Capitulo 19

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  Iba silbando la 5ª sinfonía de mi amigo Beethoven por el pasillo, mientras me acercaba a mi casillero para dejar los libros allí antes de ir a la siguiente clase. Hoy debo decir que estoy muy responsable, no he llegado tarde a ninguna clase y he ido a todas.
Debo tener algún tipo de problema, o algo en mi cerebro no esta haciendo conexión. Vi como mi prima caminaba hacia mí, pero no me había visto.
—Mechi—la llamé. Ella levantó la vista y me miró.
—¿Qué haces tontin? —me preguntó.
—Busco unas cosas —le dije y miré a su alrededor para ver si estaba Martina. Desde que se encontraron habían estado hablando y yo no tuve tiempo de agarrar a mi prima y preguntarle de donde demonios se conocían —¿Vas a contarme de donde conoces a Martina?
—Aaaaw, juro que aun no puedo creer que ella este aquí. Y yo que pensé que llegaría aquí para amargarme como la mejor...
—Aja, si que bueno —dije sin mucho interés —¿Me cuentas?
—Mmm, que interés.
—Vamos Mercedes, no tengo toda la vida.
—Te cuento luego, ahora tengo que ir a clases. Te quiero —besó mi mejilla y se fue dejándome con aquella maldita intriga.
Volví mi vista al frente y la que venía ahora hacia mi era la morena. No podía dejar pasar esta oportunidad, tenía que saber. Me puse justo en su camino, ella miraba para atrás sin dejar de caminar, ya que estaba hablando con alguien del cual se estaba alejando.
Volvió su vista al frente y chocó levemente contra mí.
—Auch, me asustaste —me dijo.
—Hola cariño —la saludé.
—¿Qué quieres? —me preguntó cortante. Aun estaba sentida por lo del beso. Sonreí por lo bajo y la miré a los ojos.
—¿De donde conoces a Mercedes? —le pregunté.
Su mirada acusadora cambió por una mirada asombrada y algo avergonzada. Apretó sus labios y luego sonrió.
—Pasado tormentoso, Blanco. No quieres saberlo —dijo y me guiñó un ojo para comenzar a caminar y alejarse de mí.
—Si quiero saber —le dije, mientras ella caminaba. Se giró a verme y sonrió.
—No, no quieres saberlo.
Siguió caminando y me dejó con más intriga de la que ya tenía.
¡Mierda, tengo que saber de donde se conocen! ¿Y que es eso de pasado tormentoso?
Como dijo Rugge, ¿Qué es lo que esconden ese par de ojos chocolate?
El resto del día se me pasó bastante lento, siempre me pasa eso cuando estoy con algo que me intriga en la cabeza. Ruggero, Xabiani y yo salimos de nuestra última clase y caminamos hasta el estacionamiento para irnos a nuestras respectivas casas. Me prendí un cigarrillo, y comencé a compartirlo con Rugge.
—Que día —suspiró Pasquarelli mientras soltaba el humo por la boca.
—Ni lo digas —dijo Xabi mientras aspiraba el suyo.
Entonces los tres detuvimos nuestros pasos al verlas caminar sin dejar de hablar y reír. Juro que en un momento la imagen se volvió en cámara lenta y cada movimiento que ellas hacían se veía con más claridad. Fijé mi mirada en Martina, miré el movimiento de sus labios al hablar, la forma en la que se curva su boca al sonreír. Sus largas pestañas, el dorado de su piel, la suavidad que muestran sus piernas...
¡Diablos! ¡No puede ser que aun no me haya acostado con ella!
—Creo que estamos viendo como empieza la destrucción del mundo —les dije a mis amigos.
—Yo creo que las tres hacen un lindo trío de ángeles —dijo Xabi con tono bobo.
—Yo creo que mejor nos cuidamos las espaldas —aseguró Rugge.
Las tres se subieron al auto de la morena y prendieron marcha.
Nosotros terminamos nuestros cigarrillos y también prendimos marcha a nuestras casas. Cuando llegué me tiré de cabeza al sillón. Realmente estaba agotado.
Tomé el control remoto y prendí la tele. El timbre mi departamento sonó. Fruncí el ceño, ¿Quién podrá ser? Yo no espero a nadie hoy. Caminé y abrí la puerta.
—Hola primito, gracias por darme asilo en tu hogar —dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja.
Entró con unas tres valijas y las soltó en medio del living. La miré sin poder creerlo.
—Pero Mechi...
El timbre volvió a sonar, me acerqué a la puerta y la abrí.
—Hola Jorge, no sabía que estarías aquí —me dijo ella.
—Te recuerdo que esta es mi casa, cariño —le contesté.
—Martina, pasa —le dijo Mercedes. La morena sonrió y pasó. Se abrazaron amistosamente y se sentaron en el sillón.
¿Acaso yo estaba teniendo una pesadilla y en cualquier momento iba a despertar?
Ambas me miraron y juro que sentí miedo.
—¿Qué te pasa? —me preguntó mi prima.
—No, nada —le dije y me acerqué a la mesa de mármol que estaba allí para sentarme y comer un poco de galletas.
Ellas hablaban en vos baja y de vez en cuando Mechi me miraba de reojo. ¡Dios mío, esto no podía ser peor! El timbre volvió a sonar. Suspiré frustrado.
—Jorge, ¿puedes abrir? Esa debe ser Lodo—me dijo mi prima.
—¿Me ves cara de mayordomo? —le pregunté.
—Anda Blanco, no seas malito —dijo la morena poniendo su mejor cara de niña buena.
La miré fijo y asentí. Caminé hasta la puerta y la abrí. La pequeña figura de Lodo me miró fijo y acomodó sus anteojos.
—Lo siento, creo que me equivoqué —dijo tímida.
—No, no te equivocaste, pasa están adentro —le dije. Ella asintió y entró.
La pequeña Lodo se acercó a las otras dos y se abrazaron dulcemente. Se sentaron y comenzaron a hablar en voz baja. Las tres giraron su vista hacia mí.
—Ya puedes irte —dijo Mechi.
—¿Qué? —le pregunté —No saldré para que ustedes trío de ninfas conspiradoras estén solas en MI casa.
Martina rió por lo bajo.
—¿Te sientes intimidado? —le preguntó ella.
—Solo me temo que incendien mi casa. Además que no tengo a donde ir —dijo y puse mi mejor cara de perrito mojado. Martina miró a Mechi y a Lodo.
—No podemos dejarlo en la calle, miren su cara de perrito mojado —les dijo.
—No me ayudes Martina—le pedí.
—Okey, parece que estás sensible hoy —me dijo y volvió su vista a las chicas.
Sonreí por lo bajo y caminé hasta el pasillo.
Tenía que escuchar que hablaban, así que me quedé allí con la oreja bien parada.
—¿Y, van a contarme de donde se conocen? —preguntó Lodo.
—Creo que fueron las mejores vacaciones de toda mi vida —dijo Martina.
—Si, nunca las voy a olvidar. Yo estaba en Hawaii con mis padres de vacaciones —habló Mechi.
—Yo había viajado con mi padre.
—Recuerdo que ese día me había enojado con mi madre porque quería coquetear con un bailarín de salsa que había en el hotel —dijo la rubia.
—La tía Annie siempre es así —susurré.
—Baje al bar y me encontré con Martina...
—Que también yo estaba enojada con mi padre, por sus estúpidas amenazas —dijo ella.
—Comenzamos a hablar, y nos hicimos amigas. Esa noche arreglamos en salir a bailar
—Y fuimos. Pero esa noche fue un descontrol...
—¿Descontrol? —preguntó la chica de anteojos.
—Nos pusimos a tomar un poco, y luego se nos ocurrió hacer una apuesta —contó mi prima.
—Jugamos a quien seducía a más chicos en la noche —dijo la morena.
—Había que incluir el beso, ¿verdad? —dijo Mechi. Martina rió divertida.
—Si, es verdad.
—¿Quién ganó? —dijo Lodo.
—Pues claro, ¿quien va a ser? Mechi—musité.
—Martina, me ganó por tres chicos de diferencia —dijo mi rubia prima —Lo que pasa es que yo, me encariñé con uno y me quedé más tiempo del que debía. Sino era obvio que yo ganaba.
—No es cierto, igual iba a ganarte —aseguró la morena.
No puedo creer lo que estoy escuchando. Eso no puede ser cierto. No, no creo que sea cierto.
Estoy completamente seguro de que ambas están bromeando.
—Después robamos una tienda —prosiguió Mechi.
—Querrás decir, ROBASTE una tienda —aclaró Martina.
—Tú me ayudaste a hacerlo, ya que no querías dejarme comprar esa bikini.
—¡Tenías una igual Mechi!
—No es verdad, esa tenía una piedrita de color que la otra no —se quejó ella.
—Luego casi quemamos el hotel —dijo la morena.
—Casi QUEMASTES el hotel —aclaró la rubia.
—¡No! ¡Eso no es cierto! Tú también lo hiciste.
—Tú sedujiste a ese chico, el pobre de tan bobo que quedó dejó apoyado el cigarrillo cerca de una tela y casi destroza el lugar.
—¿Hace falta que seas tan detallista?
—Si, lo hace. Luego nos anotamos en un concurso de remeras mojadas —dijo Mechi.
—Pero antes de empezar Mechi quiso matar a las demás participantes, porque todas tenían los pechos hechos y el trasero también. Nos echaron.
—Si, malditas rameras de plástico —dijo mi prima con odio.
—Luego una noche nos hicimos pasar por una pareja de lesbianas para poder entrar a un boliche gay, sino no podíamos pasar.
—Tuvimos que besarnos delante del guardia para que nos dejara pasar —acotó la rubia.
—Si, creo que nunca sentí tanta vergüenza en mi vida —dijo divertida Martina.
—¡Mentira! Si te encantó, hasta casi te haces lesbiana por eso.
—Sabes que a mi me gustan los hombres —aclaró ella.
—Si lo se, te encantan.
—Y bueno, luego hicimos varias cosas —dijo la morena.
—Atropellar a un cartero.
—Le quitamos unos caramelos a un par de niñas.
—Hasta que Martina conoció a Diego —habló con odio Mechi —Y desde ahí, ya no volvió a ser la misma Martina busca problemas de antes.
—No, eso no es así...
—Si, si lo es... me cambiaste por un idiota y aun estoy sentida por eso.
—Suena a que deberían tener órdenes de restricción para estar cerca una de la otra —habló Lodo. Asentí con la cabeza, sin dejar de escuchar —No deberían estar a menos de 50 metros de cerca.
¡Dios santo, por lo menos Lodo es algo sensata!
—¿Qué Lodo? ¿Acaso nunca te has portado mal? —le preguntó la morena.
—Verdaderamente... no —dijo ella.
—¡Aaaay no, eso no puede ser así! Vamos a salir las tres juntas y volveremos a Lodo, una chica rebelde.
—Nooo —chillé sin darme cuenta.
—Oye, ¿Qué haces ahí? —me preguntó la chica de anteojitos. Salí de mi escondite. Las miradas venenosas de Martina y Mechi se posaron en mí.
—¿Estabas escuchando? —preguntó mi prima.
—No, yo no estaba escuchando. ¿Acaso creen que soy una chismosita? —les dije.
Las tres entrecerraron los ojos.
—Obviamente si —dijo Martina.
—No hagas preguntas, de las cuales no quieres saber la respuesta —me dijo Lodo.
La miré bien.
—Con razón pones nervioso a Ruggero, tienes cara de buena, pero de seguro eres peor que estas dos —le dije. Miré a mi prima —¡Y tú Mechi! Los tíos debieron dejarte más tiempo en el internado de monjas —miré a Martina y negué con la cabeza —Y tu, de ti no me lo esperaba.
—¿Qué? ¿Qué cosa? —preguntó ella.
—Y yo que te veía como la madre de mis hijos —le dije y apoyé mi mano sobre mi pecho.
—¡Oh dios! —dijo ella divertida —Tú solo quieres una noche conmigo, y no la obtendrás.
—Los labios que besarían las frentes de mis hijos... tocaron los de Mechi... no se si podré superarlo —dije con mi mejor cara de decepción.
—Óyeme —se quejó mi prima —Cosas peores han tocado tus labios...
—Tu prima es más cosa que tocar a esa... teñida y hueca de Stephie Camarena. Y quien sabe cuantas huecas más —me acusó la morena.
—No soy una cosa —dijo Mechi entrecerrando los ojos
Martina me miraba asesinamente, mientras que yo me la comía con la mirada. Mercedes estaba concentrada en decirme algo, pero aun no lo hacía.
—Muchachos, muchachos ¿Por qué no nos calmamos un poco? —dijo Lodo. Los tres nos giramos a verla. Asentí con la cabeza y volví mi mirada a Martina.
—De verdad estoy dolido —le dije y volví a tocar mi pecho —Jamás me lo imaginé de ti, de ti que te veías tan correcta.
—Y ahora la ves incorrectamente deseable, ¿verdad? —dijo Mechi—Hagamos un trato primo, te consigo una noche con ella y me cedes tu cuarto.
—Echo —le dije sin siquiera vacilar.
—Óyeme, ¿Acaso mi dignidad vale menos que una buena cama? —le preguntó Martina sin poder creerlo.
—Por mi pobre espalda si —le dijo la rubia.
—Esa no es manera de convencerme Mechi —dijo la morena.
—Y tampoco creo que sea la adecuada —acotó Lodo.
— ¿Lo ves? Eso se llama ser amiga —dijo Stoessel y se acercó para abrazar la chica de ante ojitos.
—Está bien, está bien —dijo mi prima —Mmm, ¿Qué tal un beso?
La morena la miró fijo por unos cuantos segundos. Soltó un leve suspiro y me miró.
—Está bien —le dijo y se puso de pie. Se acercó a mí. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca se puso en puntas de pie. Sus labios rozaron los míos —¿Puedes agacharte un poco? No llego.
Bobamente obedecí a su petitorio. Me incliné y choqué despacio contra sus labios. Y cuando intenté mover mi boca, para obtener un poco más de ello, se alejó —Listo, su cama ya es tuya Mechi.
—Pero, ¿Acaso yo no tengo poder de palabra? —pregunté.
—Ese es el máximo grado de intimidad que lograras conmigo, Blanco —me dijo la morena.
—Jorge, lleva mis valijas al cuarto ¿sí? —dijo mi prima.
—Yo creo que es justo —habló Lodo.
— ¿Acaso tú solo hablas para hundirme? —le pregunté —¿Por qué me odias? No, no es justo. Ese no fue el trato Mercedes. ¿O me das una noche con ella o no hay cama?
—Martina, ¡por dios! Dale lo que pide —le rogó.
—No, ya te lo dije. Mi dignidad vale más que una cama.
—Por favor, amiga. Por favor —le suplicó poniendo su mejor cara de sufrimiento.
Quizás lo consiga, y al fin obtenga mi noche con la morena. De solo pensarlo ya me emociono más de lo que debería.
Todos observamos como Martina miraba fijamente a Mechi, de seguro estaba pensando en cómo decirle que no, que ni loca lo haría. Hasta que se giró a verme.
— ¿Sabes Jorge? Pensé que eras un caballero... no se creo que fue una mala impresión. Después de todo siempre te has mostrado generoso y respetuoso para con los que quieres, y como Mechi es tu prima... tu única prima por lo que he oído, y por como ella habla bien de ti y lo mucho que te ama, pensé que el sentimiento era mutuo. Pero no... Si la amaras y fueras un caballero le cederías tu cama. Creo que me equivoqué contigo —dijo y apoyó su mano sobre su pecho.
Entrecerré mis ojos y la miré fijo por unos cuantos segundos.
—¿Sabes que ese es un chantaje muy barato, verdad? —le dije. Ella sonrió.
—¿Funcionó? —me preguntó. Suspiré levemente.
—Si, funcionó —tomé las valijas de mi prima —¿Están son todas?
—Si primito lindo. Muchas gracias, te adoro, eres un encanto —me dijo ella. Miré a la morena.
—Me debes una —le dije mientras caminaba.
—Cuando quieras —dijo ella y las tres rieron divertidas.
Yo creo que de verdad está intentando volverme loco. Ella de seguro quiere jugar conmigo. Acabo de conocer a la verdadera Martina Stoessel. Del mismo material que mi prima, fue hecha solo para volverme loco. Aunque si debo admitir que Martina tiene algo que Mercedes no.
Sabe cuando decir que no, y dejarlo muy en claro. Sabe como enredarte y hacerte desear. Sabe como dar en el blanco y sabe como hacerte sentir un imbécil.
Dios mío, creo que me saqué un boleto directo al infierno. Un boleto a la locura y a mi perdición. Pero ella no va a poder conmigo, ella va a terminar rendida a mis pies. Eso se los puedo asegurar.
La semana pasó bastante lenta para mi gusto. Aunque algo divertida debo admitir. Xabi intentó seducir a mi prima, y el terminó siendo el seducido. No deja de hablar de ella, ya me tiene loco.
Mientras tanto Rugge está haciendo todo lo posible por averiguar cosas sobre su angelito diabólico. Estos chicos ya cayeron más bajo de lo que yo creía. Ambos parecen unos idiotas detrás de unas faldas complicadas.
El timbre de salida sonó, hoy es viernes. El bendito viernes. Hoy tendría mi conquista de la semana. Y ahora tenía que verme con ella, para arreglar unas cositas.
—¿A dónde vas tan apurado? —me pregunto Mercedes.
—Tengo que hacer unas cosas —le contesté.
—Oye, ¿no te enojas si hoy vienen a dormir Martina y Lodo? —dijo ella.
—No, no hay problema. Hoy saldré —dije. Ella sonrió.
—Perfecto primito, te veo luego —besó mi mejilla y apuró su paso.
Salí de salón y divisé a Jenny a unos metros de allí. Con discreción me acerqué a ella y le hice un gesto para que fuéramos al gimnasio.
Cuando estuvimos ahí caminamos hasta detrás de las gradas que estaban allí.
Ella sonrió pícaramente y tomó mi corbata para cercarme a ella y comenzar a besarme. La miré bien, mientras nuestras bocas se unían.
Pero entonces pasó de nuevo. La que estaba frente a mí no era Jennifer, era Martina. Sus manos se colocaron alrededor de mi cuello y me acercó más a ella. Instantáneamente mis ojos se cerraron y la apreté más contra mí. Como me gustaba besarla, como me gustaba sentir su lengua sobre la mía. Como me gusta Martina...
Bajé una de mis manos hasta el final de su corta pollera. La levanté con cuidado. Ella se alejó un poco de mí.
—Espera Blanco, estamos en la Universidad —dijo agitada.
Esa no era la voz, ni el olor de Martina. Y al alejarme el espejismo se desvaneció y el encanto se perdió.
Ella me dijo algo, y no escuché lo que dijo. Solo acerté a asentir con la cabeza. Se acomodó la blusa y la pollera. Me iba a volver a besar, pero me moví y el beso frío apenas alcanzó la comisura de mis labios.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—Nada cielo, ve tranquila —le dije y me alejé más de ella. Ella frunció el ceño.
—¿Sabes? He notado que a todas nos dices cielo, linda o dulce. Pero solo le dices cariño a Martina.
—No, eso no es así —dije.
—Si, puedo asegurarte que si.
—Pues entonces... no nada. Ve, ve, creo que va a ser mejor que esto lo dejemos para otro día.
—¿Qué? —preguntó.
—Si, recordé que hoy tengo... tengo que hacer unas cosas y no podré verte. Lo siento dulce...
—Kate tenía razón —me dijo. La miré bien —Estas muy cambiado...
Se fue de allí dejándome bastante confundido. Salí del gimnasio y ya casi todo el mundo se había ido. ¿Cambiado? ¿Yo estoy cambiado? Al parecer si, y esto no puede estar pasando. Fui hasta mi moto y me subí en ella. No quería volver a casa aun. Mejor iré a dar unas vueltas por allí. Cuando la noche llegó al lugar, decidí volver. Entré a mi departamento, y escuché un par de risitas graciosas provenientes de mi habitación. Recordé que Mechi me había dicho que hoy vendrían a dormir Martina y Lodo. Mi prima salio del cuarto y me miró bien.
—¿Qué haces aquí? —me dijo.
—No quiero preguntas, no estoy de humor Mercedes —le dije.
—Uuuuh, que carácter —dijo mientras se acercaba a la heladera y buscaba un poco de agua.
—¿Qué hacen? —le pregunté.
—¿No era que no querías que te hable? —me dijo.
—Solo quiero saber.
—Estábamos hablando, y estábamos por mirar una película —me contestó.
—¿Martina está? —dije. Ella arqueó una de sus cejas y me miró fijo.
—Si, si esta ¿Acaso viniste a casa porque Martina iba a estar aquí?
—No, claro que no —dije rápidamente —Solo tuve un pequeño problema y... ¿Por qué tengo que estar dándote explicaciones? Está es mi casa y vengo cuando tengo ganas.
—Como sea, malhumorado —me dijo y se fue de nuevo a la habitación.
Dejé mis cosas sobre la mesada y entré al baño para darme una ducha. Cuando salí toque la puerta de mi cuarto y Mercedes salió. Me miró.
—¿Qué quieres? —me preguntó.
—¿Puedes darme un poco de ropa? —le pregunté, mientras intentaba mirar hacia dentro.
Tal vez podría ver un poco de Martina.
—Ahora te la alcanzo —me dijo y entró cerrando la puerta. Volvió a salir y me dio un pantalón de dormir y un calzoncillo.
—Gracias —le dije y volví a la sala.
Me puse mi cómodo pantalón de dormir y me quedé sin remera. Hacía algo de calor esa noche. Me tiré pesadamente al sillón y prendí la tele. Volví a escuchar risas y la curiosidad comenzó a molestarme. Pero no me moví de mi lugar.
Tenía que quedarme en donde estaba. Encontré una interesante película y me quedé allí tranquilo. Un bostezo involuntario salió de mí. Miré la hora y el reloj marcaba las 2 de la mañana. ¡Vaya que el tiempo puede pasar volando cuando uno está muy concentrado!
Apagué la tele y me acosté bien en el sillón. Coloqué mis dos brazos detrás de mi cabeza y cerré mis ojos. Pero mi cabeza no dejaba de pensar. Escuché unos pequeños pasos, pero aun así no abrí mis ojos. De seguro era Mechi.
Escuché como la heladera se abría.
—Maldito Jorge, no tiene nada orgánico —musitó con enojo —Es un carnívoro.
Entonces levanté mi cabeza y divisé su pequeña figura buscando algo dentro del refrigerador. Sin hacer ruido me puse de pie y con sigilo, como un león a punto de cazar, caminé para acercarme más a ella. Sentí que iba a enloquecer al verla en un sexy culotte blanco una remera de dormir. Uno de mis ojos se entrecerró por la luz que proporcionaba el refrigerador abierto.
—Herbívora, busca bien. En el cajón de abajo hay manzanas —le dije.
Ella ahogó un grito y se giró a verme.
—¡Maldita sea, Jorge! ¡Casi me matas! —dijo mientras respiraba algo agitaba ponía una de sus manos sobre su pecho. La escaneé de arriba a bajo. ¡Diablos, se veía condenadamente bien así!
—No fue mi intención, pero que lindo levantarme y tenerte así en la cocina —le dije y la volví a mirara de arriba a bajo. Su cabello caía desordenado y algo despeinado por sus hombros. Sus piernas doradas y suaves se veían deseosas. Que ganas de...
—No me mires así —me ordenó con autoridad —Mírame a los ojos.
—Ya se de memoria tu rostro, y tus bellos ojos —dije y me acerqué un poco más a ella —Trato de memorizar otras partes...
Me acerqué más acorralándola contra la pared. La luz del refrigerador era lo que nos iluminaba. Ella hizo un escaneo nervioso a mi torso desnudo. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras no le salieron.
—¿Qué? ¿Qué vas a decirme? —le dije y me acerqué más, apretándola contra mí —Estás en mi casa, y todo lo que está aquí es mío. Lo toco y lo miró cuando se me da la gana...
—Resulta que no soy una cosa, y también resulta que no soy tuya —me dijo.
—Mírame fijo a los ojos, y vuélvelo a decir... no puedes, porque una parte de ti, ya es mía.
Ella guardó silencio, mirándome fijo. Posé mi vista en sus labios. Esos labios carnosos y calientes que me hacían perder el control. Como necesitaba besarla...
—Ese ego tuyo, hasta medio dormido es inmenso —me dijo.
—¿Quieres saber que otra cosa es inmensa? —le pregunté con la voz ronca.
—No puedo creer que hayas dicho eso —me acusó nerviosa y algo agitada.
Sonreí divertido y negué con la cabeza.
—Las ganas que tengo de ti Martina... ¿O que pensaste?
—La inmensa estupidez que puedes llegar a tener —dijo ella rápidamente.
—Hasta media dormida, eres mal pensada —dije divertido.
—Ahora apártate, quiero ir a dormir.
Entonces aquello fue más fuerte que yo. Rápidamente me acerqué a su boca y la besé intensamente. Abrí más sus labios con mi lengua, y toqué la suya con necesidad. Ella intentó alejarse, pero coloqué una de mis manos en su nuca y la acerqué más a mí. Un leve gemido escapó de su boca, cuando la apoyé más contra la pared, apretándola con mi cuerpo. Sus manos se quedaron quietas sobre mis hombros, mientras nuestras bocas se conocían más y más, era un movimiento violento y casi insano, pero no podía detenerme. Mi necesidad de saborearla era apabullante. Ella soltó otro gemido, cuando mordí sus labios suavemente...
Entonces logró alejarme de ella y sin decir nada, su mano sonó contra mi mejilla. Agitado volví mi vista a su rostro. Pude ver la confusión en sus ojos, mientras que su respiración agitada caía sobre mi boca.
Sentí una pequeña punzada en mi pecho. Un enojo que me estaba carcomiendo las entrañas. Nuestras respiraciones aun eran agitadas.
¿Por qué demonios no cede? ¿Por qué demonios me hace esto? Sus ojos estaban clavados en los míos. Sus ojos eran una extraña mezcla de confusión y algo de miedo.
—Demonios... —dije y me alejé de ella.
Tomé mis llaves, mi teléfono y mi remera, que estaban encima de la mesa de mármol. Caminé hasta la puerta y salí de allí cerrándola con fuerza.
Tenía que salir de allí, antes de que ella acabara conmigo. Cuando salí afuera miré a mi alrededor. ¿A dónde iba a ir ahora? Tomé mi celular y lo miré. Busqué el número de Xabi y marqué.
— ¿Hola? —dijo al atenderme.
—Xabi, ¿Puedes atenderme o estas ocupado? —le pregunté.
—No, de hecho estamos con mal de amores y amargados Rugge y yo en mi departamento. Déjate ver por aquí —me dijo.
—Llevaré algo de beber, lo necesitaremos —dije y colgué.
Me subí a Betty y prendí marcha hacia lo de Ponce. Llegué y toqué el timbre y un desanimado Xabiani me abrió la puerta. Entré y de la misma forma estaba Rugge. ¡Oh, esto es increíble!
— ¿Qué tal? —preguntó Ruggero.
— ¿Qué tal tú? —le dije y me senté a su lado.
Xabi tomó la botella de cerveza que había traído y fue a abrirla.
— ¿Acaso hace falta que preguntes? —Me dijo Ruggero —¡Mírame, jamás había estado así! ¡Nunca!
—Aquí, muchachos —dijo Xabi luego de darle un largo trago a la botella.
Yo la tomé e hice lo mismo.
— ¡De tantas mujeres que hay y hay muchas! ¿Por qué nos tenemos que enamorar de las criaturas más perversas, adorables y maquinadoras que hay? —preguntó Rugge nervioso.
—No, no, no. Lo siento chicos, pero lo mío no es amor. Se llama obsesión, una peligrosa obsesión —les aclaré y volví a tomar —Yo obtengo la chica que quiero cuando se me da la gana. Solo que con Martina me estoy tardando...
—Aja, si lo que digas Jorge—habló Xabi— ¡Yo estoy peor! Me enamoré de la versión femenina de Jorge... —dijo nervioso y le dio otro trago a la botella —Solo que muchísimo mejor la versión dama si puedo agregar.
— ¿Y qué hay de mi? —Preguntó Rugge —Me enamoré de la criatura más linda, dulce y tierna que existe. Pero resulta que esa criatura me aborrece...
Le quitó la botella a Xabi y tomó un largo y limpio trago.
—Se te pasó decir cínica y sarcástica —le dije.
Me miró con desenfado y de encogió de hombros.
—Aun así es hermosa —dijo.
—Pues yo estoy peor que ustedes dos juntos —les dije y tomé la botella —Mezclen a Lodo y Mechi, ¿Qué obtienen? Exacto a Martina... Esa morena me está costando dos semanas sin sexo.
— ¡¿Qué?! —preguntaron los dos al unísono.
—No, tú estás jugando con nosotros —dijo Xabi.
— ¿Ven? Y ahora no filtro lo que digo. Estoy muy mal —dije bajando la cabeza.
— ¿Dónde se está quedando tu prima Jorge? —me preguntó Ponce Lo miré y tomé la botella para darle un trago extra largo.
—Ese es otro problema —dije al hablar —Está en mi departamento, en mi cuarto, en mi cama. Ha tomado mi casa.
— ¿Enserio? —preguntó con sonrisa iluminada en los labios. Lo miré asesinamente.
— ¿Por qué la sonrisa? —le dije. La sonrisa se le borró y puso cara de preocupación.
—Oh, disculpa —me dijo —Que pena... ¿Por qué no le dices que venga a vivir aquí? Encantado le doy mi cama.
—Oye, tampoco soy un loco que entrega a su prima como si nada —le aclaré.
— ¿Dónde vivirá mi pequeña lectora de libros académicos? —preguntó concentrado Rugge.
— ¿En la biblioteca? —dijo Xabi frunciendo el ceño.
—No lo sé —dije y miré a Ruggero —Pero ahora están en mi casa.
— ¿Quiénes? —preguntó él.
—Tu angelito diabólico y el demonio encarnado —le dije.
—Traducción, eso sería Lodo y Tini—dijo Xabi.
—Si, entendí lo de angelito diabólico, no lo podía explicar más elocuentemente —dijo con su mejor cara de bobo —Pero si ella custodiara el infierno, yo iría feliz...
—No querido amigo, ella no va a custodiar el infierno, ella será tu infierno —le dije, tratando de asustarlo, para que de una buena vez reaccionara.
—Me parece Blanco que tú quieres pasarnos tu propia experiencia en este momento, ¿no es verdad? —me dijo Xabi.
—Chicos de verdad yo los aprecio, y no lo repetiré cuando este sobrio pero los considero mis hermanos y de verdad se los digo... aléjense de ellas, ellas son como nuestro karma echo mujer que viene como bola de nieve y de un momento a otro moriremos aplastados como moscas asquerosas y malolientes —dije bastante nervioso.
Un celular comenzó a sonar. Miré a mí alrededor y me di cuenta de que era el mío. Me acerqué a él y el número era el de mi casa.
— ¿Hola? —dije con duda.
— ¿Dónde estás? —me preguntó ella.
— ¿Mercedes? —pregunté.
—No, soy la abuela. ¡Claro que soy yo tonto! ¿Dónde demonios estas?
— ¿Pasó algo?
—Solo dime si estás bien, y en donde estas —sentenció.
—Si, estoy bien, estoy en lo de Xabi —le dije —Pero, ¿Qué pasó?
—No le digas que te dije, porque es capaz de mandar a cazarme. Pero estaba bastante preocupada por ti...
— ¿Quién? —pregunté.
—Martina tonto, estaba dando vueltas en la cama, hasta que le pregunté que le pasaba y me dijo que estaba preocupada por ti... que te habías ido y... nada mas ¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste? —me preguntó.
—No nada, estoy bien... y aquí te manda un beso de buenas noches Xabi —le dije para cambiar de tema. Escuché como se reía.
—Dile que yo también, en donde más le guste —me dijo ella.
—No voy a decirle eso —sentencié —Mañana te veo, adiós —colgué y me giré a ver a mis amigos —¿Lo ven? Primero me odia, me golpea y luego se preocupa. Aaaaag, dios mío ¿Quién las entiende?
—¿Quién te golpeó? —me preguntó —¿Tu prima?
—No... no importa —le dije y me volví a sentar.
Seguimos hablando un largo rato sobre nuestros problemas hasta que la botella de cerveza quedó completamente vacía. Creo que los tres caímos en un profundo sueño.
A la mañana siguiente me desperté antes que ellos dos y los desperté para ir a desayunar a casa ya que Rose estaría allí.
Ambos aceptaron entusiasmados, ya que seguro que las chicas estaban allí.
Salimos de la casa de Xabi y llegamos más rápido de lo que esperamos a la mía.
Entramos y escuchamos la voz divertida de Rose y Mercedes. Nos acercamos a ellas y allí estaban sentadas las tres. Digo tres porque faltaba una, y nada más y nada menos que mi demonio.
—Buenos días —nos saludó mi nana.
—Hola nana —le dije y besé su mejilla, pero sin dejar de buscar a Martina con la mirada. No estaba por ningún lado.
—¿Qué hicieron? —preguntó Mechi. Xabi la miró con cara de tonto enamorado.
—Hablamos de ti —le dijo. Mechi río divertida al igual que Emma.
—De ambas —aclaró Rugge. Vimos como Lodo tomaba un poco de color.
—¿Dónde está Martina? —pregunté.
Todos se giraron a verme.
—Quise que se quedara a desayunar —dijo Rose con melancolía —Pero no pudo, estaba algo... apachurrada.
—Si, además de que tenía que ir a lo de Mari—agregó Lodo.
—¡Lo de Mari! —dije recordando aquello —Luego desayuno nana, tengo que irme más rápido que rápido —fui a mi cuarto me cambié de ropa y salí de allí.
Todos me miraron extrañados. Los saludé de manera rápida y salí de casa. Casi me olvidó completamente de que hoy tenía que ir a trabajar a mi nuevo empleo, no podía fallar.
Llegué y estacioné a Betty en la cochera del lugar. Tomé el ascensor y marqué el piso 20. Cuando llegué al piso las puertas se abrieron y ya había un gran movimiento de gente. Entré a una de las puertas y Mari se giró a verme.
—¡jorge! —dijo con una sonrisa y se acercó a saludarme.
Le respondí el gesto y entonces divisé a Martina sentada en una mesa escribiendo algo. La miré fijo y ella levantó su mirada para enfrentarme.
Noté que estaba algo pálida y tenía cara de no haber dormido bien. De seguro la conciencia la estaba matando por haberme rechazado anoche.
—¿Cómo estás Mariana? —le dije a mi jefa.
—Bien, yo bien ¿Y tú? —dijo.
—Excelente —dije elevando un poco más mi voz para que la morena escuchara. Pero ella seguía escribiendo algo en una hoja.
Ella sacó su mirada de su hija y me miró a mí.
—¿Pasó algo entre ustedes? —me preguntó ella.
—No Mari, quédate tranquila. Cosas de jóvenes —dije divertido.
—¿Me estás diciendo vieja? —dijo ella.
—No Mariana, ¿Cómo se te ocurre? Solo quise decir que son tonterías —le aclaré.
—Mariana, ¿Dónde está el rollo de 40 para la cámara? —le preguntó ella a su madre.
Mari se giró a verla.
—En el depósito Martina —le dijo ella. Martina soltó un suspiro.
—Voy a buscarlo —dijo y se puso de pie. Pasó por mi lado sin decir nada y desapareció del lugar. Me giré a mirar a mi jefa.
— ¿Estás seguro que no pasó nada? —preguntó.
—Muy seguro —dije y bajé un poco más el tono de mi voz —¿Puedes mandarme a buscar algo al depósito?
—Bueno, ve a traerme unas carpetas de esas transparente para poner unos papeles que tengo.
—De acuerdo.
Salí de allí y caminé un poco más rápido hasta encontrar la enorme puerta del frío depósito.
El lugar estaba lleno de fotos, revistas, artículos de indumentaria, ropa, zapatos y todo lo que se puedan imaginar.
Divisé la pequeña figura de Martina arrodillada en el suelo buscando el rollo dentro de un cajón.
Ella me miró y volvió su vista a lo que estaba buscando. Yo me acerqué a uno de los estantes para buscar las carpetas. Luego de varios minutos ella se puso de pie y caminó hasta la puerta. Decidí hablarle.
—Te preocupaste por mí anoche, cariño —le dije.
Ella detuvo su paso en la puerta y se giró a verme.
—Bueno, no te fuiste en el mejor de los estados de ánimo y eres demasiado impulsivo, no lo creí una buena combinación —me dijo. Sonrió levemente —Pero veo que estás bien, así que ya no me preocupo. Ahora debo volver a trabajar.
Fui más rápido que ella y cerré la puerta antes de que saliera. Con algo de fastidio se giró a verme. Respiró profundamente.
—Tenemos que hablar —sentencié.
— ¿A sí? ¿De qué? No creo que haya nada de que debamos hablar Blanco.
—Si, de nosotros.
— ¿Nosotros? ¿Y ese término? ¿Desde cuándo? —dijo algo burlona.
—De ti y de mi Martina, DE ESE NOSOTROS —dije apretando los dientes.
—Aaaah, no sabía que había un NOSOTROS.
Apreté mis puños y la miré fijo a los ojos. Su mirada enfrentaba a la mía, nunca ninguna mujer me había intimidado como ella lograba hacerlo.
—Solo quiero saber una cosa, una sola cosa y te juro que te dejo en paz y dejamos este jueguito que ya me está cansando —le dije.
—Yo también ya me estoy cansando de esto —me dijo.
—Bueno, entonces pongamos un punto final.
—De acuerdo —dijo ella.
— ¿Vas a responder? —le pregunté.
—Si —dijo revoleando los ojos — ¿Qué quieres saber?
— ¿Tengo una oportunidad?


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora