Capitulo 49

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  —Siempre supe que ustedes tendrían algo —dijo Mari contenta —Desde el día en que llegaron juntos a mi oficina.
— ¿Recuerdas ese día? —le pregunté divertido a Martina.
—Como si pudiera olvidarlo —dijo ella.
Todos reímos. Y sentí como aquella tensión de hace unos momentos comenzaba a disminuir. Alejandro miró a Mari y esta le sostuvo la mirada.
— ¿Y... como marcha todo en la oficina? —le preguntó.
Ella se sorprendió un poco de que le preguntara aquello. Pudimos notarlo cuando sus cejas se elevaron un poco.
—Bien... todo marcha sobre ruedas. Esta semana han venido dos nuevas marcas —le respondió ella.
Martina me miró y sonrió contenta. Aquello era un muy buen paso. Solo necesitaban algunos empujones más. Y la comunicación tal vez podría retomarse.
—El trabajo de la señora Stoessel es excelente —le comenté a Alejandro. Él me miró y sonrió por lo bajo.
—Lo sé, siempre fue muy profesional en su trabajo —me comentó.
Martina se acercó a Mari y ambas comenzaron a revisar la carta del menú. Llené mi vaso de espumosa champaña y le serví otro poco a Alejandro.
—Martina... creo, que es muy parecida a su madre —le dije.
—Oh no, para nada —aseguró él —Son como el agua y el aceite. Mariana es una mujer demasiado quisquillosa y siempre encuentra algo para echarte en cara...
—Créame que su hija también es muy buena para echar cosas en cara —dije divertido. Él rió.
—Si, pero Martina tiene un carácter que Mariana no puede controlar. Y debo decir que yo tampoco. Ellas son diferentes por eso chocan tanto a veces, pero a la vez pueden estar unidas como mejores amigas —dijo sin dejar de mirarlas.
— ¿La extraña? —le pregunté. Él me miró. Una sonrisa llena de recuerdos se curvó en su rostro.
—Un poco —susurró.
— ¿Y por qué no lo intenta? —dije. Él me miró más fijo aun. Quizás ya me estoy tomando demasiadas atribuciones.
—Imposible —dijo divertido y tomó más de su vaso.
—Quien le dice señor Stoessel, todo puede pasar —le aseguré.
El palmeó mi hombro y ambos reímos. Ellas fijaron sus miradas en nosotros y sentí un escalofrío que recorrió mi espalda.
— ¿Podemos pedir ya? —preguntó Martina.
—Claro que si —dije y me alejé de Alejandro para acercarme un poco más a ella. Martina también se acercó más hacia mi lado.
— ¿Qué estás haciendo? —me preguntó por lo bajo.
—Solo hablo con tu padre, no estoy haciendo nada malo —le dije.
Ella respiró profundamente y luego sonrió.
—Esto no es tan malo como pensé —dijo. Con discreción, aprovechando que Alejandro leía la carta y que Mariana estaba llamando al mazo, me acerqué a ella y le robé un pequeño beso.
—Yo te lo dije. Todo iba a salir bien.
El mozo se acercó y los cuatro ordenamos algo distinto. Luego de unos cuantos minutos en los que mantuvimos una fluida conversación nuestro almuerzo llegó y comenzamos a comer.
El champaña se acabó y Mariana encargó otra. Martina me miró algo confundida. Hice un gesto de 'no saber' con los hombros. Ellos comenzaron a tomar mientras hablaban como si fueran los mejores amigos del mundo. La botella se terminó y Martina y yo solo habíamos tomado una. Calculen un poco, eso no estaba bien. Alejandro pidió otra botella.
—Y luego, cuando tenía 5 años obligó a su padre a tirarse en el suelo y llorar como un niño para darle de vuelta su billetera —contó Mari sin dejar de reír. Ella y Alejandro estaban bastante alegres.
—Siempre fue mi pequeño demonio —aseguró él calmando su risa.
Martina los miró confundida. Ellos se estaban comportando de una manera muy extraña según ella. Pero creo que es muy normal... ellos aun se aman.
— ¿Pueden dejar de tomar? Me parece que ya se pasaron de copas —les dijo ella. Ambos la miraron y volvieron a reír.
—Oh, mi cielo ¿no te parece que papi y mami están un poco grandes como para que les digas sin deben tomar o no? —le preguntó Mari.
—Bueno, bueno —dijo Martina restándole importancia — ¿Quieren postre? —les preguntó.
Ellos dos se miraron fijo por unos cuantos segundos.
—Frutillas con crema —dijeron al unísono y volvieron a reír.
Apreté mis labios para no reír también. Esto ya se estaba poniendo realmente muy divertido. Martina me miró y ella si rió. Le hice un gesto con la cabeza que apuntaba hacia la puerta. Ella asintió levemente y tomó su cartera.
—Mmmm... ¿saben qué? Jorge y yo debemos irnos —dijo mientras se ponía de pie.
—Esta bien, vayan —dijo Alejandro sin dejar de mirar a Mariana.
—Luego me llamas, hija —le dijo Mariana sin dejar de mirar a Alejandro
—Adiós —les dijimos a ambos y salimos de allí.
— ¿Qué fue todo eso? —preguntó ella.


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora