Capitulo 24

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  Luego del juicio volví a mi casa con mi prima y mis amigos. Mercedes se preparó para ir a lo de Martina, en donde me dijo que desde ahora en más se iban a juntar por mi culpa...
Pues eso es mejor para mi, ya no tendré que llegar a mi casa y verla... infestada de chicas.
Ruggero y Xabi se sentaron al mismo tiempo en el sillón.
—¿Y que pasó con Martina? —me preguntó Rugge.
Solté un agobiado suspiró y me senté frente a ellos después de pasarles su plato de comida. Habíamos pedidos unas pizzas.
—Es una loca —dije irritado.
—Pero bien que esa loca te salvó el pellejo, ¿vieron la actuación que hizo? —habló Xabi.
—Fue increíble, te aseguro que casi me hace llorar —agregó Rugge.
—Ya dejen de hablar de ella —sentencié.
—¿Qué sucede? ¿Estás sensible hoy? —preguntó con burla Ponce.
—No me busques... porque vas a encontrarme —le advertí.
—No creo que quieras otro día en la cárcel ¿o si? —dijo Ruggero.
Gruñí por lo bajo y tomé un poco de mi lata de cerveza antes de darle un mordisco a mi porción de pizza.
Sus palabras aun sonaban en mi cabeza.
'Querías una respuesta directa, entonces la tendrás. ¡No! ¡No tienes ninguna posibilidad!'
¡Condenada y mil veces condenada seas Martina!
Luego de terminar de comer, ordenamos todo y nos acomodamos para dormir. Hoy, ellos se quedarían a dormir aquí. Me acosté en el colchón y miré fijo al techo. Martina no salía de mi cabeza, Martina me atormentaba y no me dejaba pensar en otra cosa que no fuera ella.
Levanté la cabeza para mirar a mis amigos y ambos ya estaban dormidos. Sin hacer ruido, me puse de pie, tomé el teléfono y salí al balcón. Cerré la puerta, para que no escucharan y caminé hasta el fondo. Me recargué sobre la baranda y comencé a marcar el número de su casa. Comenzó a sonar, pero nadie contestaba. Corté y volví a marcar. Sonó una vez... sonó otra.
—¿Hola? —escuché su dormida voz. No dije nada, solo guardé silencio —¿Hola? Holaaaa, ¿Hola, hay alguien? —preguntó elevando un poco más su voz —¿Thom? ¿Eres tú?
—¿Quién es Thom? —la pregunta salió impulsivamente de mí.
—¿Blanco? ¿Eres tú? —dijo con sorpresa.
—Te hice una pregunta directa, espero una respuesta directa —le dije.
—¿Acaso no has visto que hora es? —preguntó nerviosa.
—¿Quién diablos es Thom? —dije elevando más mi voz.
Guardó silencio por varios segundos. Solo se escuchaba su leve respiración, y por un momento deseé poder escuchar esa respiración pero cara a cara. Poder escuchar esa respiración cerca de mi oído...
—Si te contesto, ¿me dejaras en paz? —dijo con voz calma.
—Contéstame de una vez —sentencié.
—Un viejo amigo...
—¿Qué clase de amigo? —pregunté al instante.
—¿Acaso esto es un interrogatorio judicial? Que yo sepa el que estuvo preso fuiste tú, yo no le debo nada a nadie. Así que mejor deja de molestar y déjame dormir, ¡de una vez! —me dijo.
—¡Ahora tú vas a escucharme...! —escuché el interminable sonido del fin de la llamada.
Me había cortado. Con cuidado alejé el teléfono de mi oreja. No, ella no pudo haberme cortado el teléfono de esa forma. Respiré profundamente antes de enloquecer.
—LOCO, QUIERES VOLVERME LOCO —le grité al teléfono como si de verdad ella iba a escucharme.
************
Al día siguiente me negué rotundamente al ir a la Universidad, hasta que Xabi me amenazó con hacer explotar a Betty, si no me movía de donde estaba. Entonces accedí a regañadientes. Desayunamos algo rápido y partimos para allí. Antes de llegar Rugge, se desvió del camino, diciendo que tenía que ir a buscar unas cosas. 'Hoy me animaré al fin'
Eso fue lo último que nos dijo antes de doblar una calle antes de la calle que nos llevaba a la Universidad.
Xabi y yo nos miramos un poco extrañados, y decidimos dejarlo pasar. Llegamos y la gente, ya comenzaba a entrar apresurada. Estábamos por llegar tarde, una vez más. Pero eso no me importaba en lo más mínimo.
Mi amigo y yo divisamos un elegante auto, y era nada más, y nada menos que el auto de Martina. Ella se bajó y luego se bajaron mi prima y lodo. Las tres reían divertidas. Mechi fijó su mirada hacia nosotros y dijo algo. Al instante las otras dos se giraron a vernos.
La mirada divertida de Martina, se esfumó al posarse sobre mí. Revoleó los ojos y suspiró levemente. Comenzaron a acercarse a nosotros.
—Buen día —saludó Mechi alegre.
—Hola —dijo con tono bobo Xabi.
Mi rubia prima rió divertida y negó con la cabeza.
—Buenos días —dijo por lo bajo Lodo.
—Buen día Lodo —le respondí.
—Hola Xabi, ¿Cómo estas? —le preguntó Martina.
Xabi frunció el ceño y me miró a mí.
—Mmm, muy bien Martina ¿Y tú? —le dijo él.
—Mejor que nunca —aseguró.
—¿Acaso has perdido la falta de modales? —le dije.
Ella bostezó y luego miró su reloj. Miró a sus amigas.
—Chicas, creo que ya debemos entrar, se nos hará tarde —dijo y volvió su vista a Xabi —¿Dónde está Ruggero?
—No lo se, dijo que iba a hacer una cosa —contestó mi amigo.
Le iba a decir algo, hasta que sentimos como alguien llegaba. Nos giramos a verlo y era Ruggero. Se bajó rápidamente de su moto y agitado se acercó corriendo hacia donde estábamos nosotros. Lo miramos extrañado, pues traía consigo un gran ramo de flores.
Los verdes ojos de Lodo se abrieron bien al verlo. Agitado Rugge se acercó hasta ella.
—Lodo —dijo respirando trabajosamente —Se que piensas que soy un... idiota, y puede ser que tengas toda la razón del mundo. Pero... pero te juro que ya no me siento tan así. Siento que... que puedo cambiar cada vez que veo. Porque eres eso que yo necesito para ser una mejor persona, eso para ser un hombre de bien...
—Aaaaaw, ¿escuchas lo que le esta diciendo? —preguntó enternecida Mercedes.
Volví mi vista hacia mi italiano amigo. ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Acaso se había vuelto completamente loco?
—Se que no tuvimos un buen comienzo, y tampoco un buen encuentro y bueno casi nada. Pero quiero demostrarte que puedo ser otro de ese que te imaginas, ¿Me dejas? —le preguntó y le tendió el ramo de flores.
La pequeña chica de anteojitos tomó atónita las flores.
Yo creo que no podía creer todo lo que Rugge le acaba de decir. Todos esperamos ansiosos a que le dijera algo.
—Vamos Lodo,dile algo —le susurró Martina.
—Mmm, yo... —habló algo nerviosa —Yo... yo también creo que podrías cambiar.
Rugge sonrió contento y se acercó a abrazarla. Mechi nos hizo un gesto para que con mucha discreción comenzáramos a salir de allí. Cuando estuvimos lo suficientemente alejados. Las dos chicas comenzaron a saltar y a reír divertidas. Xabi y yo las miramos extrañados.
—Es un amor —dijo la morena.
—¿Quién se hubiese imaginado que Rugge diría unas cosas tan lindas? —preguntó Mechi.
—Fue demasiado tierno...
—¿Tú crees que Thom hará lo mismo? —le dijo. Entonces me concentré en prestar más atención a lo que decían. Martina dirigió una leve mirada sobre mí.
—No lo se, solo me dijo que iba a llamarme. Aun estoy esperando que lo haga —le contestó.
Sentí un gran nudo en mi garganta. Quería golpear a alguien, especialmente a alguien llamado Thom. Un celular comenzó a sonar, las dos se miraron sorprendidas. Martina lo sacó de su bolso y le mostró la pantalla a Mercedes.
—¡Es él, es él! —dijo entusiasmada mi prima —¡Atiéndelo, atiéndelo!
—¿Tú dices? —preguntó dudosa.
¡No lo atiendas! ¡Cuélgale! ¡Ódialo! ¡Aborrécelo! Tanto como a mí.
—¡Vamos tonta, contesta! —le exigió mi adorada y tierna prima.
—Hola Thom —dijo cuando atendió. Miró fijo a mi prima y sonrió divertida —Claro que estaba esperando a que me llamaras...
Ambas comenzaron a caminar para alejarse de nosotros. Xabi se giró a verme.
—Creo amigo, que deberías de decirle a tu cara que es hora de sonreírle un poco a la vida —me dijo apoyando una mano sobre mi hombro.
************************
El viernes se me pasó lento y frustrado. Esa noche tenía pensado salir con una chica que estaba un año más alto que yo. Pero juro que no tenía cabeza, ni ganas. Por lo que tuve que suspender, una vez más, una salida. ¿Cuántas ya van que he rechazado? ¿Cuatro? ¿Cinco?
¡Diablos, jamás había tenido un prontuario de chicas rechazadas!
Todo lo malo que me pasa es culpa de aquella condenada, de aquella loca que, maldita sea la hora posé mis ojos en ella. Aquella loca que quiere volverme loco. Pero no va a conseguirlo. Primero soy yo, segundo soy yo y tercero soy yo. Así es mi vida, al que le gusta bien, y al que no también.
El sábado me desperté más temprano de lo normal. Hoy tenía que ir a trabajar a lo de Mariana. Que mejor momento para acercarme a ella y seducirla, hacerle saber que no estoy celoso como ella seguramente debe pensar.
Llegué a las oficinas y subí realmente entusiasmado. Quería verla y que ella viera lo bien que yo estaba, aunque eso no sea del todo cierto. Llegué al piso y me bajé, caminé hasta el salón de siempre, pero mis pasos se detuvieron al verla allí hablando con un chico. Ambos reían divertidos. Lo miré bien. Aquel chico... se veía bastante rarito.
Vestía un pantalón color beige, una camisa blanca y un pañuelo color dorado colgaba alrededor de su cuello. Su pelo estaba bien peinado y juro que tenía mejor cutis que todas las modelos que allí estaban. Lo escuché reírse al igual que Martina.
—¡No puedo creer que le hicieras eso al pobre de Diego! —dijo entre risas y golpeando levemente el brazo de Martina.
—¿Lo conoces? —me preguntó Mariana acercándose.
—¿Es Thom? —le pregunté sin dejar de mirarlos.
—Aja, él es el famoso Thom. Estudió con Martina fotografía, y desde entonces son muy buenos amigos. Como te habrás dado cuenta Thom... es más una amiga que un amigo.
—Si, si —dije asintiendo y la miré. Le sonreí abiertamente – Me he dado cuenta, ¿Necesitas que empiece a hacer algo?
—¿Puedes ir a buscar a la oficina de al lado el historial de las modelos? —me preguntó.
—Claro que si jefa —dije con mi mejor sonrisa y salí de allí.
¡Ja! No puedo creerlo, el famoso Thom, batea para el otro equipo. Tuve que haberlo previsto, era obvio, ella solo quería darme celos. Cosa que no ha funcionado...
Bueno tal vez un poco... pero nada fuera de lo normal. Escuché que alguien entraba y me giré a ver. Era ella. No dijo nada y se dedicó a acercarse a una de las mesas. Sonreí por lo bajo.
—¿Así que ese es Thom? —le pregunté. No me respondió —¿Tu amiguito es gay?
—¿Hablas de Thom? —dijo sin mirarme.
—¿Acaso hay otro? —dije apoyándome contra la mesa.
—No —dijo sin dejar de buscar. Hasta que me miró. Sentí un pequeño escalofrío —¿Cuál es el problema?
—Que tu intento de darme celos, no funcionó —le dije. Ella comenzó a reír. La miré divertido, nunca la había visto reír de esa forma.
—¿Mi intento de darte celos? —dijo divertida —¿De que hablas? Yo nunca quise darte celos.
—¿A no? ¿Entonces porque no me dijiste desde un principio quien era? —pregunté.
—Yo te dije claramente que era un viejo amigo, allá tú con lo que pensaste. Además, ¿Qué te crees? ¿El ombligo del universo? Mi vida no gira en torno a ti, Jorge.
¡Pero mi vida si gira en torno a ti en este momento, maldita sea!
La miré fijo y sonreí levemente. Me alejé de la mesa y me acerqué un poco a ella.
—Pues, has un esfuerzo para que no se note que te mueres por mi, se te ve feo —le dije.
Negó con la cabeza y suspiró.
—Eres intratable... ahora sal de mi camino que Thom me está esperando para hacer unas fotos.
Quiso salir, pero me puse en su camino. Me miró fijo a los ojos.
—¿No me extrañas ni un poquito? —le pregunté.
Sus ojos se desviaron de los míos hacia otro lado.
—No, para nada —contestó rápidamente —¿Sabes? Hasta he estado mejor. Tenías razón con lo del otro día. Yo te hacía más mal que bien, al igual que tú a mí. Así que alejados estamos perfectamente bien... ¿no lo crees?
La miré fijo a los ojos, buscando alguna respuesta a esto que me esta pasando.
¿Qué diablos es? Una maldita obsesión que no va a dejarme en paz, hasta que la haga mía. Solo necesito eso para poder ser como antes.
—No, no estoy de acuerdo —le dije y salí de allí antes de hacer una locura.
Me acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé. Busqué a Mari con la mirada y despacio me acerqué a ella.
—Mariana, necesito hablar contigo —le dije. Ella me miró.
—Luego continuamos muchachas —les dijo a las modelos que me echaron una devoradora mirada, como si yo fuera algo de comida. Aunque si lo soy, en este momento me siento como un yogurt vencido —¿Qué sucede pequeño?
—Mari, renuncio —solté lo que tenía pensado sin ninguna traba. Sus ojos se abrieron bien.
—¿Qué? Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres el mejor ayudante que he tenido en años, Jorge! —me dijo
—Lo se, lo se, no hay nadie como yo. Pero es lo mejor para mí, antes de que tu hija me vuelva completamente loco.
—¿Quieres que la rete un poco? —preguntó.
—No, no. Eso no cambiaria mi problema —dije. Me acerqué a ella y besé su mejilla —Eres la mejor jefa que un chico como yo podía tener...
Sus ojos se humedecieron y me miró con tristeza.
—Y tú eres el mejor ayudante del mundo —me dijo y acaricio mi mejilla maternalmente.
¿Hace cuanto que no recibo una caricia así? Tal vez de mi nana, pero no se siente parecido a la caricia de una madre. Eso debe sentir Martina cada vez que su madre la acaricia o la mima.
—Adiós Mari —dije por lo bajo.
—Toma —sacó de su bolsillo un sobre con dinero —Esto es tu sueldo del mes...
—No, no lo quiero...
—¿Cómo que no Jorge? Por favor, déjame pagarte...
—No podría cobrarle al mejor trabajo de mi vida.
—Por favor, por lo menos dame ese gusto. Ya que no te quedas, déjame pagarte el mes.
—Pero aun no termina el mes...
—Tómalo, y no acepto un no —sentenció. Suspiré y tomé el sobre. Ella se acercó a mí y me abrazó —¿Vendrás a visitarme?
—Cada vez que pueda —le dije.
Se alejó y sonrió.
—Ya puedes irte.
Sonreí y me di vuelta para irme a quien sabe donde a despejar un poco mi cabeza y mis problema. Mejor dicho mi problema el cual tiene nombre y apellido, Martina Stoessel
Salí de las oficinas sobre Betty y comencé andar sin rumbo alguno. Hasta que sin darme cuenta estacioné frente al bar de Susan.
La última vez que vine aquí fue cuando esa... esa condenada se me puso a bailar sensualmente y provocar a todos los borrachos del lugar. Me bajé de la moto y caminando despacio entré.
Para la temprana hora que era, el lugar ya estaba infestado. Este era un lugar perfecto para desahogar culpas, dolores y problemas. Y no había nadie mejor que Susan para hablarlo. Ella no ponía un límite para tomar. Ella te dejaba tomar hasta que se te diera la gana, y por ese motivo era el bar más visitado de todos. Sonando los huesos de mis manos me senté en la barra. Susan me miró algo sorprendida.
—Vaya, vaya —dijo y sonrió —Hace bastante que no te veía por estos lados, jorge¿Qué te ha pasado?
—Sírveme un vaso de vodka —le dije. Ella asintió.
Puso el vaso frente a mí y lo llenó hasta el tope. Mi celular comenzó a sonar. Busqué en mi bolsillo y miré la pantalla. Martina llamando.
Vacilé algunos segundos en contestar, pero fue más fuerte que yo y terminé por atender.
—Hola —dije apenas.
—¿Dónde estas? ¡Te necesito! —me dijo ella. Cerré los ojos con fuerza y maldije para mis adentros.
—Supongo que no te refieres a que me necesitas por que no puedes vivir sin mí, sino a que quieres que te haga algún mandado, ¿verdad? —le pregunté.
—Vas entendiendo como es esto —dijo contenta.
—Bueno, como sea. Le di la renuncia a tu madre...
—Pero...
—Que tengas buena tarde —colgué el teléfono y lo apagué.
No quiero volver a escuchar su voz en todo el día. Tomé el vaso que estaba frente a mí y me lo acabé de un solo trago.
—¿Mal de polleras? —me preguntó Susan. La miré y le hice un gesto para que me volviera a servir. Volvió a llenar el vaso.
—¿Recuerdas a la chica que traje la última vez? La morenita, que tiene cara de niña, pero en realidad es el diablo en persona —le dije. Ella sonrió.
—Si, si la recuerdo. Martina, ¿así se llama?
—Exactamente —afirmé y tomé un trago de vodka.
—¿Qué pasa con ella?
—Esta volviéndome loco, completamente loco...
—¿Loco por que te persigue o loco por que no te da ni la hora?
—Ninguna de las dos.
—Entonces, ¿Cómo es la cosa?
Volví a tomar, hasta que el vaso quedó vacío. Sentí como el liquidó quemaba a su paso mi garganta, hasta llegar ardiendo a mi estomago.
—Ella quiere que seamos amigos...
Susan rió por lo bajo y sin que yo se lo dijera volvió a llenar el vaso.
—¿Qué tiene eso de malo?
—¡¿Cómo que tiene de malo?! —le pregunté elevando un poco mi voz —Yo no puedo ser amigo de una chica con la que tengo fantasías sexuales...
—Aaaah, por ahí viene la mano —dijo divertida —Tú quieres revolcarte con ella como un sexopata y ella solo esta dispuesta a darte su amistad.
—Si, así de simple y sencillo —dije con sarcasmo.
Tomé otra vez, pero esta vez no ardió tanto como la anterior.
—¿Tú ya le dijiste que quieres acostarte con ella? —me preguntó.
—Se lo dije, se lo insinué, casi se lo grafiqué... pero aun así no hay caso.
—Entonces no es que ella no quiere acostarse contigo porque no te tenga ganas o algo por el estilo. Ella no quiere hacerlo contigo, porque tiene miedo —me dijo.
Fruncí el ceño y la miré extrañado.
—¿Miedo? Que yo sepa no es virgen...
—No tonto —dijo divertida —Tiene miedo de sentir algo más que placer después de estar contigo —la miré más confundido que antes —¿La has besado?
—¿Qué si la he besado? Era uno de mis pasatiempos favoritos —dije exagerando un poco la cosa, mientras volvía a tomar un poco más.
—¿Cómo reaccionaba ella cuando la besabas? —me preguntó.
Comencé a dejar que mi cabeza pensara y recordara aquello. Siempre al principio se dejaba, pero luego reaccionaba... y no de la mejor manera.
—Se dejaba un poco pero luego reaccionaba y... me abofeteó un par de veces —dije y coloqué mi mano sobre mi mejilla, como si Martina me acabara de golpear.
—¿Lo ves? —dijo, mientras pasaba una rejilla sobre el mármol de la barra —A ella le da miedo, pavor, horror, sentir algo por ti... es más que obvio.
—Entonces, ¿tú dices que está enamorada de mí? —le pregunté totalmente confundido.
—No digo enamorada —aclaró ella —Pero que le gustas... si le gustas. Una mujer que cuando la besan al principio cede un poco... pero luego reacciona así, es porque ese hombre le gusta más de lo que desea. Pero... ¿Y tú? —me dijo. La miré.
—¿Yo que?
—¿Qué te pasa cuando la besas? —preguntó.
—¿Cuándo la beso? Y bueno... cuando la beso, ya te dije, necesito tener una cama cerca porque me enloquece —le dije.
—Entonces, si te enciende solo con un beso estás metido hasta la cabeza —dijo divertida.
—¿Metido? —dije confundido.
—Enganchado, atontado, enamorado... como sea —dijo ella.
—No, no, no —dije con tono divertido —Yo no estoy enamorado de Martina. Yo estoy Obsesionado con ella. Yo ya dije, que esto se me va a quitar cuando me acueste con ella...
—¿Y si no se te quita? ¿Qué pasa si después de acostarte con ella eso que llamas 'obsesión' no se te va? —me dijo.
La miré fijo por unos cuantos segundos.
Ella solo quería asustarme, incomodarme, o simplemente me estaba hablando muy enserio.
—Se me va a ir —aseguré.
Volví a tomar, y ya sentí un leve mareo que confundió mis pensamientos.
—Es una muchacha muy bonita, y parece tierna —dijo ella. Reí por lo bajo y terminé de tomar lo que estaba en el vaso. El alcohol, ya se me había subido a la cabeza.
—Si, es tierna, es dulce, es inteligente, es hermosa... pero es diabólica, enredadora, calculadora y es muy factible que logre volverte loco.
—Dime, ¿te preocupas por ella?
—¿Preocuparme? —pregunté y le hice un gesto para que volviera a llenar el vaso. Lo llenó de nuevo, y yo volví a tomar un sorbo.
—Si, preocuparte, estar muy pendiente de ella. Como por ejemplo, saber quien le habla, quien la mira, que hace, a donde va, con quien va, su salud, su bienestar...
—Puede ser —dije y apoyé el vaso en la barra —Si tal vez... he estado bastante pendiente de ella...
—Si, se notó aquella noche, en la que te la llevaste de aquí para que nadie más que tú pidiera mirarla o si quiera pensar en fantasear con ella —me dijo con media sonrisa en los labios.
—¡Ya deja de insinuar que estoy enamorado de ella! —le advertí.
Susan rió divertida.
—Me parece que voy a llamar a Xabiani para que venga por ti, ya estas ebrio —me dijo con una leve sonrisa.
—¡No, no necesito de nadie! —le dije enojado —Estoy bien, puedo irme solo.
—No puedes irte solo, y lo sabes —me dijo y me quitó el vaso —Ya no tomaras más...
—¿Qué pasa contigo? —le pregunté molesto —¿Desde cuando pones limites para tomar?
—Desde hoy y más con un muchacho. Aun eres un bebe de pecho como para tomar hasta no recordar tu nombre —me dijo.
—Pues ¿no te parece que eso lo decido yo? —dije y quise tomar el vaso, pero ella lo alejó más de mí.
—No, ya no vas a tomar —sentenció y escondió el vaso debajo de la barra.
—Susan... necesito olvidarme... de —dejé de hablar y la miré. Ella sonrió.
—Necesitas olvidarte de Martina —terminó la frase —Pero no te la vas a sacar de la cabeza con alcohol, es más quizás el alcohol te lleve a hacer cosas que en realidad no quieres hacer...
—Solo quiero una noche con ella —hablé con la voz acortada. Ya comenzaba a salir mi parte sentimental —¿Es mucho pedir un poco de ella?
—Quizás no necesites solo un poco de ella —me dijo, la miré fijo y fruncí el ceño amargamente.
—Voy a llamarla —le dije y saqué mi celular.
Lo prendí y comencé a buscar su número.
—Jorge, no creo que sea buena idea que la llames en estas condiciones —dijo e intentó quitarme el teléfono, pero no la dejé.
Lo puse en mi oreja y esperé a que ella me contestara.
—¿Se puede saber en donde estas? —me preguntó al atender. Su voz pareció enviar una oleada de calor a mi cuerpo —Todo el mundo esta buscándote.
—¿Por qué no quieres darme una noche? —le pregunté con voz ronca, mi garganta estaba seca por culpa de alcohol.
—¿Qué? —musitó atónita.
—¿Por qué no me quieres dejar entrar en ti solo una noche? ¿Acaso es demasiado pedirte un poco de placer?
—Jorge, ¿estas ebrio?
—¿Qué importa eso? Quiero que me contestes, ¿Por qué? ¿Por qué no me dejas tocarte y besarte hasta que amanezca?
—¿Dónde estás? —volvió a preguntar.
—¿Por qué me rechazas?
—Por favor Jorge, préstame un poco de atención y deja de decir tonterías...
—¡No son tonterías! —le dije exasperado —Te necesito. Te deseo de una manera inhumana, de una manera apabullante, de una manera inusual... te deseo Martina, no sabes cuanto.
—Déjame ir por ti... dime donde estás —pidió en un susurro. Cerré los ojos y respiré profundamente.
—No quiero que vengas por mí, solo te quiero en mi cama, en mis brazos, debajo de mí...
Sentí como alguien me quitaba el teléfono, me giré a verla.
—Martina soy Susan, no se si te acuerdas de mí, pero Jorge está aquí en el bar de siempre.
Miré como terminaba de hablar y colgaba el teléfono. Me miró fijo.
—¿Por qué me sacaste el teléfono? —le pregunté.
—Porque creo que ya te estabas pasando —me dijo.
—Tenía que decirle lo que pensaba —me defendí —Ahora dame un poco más de vodka.
—No —sentenció.
—¿Por qué?
—Porque ya viene por ti, y ya no te voy a dar de tomar...
—Bueno, como quieras. Déjame pagarte lo que consumí, ¿Cuánto es? —pregunté mientras medio confuso sacaba mi billetera.
—Tampoco —me dijo.
—¿Tampoco? ¿Por qué nadie hace lo que yo quiero?
—No voy a cobrarte, porque se que estas mal y has venido aquí con el fin de olvidar. Pero no has podido, así que... esto va por mi cuenta.
—Eres lo más cercano a una hermana mayor que he tenido en toda mi vida —dije melancólico.
—No te pongas sentimental conmigo, por favor —dijo divertida.
Asentí con la cabeza y escuchamos como la puerta del bar se abría. Me giré a ver y ella me miró fijo. Rápidamente se acercó a mí.
—¡No puedo creer que hayas llegado a estar así! – me retó nerviosa.
—Hola cariño —le dije divertido. Revoleó los ojos y miró a su Susan.
—Muchas gracias Susan —le dijo.
—No es nada linda, llévatelo y... cuídalo. Está un poco sensible —le dijo ella.
Sentí como una de sus manos rodeaba mi brazo, entonces la miré fijo. Me hizo poner de pie y cuando lo hice, sentí que iba a caerme de cara al suelo. Ella colocó mi brazo alrededor de su cuello y me sujetó por la cintura.
—Martina, ¿quieres que le diga a alguno de los muchachos que lo lleve hasta afuera? —le preguntó Susan.
—No Susan, así estamos bien. Muchas gracias —le dijo ella y comenzó a caminar —Por favor, has el esfuerzo de caminar y no quebrarme el cuerpo.
—Lo estoy haciendo —le dije. Salimos fuera del bar y el frío viento de la noche erizó mi piel. ¿En que momento se había hecho de noche? Divisé a Betty, y dirigí mis pasos para allí, pero Martina me empujaba hacia un auto. Su auto.
—No —dije y me solté de ella. Me tambaleé un poco, pero me pude mantener de pie —Yo tengo que irme en Betty.
—Estás completamente loco si piensas que te voy a dejar subirte a esa cosa en este estado.
—Betty no es una cosa.
—Lo que sea. Ahora mueve tu trasero al auto.
—¿Qué pasará con Betty? —dije mirando a mi moto.
—Susan la cuidara y mañana, mandaremos a Xabiani y Ruggero por ella ¿si? – me dijo. La miré fijo a los ojos por unos cuantos segundos.
—Te odio por ser así de hermosa Martina —le dije.
—Luego discutimos tu odio, ¿vamos? —preguntó. Asentí con la cabeza y caminé con cuidado hasta el lujoso auto. Ella me abrió la puerta y me senté pesadamente en el asiento de atrás, la cerró y entonces me acosté. Mi cabeza giraba, así que tenía que estar acostado. Ella se subió y comenzó a andar. Abrí un ojo y miré hacia su asiento. No podía ver su silueta, pues el asiento es más grande que ella, y ninguna parte de su cuerpo sobresale por algún costado.
Entonces me forcé a sentarme. Ella me miró a través del espejo retrovisor.
—¿Cuál es tu problema? ¿Qué necesidad tienes de terminar ebrio? – me preguntó.
—Mi problema eres tú, así que si alguien tiene la culpa de mi estado en este momento, esa eres tú —le dije.
El coche se detuvo en una banquina. La miré extrañado. Se giró a verme y se quitó el cinturón de seguridad. Sin ningún problema se pasó atrás. La miré más extrañado que antes.
—Así que, yo soy tu problema —me dijo.
—Si —dije asintiendo.
—Y para que todos tus problemas se fueran, yo tendría que acostarme contigo.
—Podría ser.
—Entonces lo haré.
—¿Qué?
—Eso, que me acostaré contigo, como tanto lo deseas.
Se inclinó hacia mí y tomó mis labios en un acalorado beso. Mis ojos estaban abiertos, por la sorpresa de su comportamiento, pero no tardaron en cerrarse y en responder a ella. Gruñí mientras sentía como se subía a horcajadas sobre mí, y su lengua bailaba caliente junto a la mía. Sus manos se enterraron en mis cabellos y con cada movimiento me acercaba más a ella.
—Martina —dije agitado cuando ella comenzó a mordisquear mi mandíbula y llegaba hasta mi oreja.
—¿Qué? —susurró y un escalofrío recorrió mi espalda.
—Estamos en un auto —le dije sobrexcitado. Ella se alejó un poco de mí y sin decir nada me quitó la remera. Comenzó a besar mi cuello y comenzó a bajar su lengua por mi pecho.
—¿Y desde cuando te importa el lugar? —preguntó y volvió su boca a mis labios.
—No, no es que me importe, pero... al diablo —dije y la tomé de la nuca para acercarla más.
Con una mínima capacidad de movimiento, logré girar sobre ella y apresarla debajo de mí. La miré fijo a los ojos, respiraba agitada y el color de sus labios era de un rojo intenso por la presión de nuestras bocas.
—No te detengas, sigue —me habló.
Volví a capturar sus labios, y soltó un leve gemido que logro enloquecerme rápidamente. Bajé mis labios de los suyos, a su cuello. Comencé a desabrochar los botones de su camisa, mientras depositaba pequeños besos en lo que había visible de su piel. Una de sus manos bajo caliente por mi espalda, quemándome por dentro.
Si, iba ser mía, ahora ella iba a ser solo mía...
—Jorge, ¡Jorge! —abrí mis ojos algo sobresaltado. Miré a mí alrededor y estaba acostado en la parte de atrás del auto. Miré al frente y la vi parada con la puerta abierta – Llegamos a tu casa, sal del auto.
Solo había sido un sueño. Un maldito sueño.


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora