Capitulo 13

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  ¡Dios! ¿Por qué tienes que ponerme a una difícil en el camino? ¿Acaso no soy un buen cristiano? Me puse de pie y caminé hasta mi habitación. Me saqué aquel molesto traje y me puse cómodo para dormir. Me acosté en la cama mirando fijamente al techo.
{Flashback}
—¿Playa o montaña? —pregunté.
—Depende —contestó.
—¿De que?
—¿Esa es otra pregunta? —preguntó.
—¿La vas a contar como pregunta? —le dije. Sonrió.
—Si —dijo asintiendo.
—Eres tramposa.
—Depende de la persona con la que vaya. Si estoy con amigas, prefiero ir a la playa. Y si estoy con alguien especial, preferiría ir a la montaña.
—¿Por qué?
—Van cuatro, señor Blanco.
—Lo se, lo se. Pero prefiero saber.
—Lo mejor de tener frío, es poder entrar en calor.
{Fin del Flashback}
Sonreí levemente al recordar su interesante respuesta. Cerré los ojos e intenté dormir.
Me desperté por un terrible sonido que vibraba y sonaba al lado de mi oreja. Gruñí frustrado y giré sobre el colchón para tomarlo. Lo acerqué a mi oído.
—¿Hola? —dije con voz rasposa ya que recién me despertaba.
—Suripanta, ¿estabas durmiendo? —me preguntó él.
—¿Y tú que crees Ruggero?
—Lo siento, lo siento —se disculpó —No pensé que estarías dormido a estas horas.
—¿Qué hora es? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama.
—Son las 12 —dijo.
—¿Las 12?
—Si, si y no digas que eso es temprano, porque no lo es. Mueve tu maldito trasero y ven a abrirnos la puerta, que el maldito café me esta quemando las manos —me dijo Xabiani
—¡Ya voy! —me quejé y colgué el teléfono.
Me puse de pie y salí de la habitación, caminé por el pasillo y llegué a la puerta. La abrí y ellos dos estaban allí parados. Giré y volví a caminar hasta la habitación, me volví a tirar en la cama.
—¡Oye! ¿Dónde están las tazas? —me preguntó desde la cocina Xabiani
—¡Por ahí! —le respondí cerrando de nuevo mis ojos.
Escuché como la puerta se volvió a abrir, de seguro esa era Rose. Mi nana.
Rose me cuida desde que tengo memoria, y es la que se encarga de mantener limpio mi departamento los fines de semana.
—Buen día muchachos —escuché su dulce voz.
—Hola Rose, ¿Cómo estas? —le preguntó Ruggero.
—Bien pequeño —le contestó ella —¿Quieren que les prepare el desayuno?
—Si, por favor —imploró Xabiani.
—¿Dónde está Jorge? —escuché que preguntaba por mi.
—Nos abrió la puerta y volvió a acostarse —me acusó Xabi.
—¡Blanco! ¡Levántate ahora mismo! —me llamó por mi apellido, y solo lo hacía cuando elevaba la voz conmigo. Sino siempre era su pequeño Jorge.
Sin abrir los ojos me puse de pie y bostezando salí de la habitación. Un olor a medialunas recién hechas entró por mi nariz. Me acerque hasta Rose y la abrace por la espalda.
—Buen día, nana —le dije y besé su cabeza.
—Buenas tardes diría yo —me reprochó, mientras yo saludaba con un apretón de manos a mis amigos, y me sentaba en la mesada frente a ella.
—No es tan tarde —dije mirando el reloj, que apenas marcaba las 12:20 del medio día.
Ayer me había costado dormir, más de lo que deseaba pensando en... ella. Tomé una de las medialunas que mi nana había traído y le di un mordisco. Ella me miró.
—¿Te has lavado la cara? —me preguntó. Negué con la cabeza —¡Ni siquiera has entrado al baño Jorge Blanco! Ahora mismo, ve...
—Bueno —dije con la boca llena y me puse de pie para ir al baño. Escuché como esos dos se reían por lo bajo —Ustedes, vengan.
Miraron a Rose y luego me miraron a mí, caminé y me siguieron. Entré al baño y ellos dos se apoyaron en la puerta, mientras veían como me lavaba la cara y los dientes.
—¿Cómo te fue ayer? —me preguntó Ruggero.
—Igual que siempre —contesté —Solo gente importante y aburrida...
El sonido de su risa, retumbo en mi cabeza.
—¿No había nada interesante, nada... apetecible?
—Ah si —hablé haciéndome el que recién lo recordaba —Me encontré con Martina.
—¿Con Martina? —dijo asombrado Ruggero
—¿Y que pasó? —dijo Ponce.
—Nada, solo hablamos un poco... Es una chica muy inteligente, a comparación con todas aquellas mujeres de la Universidad, ella si tiene temas del cual hablar.
Salí del baño y me dirigí a mi habitación. Ellos entraron detrás de mí, busqué una cosa y me giré a verlos. Estiré mi mano y les entregué dinero. Ambos fruncieron el ceño, y Xabiani lo tomó con cuidado.
—¿Qué es esto? —me preguntó Xabi.
—Dinero —le dije.
—Ya lo se, pero ¿para que nos das esto? —preguntó de nuevo él, mientras Ruggero tomaba la plata y la contaba.
—Aquí hay 1000 dólares —aseguró
—Repártanlos entre los dos —les dije y miré sus rostros desconcertados —Ahí esta el dinero de algunas cosas que les debía y de...
Dejé de hablar, ya que me costaba admitir aquello.
—Espera un segundo —me detuvo Xabi—¿Aquí están los 400 dólares de la apuesta que hicimos por Martina, verdad?
—Si —dije por lo bajo.
—¿Pero si la apuesta caducaba el lunes? —dijo Ruggero y me miró —Oh, ya se... Ya sabes de ante mano que no vas a poder con ella.
Lo miré exasperado. Ellos dos rieron y chocaron sus manos para luego guardar el dinero en sus billeteras.
—¿Qué pasó Blanco? —me habló Xabiani con una enorme sonrisa —¿La chica es más complicada de lo que creías?
—Es más inteligente de lo creía —le aclaré.
Salimos del cuarto y nos acercamos a Rose que ya tenía todo el desayuno preparado. Nos sentamos en la mesada y ella nos puso una taza de café a cada uno.
—¿Quién es Martina? —preguntó. La miré mientras tomaba café.
—Una chica de la Universidad —le contestó Xabi.
—Nada importante —agregué.
—¿Apostaste algo por ella? —me dijo mirándome fijo.
—Si —miré a mis amigos, que solo miraban para otro lado —Pero... aposté que ella no tenía novio, y si lo tiene.
—Por lo que sea, sabes que no es correcto apostar... vas a volverte un jugador compulsivo —dijo ella.
—Nana, me conoces y sabes que no sería capaz. Es solo algo entre nosotros.
—Si Rose, tranquila... no dejaremos que el pequeño Jorge se vuelva un adicto al juego —la consoló Ruggero.
Terminamos de desayunar y me fui a bañar, mientras Xabiani y Ruggero se quedaron en la cocina ayudando a Rose. Me di una refrescante ducha y me cambié, rápidamente. Algo cayó al suelo, me agaché a ver y era mi celular. Lo tomé.
"—No lo se, quizás vaya a trabajar. Tengo que sacar las fotos del mes. Y debo ver a Diego..."
Hoy iría a lo de su madre para hacer las fotos del mes...
"—Oye niño, podías ser un muy buen modelo..."
Las palabras de Mariana llegaron a mi cabeza. ¡Oh, ya se! Iré a verla para que me de trabajo allí y de paso podré ver a la morena en su lugar de trabajo.
Salí de la habitación y miré la hora. Ya eran la 1 de la tarde, tenía que darme prisa.
—¿Qué haremos hoy? —me preguntó Ruggero.
—No se ustedes, pero yo tengo que ir a un lugar —le dije mientras tomaba las llaves de mi moto.
—¿Nos vas a dejar? —dijo Xabiani.
—Si mi vida —dije burlonamente, como si le estuviera hablando a una chica —Tengo otras cosas que hacer...
—No seas idiota —me amenazó.
—Ya, ya —dije divertido —A la noche los veo, y vamos al bar a jugar un poco...
—Está bien suripanta —me dijo Rugge—Ve a hacer travesuras...
Me acerqué a Rose y besé su cabeza.
—Adiós nana.
—Adiós pequeño, cuídate —me dijo.
—Siempre lo hago —dije y salí de allí.
Busqué mi moto y me subí en ella para ir a aquel lindo lugar, en busca de un poco de diversión. Llegué más rápido de lo que esperaba, me bajé y caminé hasta dentro. La mujer de recepción me miró bien, y su boca quedó como abierta.
¿Lo ven? ¿Ven lo que causo en cada lugar al que entro?
—Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarte? —me preguntó.
Me quité mis anteojos de aviador, y la miré con una pequeña sonrisa.
—Necesito ver a la señora Mari Stoessel—le dije.
—¿Tienes una cita? —dijo.
—Linda, no necesito citas para ver a Mari —dije con toda la confianza del mundo —Levanta ese teléfono y dile que soy Jorge, el amigo de su hija.
Subí al ascensor y marqué el piso 20. Como lo había previsto Mari no se había olvidado de mí, y al parecer se había emocionado mucho cuando le dijeron que yo estaba aquí. El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Salí y caminé por el pasillo, hasta llegar al lugar al que el otro día Martina me había traído. Mari estaba rodeaba de personas, a las cuales ella daba ordenes y pedía cosas. Se giró a verme.
—Jorge, querido —dijo y se acercó a mí.
—Hola Mari —le dije y cuando estuvo cerca besé su mano —¿Cómo estas?
—Atareada —me dijo y sonrió —¿Qué te trae por aquí? Martina llega dentro de media hora aproximadamente.
—No, no vine para ver a Martina—mentí más que descaradamente —¿Recuerdas que el otro día me dijiste algo de ser modelo y eso?
—¿No me digas que lo has pensado y vas modelar para mi? —dijo entusiasmada.
—Mmm, no en realidad... yo venía a pedirte que me des así algo... un trabajito como ayudante o lo que sea. Pero creo que ser modelo —dije y fruncí el ceño —No es lo mío.
—Que lastima —dijo en un suspiro —Pero bueno, no importa. Voy a ayudarme. Tú me has caído bien, y eso que los amigos o novios de Martina nunca fueron de mi agrado.
— ¿Dominguez no lo es? —pregunté.
Ella arrugó la nariz mientras caminaba y me hacía una seña para que la siguiera.
—Para nada —aseguró —Ese niño es demasiado idiota para mi princesa. Martina necesita a un hombre inteligente, que le de seguridad. No a un imbécil posesivo y absorbente. Gracias a dios ella reaccionó y lo dejó.
—Ya lo creo —susurré por lo bajo.
Llegamos a una pequeña oficina, estaba llena de fotos por todos lados y no pude evitar acercarme a una de ellas. La tomé y la miré. Era la foto de una niña de aproximadamente 7 u 8 años, tenía los ojos grandes y pestañas largas. Una sonrisa blanca y perfecta. Entonces me di cuenta de que era ella.
—¿No es hermosa? —me habló Mari mirando la foto que yo tenía en mis manos. Giré mi cabeza para mirarla —Siempre tuvo una particular forma de mirar, y de ser. Ahí tenía apenas 8 años y no sabes el carácter que tenía.
—Aun lo tiene —le aseguré. Mari rió por lo bajo.
—Si, Martina es una chica increíble —dijo orgullosa —Y no lo digo solo por ser su madre. Ella es decidida y dulce. Es testaruda y sensible. Delante de mí, siempre pone una especie de escudo o barrera, pero siempre termina dándome lo que le pido. No puedo quejarme de ella —suspiró y luego me miró —Pero ya, volvamos al tema importante. ¿Qué quieres hacer aquí?
—No se, tú dime —le dije.
—Bueno, puedes ser mi ayudante. Los que tengo son un poco tontos...
—Perfecto —aseguré.
—Tendrás un sueldo y trabajaras solamente los sábados por la tarde. ¿Te parece bien de 2 a 5 de la tarde?
—Me parece estupendo —le dije.
—Entonces, bienvenido a las agencias de modelaje Stoessel —dijo y estiró su mano para que yo la tomara. Así lo hice y salimos de allí para acercarnos a donde estaba todo el mundo.
Mi primer encargo fue ir a apurar a las modelos, y eso fue increíble. Creo que no puede haber mejor trabajo que este para un hombre. Luego fui enviado a planta baja en busca de unos papeles importantes.
—¿Puedes darme los papeles de Mari? —le pregunté a la chica de recepción.
—Enseguida —me dijo y me dejó solo mientras iba por ellos.
—¡Buenos días a todos! —escuché su voz y me giré a verla.
Estaba llena de cosas y caminaba con prisa, al parecer estaba llegando tarde. Vi como desaparecía detrás de uno de los ascensores, y no puedo esperar a ver su rostro, cuando sepa que yo estoy trabajando aquí...
—Aquí tienes —me habló, sacándome de mis pensamientos.
—Muchas gracias, linda —le dije y me fui de allí para ir en busca de un poco de diversión.
Subí al ascensor y no pude evitar sentirme emocionado por llegar al piso 20 y ver la cara de Martina. Las puertas se abrieron y caminé hacia donde estaban todos.
—¡Ahí lo tienes! —Mari le dijo a Martina y ella se giró a verme.
Sus ojos se abrieron como platos y pensé que su mandíbula iba a llegar a tocar el suelo. Se acercó a mí y me miró fijo.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó nerviosa.
—Hola, ¿no? Buenos días cariño, que yo sepa no dormimos juntos anoche —le dije.
—¡Contesta mi pregunta! —exigió. Sonreí levemente.
—Aquí trabajo —dije con suavidad y estiré mi brazo para darle el sobre a Mariana.
—¡No estoy para bromas,Blanco! ¡Dime que haces aquí!
—No estoy bromeando, cariño. De verdad trabajo aquí.
Ella se giró a ver a su madre. Mari asintió con la cabeza, y la morena volvió a mirarme.
—No, no tú estas jugando conmigo —dijo riendo nerviosamente —¡Mariana! —la llamó, está se acercó a nosotros.
—¿Qué sucede hija? —le preguntó.
—Dime que no es verdad —le dijo sin dejar de mirarme.
—¿Qué no es verdad que? —dijo ella.
—Que él esta trabajando aquí —dijo nerviosa.
—Si, si es verdad. Jorge es mi nuevo ayudante.
—¡Esto es increíble! —elevó su voz haciendo que todos se giraran a verla —¡Me rehúso a trabajar con este individuo en este lugar!
—¿Por qué? —le pregunté.
—¿Qué quieres? ¿Qué es lo que estas buscando? —me preguntó.
—Nada —dije haciéndome el inocente —¿Acaso no puedo buscar un empleo para los fines de semana?
—¡No, no puedes! —me aclaró nerviosa. Giró para mirar a su madre —¡No voy a trabajar con él aquí! ¡Quiero que se vaya!
—No, Jorge no se va a ir —le aclaró su madre, sin dejar de mirar al frente, en donde le estaban haciendo unas indicaciones o algo por el estilo.
—¿A no? ¡Entonces me voy yo! —dijo la morena, y se dispuso a irse.
—¡Martina Stoessel! —la llamó con firmeza. Martina detuvo su paso y se giró a verla. Mari la miró fijo —Soy tu madre y me debes respeto... también soy tu jefa y por eso haces lo que yo quiero, cuando yo quiera.
—¿Puedo solicitar un asenso? Me gustaría ser su jefe —dije. Mari rió por lo bajo, pero a la morena no le causó ninguna gracia.
Soltó un enojado suspiró y se acercó de nuevo a donde estaba su madre, yo solo me encargué de observarla.
—¿Están listas? —preguntó Martina a las modelos que estaban frente a ella, mientras ella se acomodaba detrás de la cámara.
Mariana se acercó a mí y miró a su hija, como yo lo hacía. La morena comenzó a sacar fotos y a dar instrucciones.
—Es tan irritante a veces —me habló su madre. Sonreí levemente —Piensa que todo lo que hago es para perjudicarla o en su contra.
—Así son todas las hijas —le dije. Ella suspiró.
—Ya lo creo —dijo. Un hombre alto se acercó a nosotros y le pidió a Mari poder hablar en privado. La madre de la morena asintió y se fue con él.
Volví mi vista a Martina, ella miraba las fotos que acaba de sacar. Con cuidado me acerqué.
—Lindas fotos —le dije. Ella giró la cabeza para mirarme con recelo —¿Estas enojada?
—No para nada, estoy muy feliz, no tengo problemas —dijo con toda la ironía del mundo.
—No tienes porque estar enojada, cariño —le hablé y ella volvió su vista al frente —Yo no quiero que estés enojada conmigo, solo vine porque de verdad necesito el trabajo.
Me volvió a mirar con esa mirada asesina y cortante. Ella no creía ni una sola de las palabras que yo le estaba diciendo. Una nerviosa Mariana salió de la pequeña oficina con aquel hombre detrás. Martina la miró y se acercó a ella.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella a su madre. Mari miraba a su alrededor, como buscando una solución a su problema. Me miró a mí y miró a Martina. Volvió a mirar a su alrededor.
—Mamá, ¿Qué pasa? —dijo algo nerviosa Martina.
—Martina—le dijo a su hija —Ve a cambiarte y ven para hacer unas fotos con Jorge.
Mis ojos se abrieron bien, al igual que los ojos de Martina.
—¿Qué? ¡¿Estas loca?! —le preguntó sin poder creerlo.
—Si es así la cosa, creo que no voy a poder negarme —dije sonriendo levemente.
Martina me miró asesinamente.
—¡No soy una de tus estúpidas muñecas de plástico! —chilló Tini.
—Por favor hija —le dijo desesperada acercándose a ella —Los modelos que encargué no han llegado, y si no hacemos ya mismo esa sesión, la marca va a dejarme.
—Pero, ¿Acaso no tienes millones de modelos aquí? —dijo nerviosa.
—No me sirven, ¡Ninguna me sirve! —miró a su alrededor decepcionada —¡Por favor Martina, hazlo por mi!
Vi la desesperación de la morena por decirle a su madre un rotundo NO, pero como Mari me había dicho, ella iba a terminar aceptando. Soltó un leve suspiro.
—Está bien —le dijo.
Mari sonrió emocionada y abrazó con fuerza a su hija. La soltó y se acercó a mí.
—¿Lo harás, verdad? —me preguntó.
—Claro que si, jefa —dije divertido.
—Muchas gracias, de verdad —dijo. Se alejó de nosotros para dar las indicaciones. Martina se giró a verme, estaba algo roja por el enojo.
—Llegas a propasarte, y te arrepentirás —me susurró. Un montón de gente entró al lugar para comenzar a preparar todo. Me llevaron a una pequeña habitación, en donde me dieron unos cuantos pantalones de jean. Miré la marca. Levi's. De verdad está mujer se maneja con marcas importantes. Me sentaron en una silla y comenzaron a despeinar más mi cabello. Lo secaron y quedó como si recién me hubiese levantado. Mari entró.
—¡Eso es! Así esta perfecto, un look rebelde —dijo y me miró —De verdad muchas gracias, Jorge.
—No, no es nada —le dije.
—Tienes un tatuaje —dijo asombrada mirando el omóplato izquierdo de mi estomago casí llegando al final de mis caderas [Yoyi no tienes tatuajes, mi Yoyi es un niño bueno XDComo sea, imagínense que lo tiene, sigan leyendo]
Me giré a verla.
—Si, me lo hice hace bastante —dije.
—Eso aporta más rebeldía al look —dijo divertida.
—No se si me saldrá —admití.
—Será fácil, Martina sabe sobre esto. Cuando era más chica la obligué a hacer un curso de modelaje.
—¿La obligaste?
—Si —dijo asintiendo —No quería saber nada sobre aquello, pero como yo sabía que alguna vez la iba a necesitar, lo hice. Bueno, cuando estés listo, sal.
Se fue dejándome solo. Me puse los pantalones y me quedé sin remera. Yo se que cuando la morena me vea, no va a poder creerlo. Salí y todas las mujeres del lugar se giraron a verme. Mari sonrió, y me hizo una seña para que me acercara a ella. Vi como comenzaban a cuchichear y a mirarme acosadoramente.
—Vas a provocar que todas mueran de un infarto —me habló mi jefa.
—No es mi intención —dije orgulloso de mi mismo —¿Dónde esta Martina?
—¡Odio estos malditos pantalones! —entró ella quejándose. Traté de no parecer cautivado, pero era casi imposible. Ella traía un pequeño pantalón de jean, que se ajustaba perfectamente a sus piernas. Su pelo estaba desordenado como el mío, como si recién se hubiese despertado. Y solo llevaba puesto un sostén negro, en la parte de arriba. Sus marrones ojos se clavaron en los míos, y dejó de caminar. Sacudió su cabeza y miró de nuevo a su madre.
—¿Por qué odias los pantalones hija? —le preguntó Mariana.
—¡Mira como me hace el trasero! —dijo y se giró para mostrárselo.
—Muy bonito, es redondito —le dije. Me miró furiosa.
—Jorge tiene razón, Martina. Tu trasero está bien —le habló Mari.
—¡Mamá no tengo el tamaño suficiente para ser modelo!
—Eso es mentira —le dije. Ella me miró —Tu trasero es el más lindo que he visto aquí, hasta ahora.
—No estaba hablando de mi trasero Blanco—me dijo seria —¡Miren como me queda esto!
Levantó una de sus piernas y el pantalón quedaba un poco colgando. Mari mandó a buscar un par de zapatos con taco. Los trajeron y el problema fue solucionado.
—No vas a encontrar alguna excusa para no hacerlo, hija mía —le aclaró. Martina le sacó la lengua cuando está no la estaba viendo —Ahora vayan allí —nos dijo. Caminamos hasta el centro del lugar. Las luces blancas nos iluminaban —Ahora, se acercan.
Martina miró fijo a su madre, y luego giró hacia mí.
—Juro que vas a arrepentirte de esto Blanco —me amenazó.


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora