —dijo divertido.
Nos acercamos a la mesada y nos preparamos un café. Tal vez con eso, este terrible dolor de cabeza se me iría de una vez. Estuvimos hablando un poco más, hasta que los dos sentimos los pasos de alguien. Miramos hacia el pasillo y venía caminando hacia la sala. Sonreí levemente...
—Adiós —dijo por lo bajo y pasó de largo hasta llegar a la puerta.
La abrió y salió dejándome totalmente desconcertado.
Me puse de pie, y me estaba por salir detrás de ella, hasta que Xabi me detuvo.
—Oye, oye —me dijo haciendo que lo mirara —Si se fue así es por algo... déjala.
—Pero... no, no puedo dejarla...
Intenté caminar de nuevo, pero Xabiani me volvió a detener.
—Déjala... se fue, ya esta. Ella necesita pensar... déjala —me dijo.
Gruñí por lo bajo y volví a sentarme para terminarme el café. Luego de unas dos horas Xabi decidió irse. Y en esas dos horas, Martina no había salido en ningún momento de mis pensamientos. La forma en la que se había ido me tenía bastante confundido. Tomé mi teléfono y marque el número de su celular.
—Soy Martina, y en este momento no puedo atenderte. Deja tu mensaje, que luego de que lo escuche te devuelvo la llamada...
Colgué y maldije por lo bajo. Tenía el celular apagado. Volví a darle tono al teléfono y marqué el número de su casa. Sonó, sonó y sonó, pero nadie contesto. Al parecer tampoco estaba en casa.
—¡¿Dónde diablos estas?! —dije algo nervioso. Entonces volví a darle tonó al teléfono y marqué el número de mi prima. Sonó una, sonó otra.
—¿Hola? —me dijo al atender.
—Mercedes —le dije.
—¡Al fin tienes la consideración de llamarme! —me dijo elevando un poco la voz —¿Por qué demonios haces esas cosas Jorge? ¿Cuántas veces te dije que embriagarse por ahí no es la solución a ningún problema?
—¿Acaso la privacidad de una borrachera ya no existe? —le dije. Ella me dijo unas cuantas cosas más, pero que las pasé por alto.
Lo único que quería era saber de ella
—¿Sabes donde esta Martina?
—¿Martina?
—Si, Martina—dije algo nervioso.
—Se fue a un spa con Mariana, estaba bastante estresada —me dijo. Suspiré aliviado. Ella estaba bien...
—Pero ella, ¿está bien, verdad? —le dije.
—Si, estaba un poco con dolores de nuca, pero por lo demás estaba bien —dijo ella. Y si, durmió sentada —Dijo que mañana iría a la Universidad un poco más tarde, ya que se quedarían toda la noche allí.
—Bueno prima, gracias por la información —le dije.
—De nada primito, dentro de un rato voy a casa. Estoy con Lodo haciendo unas cosas, ¿sabías que tu amiguito Ruggero le pidió de ser la novia? —me dijo. Entonces sentí mi corazón detenerse.
—¡¿Qué?! —le pregunté sin poder creerlo.
No podía creer lo que Mechi me estaba diciendo. Rugge no pudo haber hecho una estupidez como esa.
—Si, ya tenemos una parejita formada, ¿no son lindos? —me preguntó ella.
—Tengo que hablar con Rugge, estoy completamente seguro de que tú me estas mintiendo.
—No, no te estoy mintiendo, ¿Por qué lo haría?
—Porque eres... una...
—¿Una que tonto? Yo no soy nada, y si no me crees llámalo y verás que tengo razón.
—¡Eso mismo haré!
—¡Perfecto! ¡Adiós!
—¡Adiós! ¡Y no llegues muy tarde! —le seguí gritando
—¡Está bien! ¡Cuídate! —utilizó el mismo tono que yo.
Colgó el teléfono y no pudo evitar reír. Mercedes siempre encontraba la forma de hacerme reír, hasta en el momento menos pensado.
Como dije que iba a hacerlo, llamé a Ruggero y lo llené de preguntas. Al final, lo que mi loca prima dijo era verdad. Uno de mis mejores amigos estaba de novio.
¿Entienden eso? ¡DE NOVIO! Y es más, de novio con un angelito diabólico. Pobre de él, el mini infierno que lo espera.
Al día siguiente me levanté con tiempo de sobra para ducharme y desayunar. El maldito lunes ya había llegado, y con el un nuevo comienzo de semana.
Salí de mi departamento y me estaba por prender un cigarrillo. Pero me detuve al recordarla.
—No vuelvan a fumar sin antes haber desayunado...
Como si ella estuviera por ahí, guardé el cigarrillo en la caja y me subí a mi moto para llegar al purgatorio, o sea a la Universidad. Divisé a mis amigos y me acerqué a ellos.
—¿Cómo están? —les pregunté.
—Mejor que tú —dijo Xabi.
—¿Por qué? —dije sin entender.
—Por tu cara —me dijo Pasquarelli —Tienes cara de estar muy perturbado...
—No, estoy bien. No tengo nada —dije.
Aunque ellos tenían razón, ayer había estado demasiado preocupado y pensando demasiado en Martina. Tal vez yo no me sentía tan así, pero mi rostro demostraba lo contrario.
Divisamos como dos chicas llegaban a las risas. Eran Lodo y Mechi. Los ojos de Ruggero se iluminaron y su cara de idiota apareció de inmediato. La diminuta de anteojos y ojos verdes se sonrojo un poco al verlo. ¡Oh dios santo, esto era demasiado cursi!
Ruggero se acercó a ella y la besó cortamente en los labios.
—Buen día bonita —la saludó.
—Buenos días bonito —le dijo dulce.
—¿Ya dejaron la cursilería? —les pregunté. Mercedes rió divertida.
—Te mata la envidia —me dijo mi rubia prima.
—Si no sabes, estoy muriendo —dije irónico.
Todos rieron y comenzamos a caminar para entrar. Miré para mis costados y me faltaba la morena. Me faltaba ella...
Llegamos al salón. Lodo se fue para su clase avanzada y nosotros cuatro entramos. Nos acomodamos y luego de unos minutos el profesor entró. El profesor de estadística era el hombre más sucio y ordinario que alguna vez yo haya visto en mi vida. De verdad era repugnante. La clase comenzó y traté de concentrar mi atención en otra cosa. No estaba Martina para molestarla, así que me quedaba Mercedes para hacerlo. Pero no era lo mismo molestar a mi prima, que molestar a Martina.
La puerta del salón se abrió y dirigí mi vista hacia allí. Una radiante Martina entró con una sonrisa de oreja a oreja. Tenía un aura muy distinta al de los otros días. Parecía estar relajada y en completa armonía. Se veía realmente hermosa...
—Tarde señorita Stoessel —le dijo el profesor.
—Lo siento —se disculpó ella —Aquí tiene mi permiso por la llegada tarde.
Le tendió el papel y caminó hasta tomar asiento al lado de Mechi. La rubia le dijo algo y ella asintió. Esperé a que se girara a verme, pero no lo hizo.
¿Qué diablos le sucede? ¿Qué fue lo que hice para que ni siquiera me dedicara una mirada?  


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora