Capitulo 18

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  Miré a Martina y luego miré a Stephie que esperaba una respuesta de mi parte.
—Vamos Blanco, dile —me insistió la morena.
—Espera un segundo Stephie —le dije a la rubia y tomé el brazo de Martina para jalarla hacia mí y chocar su boca contra la mía.
Mis ojos estaban abiertos, al igual que los de ella, pero al iniciar un movimiento sobre sus labios mis ojos se cerraron, otra vez. ¿Por qué? No lo se.
Ella no hacia nada, ni siquiera movía los labios. Hasta que casi la obligué a hacerlo, cuando con cuidado mordí su labio inferior. Entonces sentí esa deseada respuesta. Sonreí sobre su boca, para luego volver a ser serio en aquel beso. Subí mi mano que estaba en su brazo a su nuca, para acercarla un poco más. Ella apoyó sus dos manos sobre mi pecho, era como si intentara alejarse, pero algo en ella se lo impedía. Rocé la punta de mi lengua con la de ella. Obteniendo más sabor de su dulce boca. Finalicé volviendo a morder levemente su labio, para luego alejarme despacio. Abrí mis ojos para mirarla.
Sus ojos se abrieron despacio e intentó hablar, pero las palabras no salieron de su boca. Giré para mirar a Stephie. La rubia estaba tan roja como un tomate, y parecía que su quijada iba a tocar el suelo.
—Yo... —dijo Martina.
—Stephie, si eres tan amable ¿podrías dejar de irritar a Martina? La pones de mal humor y eso me pone de mal humor a mí. Porque después me cuesta un poco más llegar a la habitación, ¿me entiendes?
Hizo un sonido indignado y salió rápidamente de allí. Martina se giró a verme.
—¿Por qué hiciste eso? —me preguntó algo agitada. La miré y sonreí levemente.
—Ya te la he sacado de encima, cariño —dije.
Pestañeó varias veces de forma nerviosa y sacó su mirada de mí.
—No era lo que estaba pensando, pero al parecer funcionó... por ahora —dijo ella. Con decisión fijo su mirada en la mía —Que sea la última vez Blanco.
—De ninguna manera, cuando te moleste avísame Martina. Yo vendré a besarte las veces que sea necesario —le dije.
—Eres tan infantil —me acusó y salió de allí chocando un poco con Xabi y Rugge—Lo siento.
Los chicos miraron como se fue, y luego volvieron su vista a mí.
—¿Desde cuando están ahí? —les pregunté.
—Desde que colocaste tu mano en su nuca para acercarla más a ti —contestó Rugge
—Bien, estas bien Jorge —dijo Xabi mientras ambos se acercaban a mí.
Los miré consecutivamente.
—La... la tengo comiendo de la palma de mi mano. Pronto la tendré en la cama, pero por ahora me conformo manejándola de este modo —dije algo nervioso.
Ambos sonrieron cómplices.
—Creo que a nuestro pequeño saltamontes le esta costando un poco aceptar que Martina le gusta mas de lo que él cree —dijo Rugge.
—Estas en lo correcto mi querido Rugge, me parece que no lo esta queriendo ver —agregó Xabi.
—Vamos muchachos, ¿Acaso no me conocen? —les dije mientras comenzaba a caminar para salir del salón. Ellos caminaron detrás de mí —Yo solo la quiero para una noche, y punto.
—Creo que tendríamos que grabarte la próxima vez que la beses. Tú nunca besaste así a ninguna, te lo puedo asegurar —me dijo Rugge.
Lo miré un poco asustado. Él solo estaba jugando conmigo, yo siempre beso a todas de la misma manera. Aunque, debo admitir que mis ojos se cierran cuando la beso...
—Puras patrañas —aseguré un tanto nervioso —Tal vez sea porque ella si sabe besar.
—O porque realmente te gusta besarla —dijo Xabi.
—Ya cállense, y dejen de decir tonterías —les dije firme.
Ambos rieron y entramos en la cafetería del lugar. Divisé a Martina sentada con la chica de los anteojitos.
—Miren, se hizo amiga de la chica de los libros —dijo Xabi.
—Diablos —musitó Rugge.
—¿Qué sucede? —le preguntó Xabiani. Sonreí, era hora de vengarme.
—¿No te ha dicho? —le dije a Xabi. Rugge me miró asesinamente —Le gusta la genio.
—¿Qué? —dijo Ponce con una sonrisa de diversión en el rostro.
—¡Que no me gusta! —chilló él.
—Te encanta Pasquarelli, admítelo.
—No hasta que admitas que Martina te trae loquito —me dijo.
Lo miré fijo por unos cuantos segundos. Le estaba por decir algo, pero mi celular comenzó a sonar.
—Aguarden, señoritas —les dije y me alejé. Miré la pantalla y era mi padre —Fernando.
—Jorge, siento no haberte llamado antes, pero no tuve tiempo —me dijo.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
—Tú prima, está yendo hacia la Universidad.
—¿Qué? —pregunté sin poder creerlo —¿Por qué Mercedes viene aquí?
—Ideas locas de tu tía Annie —dijo algo exasperado.
—Pero... pero... ¿Acaso no había otra universidad para que fuera?
—No lo se, solo controla que no haga líos. Ya sabes como es...
—Si, si lo se —dije y suspiré —Es una diminuta bomba de tiempo.
—Contrólala Jorge, no quiero problemas por ella...
—Tranquilo, la mantendré vigilada —le aseguré y colgué.
Volví a donde estaban mis amigos. Ambos miraron mi cara de exasperación.
—¿Qué pasó? —me preguntó Xabi.
—Una pesadilla viene hacia aquí, tengan cuidado. Miren a su alrededor, ella es la creación de dios y el diablo. Más del diablo diría yo...
—¿De que estás hablando Jorge? —dijo extrañado Ruggero.
—¡Tontin! —escuché su voz detrás de mí y me paralicé.
—De ella —les dije a mis amigos y me giré a verla.
Con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a mí y me abrazó.
—¿Cómo estás tanto tiempo, primo? —me preguntó.
—Hola Mechi, ¿Cómo estas? —le pregunté.
—Cansada por el viaje, enojada porque mis padres me obligaron a venir a está estúpida Universidad, y contenta de ver a mi primo favorito —dijo sin dejar de sonreír.
De verdad me daba miedo.
Se parecía un poco a mí, pero sus cabellos eran un rubio intenso, un rubio natural. Que caían sobre sus hombros en definidos rulos. Y sus ojos eran verde cielo, un poco parecido a los míos, pero con otro brillo. Su piel blanca parecía de porcelana.
—Muchachos ella es mi prima Mercedes Blanco. Mechi ellos son Ruggero Pasquarelli...
—Es un gusto Mercedes —le dijo Rugge.
—El gusto es mío Rugge —dijo ella y luego miró a Xabi.
—Y él es Xabiani Ponce—lo presenté.
Xabi no articulaba palabra alguna. Solo miraba fijamente a Mechi, como si fuera algo que jamás hubiera visto en su vida.
—Oye, ¿Qué le sucede? —me preguntó mi prima por lo bajo. Me encogí de hombros.
—¡No es cierto! —escuchamos como alguien decía detrás de nosotros.
Mechi se giró a verla rápidamente. Sus ojos se abrieron como platos y su boca casi toco el suelo del asombro.
—¡No puede ser! —habló sin dejar de mirarla.
Las miré consecutivamente. Martina se encontraba frente a mi prima con la misma cara de asombro que ella.
—¿Eres Mercedes, Mercedes Blanco? —preguntó la morena atónita.
—Aja —dijo asintiendo mi rubia prima —¿Y tú eres Martina, Martina Stoessel?
—La misma que viste y calza, señorita 'no pienso comprometerme con alguien hasta que me salgan arrugas en los dedos pequeños de los pies' —le dijo divertida.
Se acercaron para un amistoso abrazo. Miré a mis amigos y los encontré con la misma cara de confusión que yo. Mechi se alejó para mirarla y sonreír.
—No puedo creer que seas tú, señorita 'lo único que necesitas en la vida es un pote de helado, una buena película y asunto arreglado' —habló con rapidez —Te juro que si no creyera que las casualidades son puras palabrerías, pensaría que esto es una casualidad.
—Lo mismo digo —dijo la morena.
—Perdón, perdón que interrumpa, señorita 'no sé que de los dedos del pie' y señorita 'helado y películas' pero, ¿Pueden explicarme que pasa? —les pregunté.
—¿Conoces a Jorge? —le preguntó Martina a Mechi.
—Es mi primo —le respondió ella.
—Mentira —dijo sin poder creerlo la morena.
—Lo juro —afirmó la rubia.
—No, no te creo.
—Enserio te digo, ¿Tú lo conoces? —le preguntó ella.
—Si, y por desgracia —me echó una despectiva mirada. Sonreí, estaba indignada por lo del beso. Pero yo se que le encantó.
Martina giró la cabeza y miró hacia la mesa en donde estaba la chica de anteojitos.
—¡Lodo! ¡Ven! —la llamó.
La chica castaña de ojos verdes se acercó a nosotros con la cabeza baja y con timidez. La miré bien, no puedo creer que ella le haya dicho todas esas cosas a Rugge. Lo miré de reojo y vi su cara de frustración.
—Lodo, ella es Mercedes una vieja amiga —se la presentó.
—Un gusto —le dijo Mechi amable.
—¿Una vieja amiga? —pregunté y las miré —¿De donde se conocen?
Ambas se miraron entre si y unas grandes y blancas sonrisas se dibujaron en sus rostros.
—De las mejores vacaciones de nuestras vidas —dijeron al unísono.
Estallaron en risas. Las miré más confundido aun.
—Aun no puedo creer que estés aquí, hace como 2 años que no se nada de ti —dijo Mercedes.
—Lo se, lo se. Me mudé perdí tu número... un desastre —le contó la morena.
—Pero, ¿Qué haces aquí? —preguntó la rubia, mientras comenzaban a caminar alejándose de nosotros. Emma se unió a ellas.
—Mi padre me metió obligada a esta estúpida Universidad formativa —exasperó la morena.
—Los míos también —dijo Mechi.
—Oigan, ¿pueden contarme de donde se conocen? —les pregunté.
—Luego —sentenciaron las dos al unísono alzando un dedo hacia mí, pero sin dejar de mirarse entre ellas.
Giré la cabeza para mirar a mis amigos. La cara de Rugge era una mezcla de confusión y diversión.
Mientras que la cara de Xabi era una mezcla de confusión y asombro. Volví mi mirada hacia donde se habían ido y las tres estaban sentadas en una mesa.
—No puedo creer que se conozcan —dije sin dejar de mirarlas.
—Yo creo que las tres podrían perfectamente destruir al mundo —agregó Ruggero.
—Yo creo que tu prima es la cosa más hermosa que vi en mi vida —habló con tono bobo Ponce. Lo miré con ceño fruncido.
—Oh, dios. ¿Te gusta Mechi? —le pregunté. Xabi me miró.
—Es muy bella, Jorge —me dijo.
—Amigo mío, esa chica que ves ahí es el diablo en persona...
—¿Por qué dices eso? —preguntó Xabi.
—Mercedes Blanco, puede llegar a ser peor que nosotros tres juntos. Ella es fría, calculadora y especialmente es una enredadora —les dije.
—No puedo creer que estés hablando así de tu prima —dijo Xabiani sin dejar de mirarla —Es más, yo diría que parece un ángel.
—Si, lo parece. Pero hay un largo camino para que lo sea. Hazme caso, Mechi no es mujer para ti. Ella es... muy especial.
—¿Por qué?
—Tiene la facilidad absoluta de volverte loco, usarte a su antojo y luego dejarte sin haber recibido nada a cambio ¿me entiendes, verdad? Lo juro amigo.... Tengo conocidos que han salido con ella, y quedaron fóbicos —dije.
—Pero si Xabi ya es fóbico a las relaciones formales, al igual que tú —dijo Rugge.
—No fóbico a las relaciones, fóbicos a las mujeres...
—Oh, eso es terrible.
—¿Lo ves Xabi? Mejor busca otro objetivo. Además de que es una chica a la cual le gustan los problemas, no sé como es que es amiga de Martina.
—Claro no, 'tu' Martina es perfecta —dijo Ponce.
—Si lo es, en lo que me concierne a mí, lo es —contesté.
—Pero tal vez no conozcamos bien a la señorita Martina Stoessel —habló Rugge—Algo deben esconder ese par de ojos chocolate.


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora