Capitulo 34

1.6K 71 0
                                    

  Sonrió levemente y se sentó bien en el asiento.
—Pablo—dijo divertida —Si, ya llegué a casa... estoy por entrar.
Me miró y abrió la puerta del auto, se bajó y la cerró. Sin dejar de hablar y de sonreír me saludó con la mano, en una forma, debo decir, burlona.
Vi como se alejaba caminando hacia el edificio. Y ahora sí, Espinosa no tendrá mi voto el año que viene. Si ese maldito celular no hubiese sonado, en este momento estaría saboreando de sus labios. Pero yo no soy así, yo no me voy a quedar con las ganas de besarla.
Rápidamente me bajé del auto y de la misma manera comencé a acercarme a ella.
—Está bien, adiós —escuché que decía y colgaba.
Entonces la tomé del brazo y la giré hacia mí.
—Jorge, ¿Qué haces?
Al instante tomé su boca con la mía, colocando mi mano en su nuca, para impedirle escapar. Moví mis labios sobre los suyos, de manera exigente, de manera dominante. Ella lograba que me sintiera desesperado por besarla. Logró despegarse apenas de mí.
—No Jorge, basta —dijo agitada. La callé besándola de nuevo. A paso ciego comencé a caminar, haciendo que ella caminara hacia atrás. Se volvió a alejar —No, no vas a subir conmigo.
— ¿Por qué no? —le pregunté con la voz algo ronca.
—Porque... porque está tu prima arriba y no quiero que subas.
—Entonces vamos a casa —dije y besé su boca cortamente.
—No tampoco... vete —me dijo.
La solté por un segundo y tomé mi celular. Marqué el número de mi prima y esperé a que me contestara.
— ¡Contigo quería hablar! ¿Se puede saber que estás haciendo en la cita de Martina? ¿Cuál es tu problema Jorge? —me preguntó.
— ¿Dónde estás Mercedes? —le pregunté.
Los ojos de Martina se abrieron bien y quiso hablar, pero coloque uno de mis dedos sobre sus labios.
—En casa tonto, ¿Dónde más voy a estar? —me contestó. Sonreí levemente.
—Eso es todo lo que quería saber primita, muchas gracias.
—Pero...
Corté antes de que siguiera diciéndome cosas. Miré intensamente a Martina. Ella era una pequeña mentirosa, pero no iba a salirse con la suya.
—Mechi no está aquí —le dije.
Volví a capturar su boca en un caliente beso. Ella no pudo reprimir un leve gemido que escapó de sus labios.
Entonces comencé a caminar de nuevo. De una u otra forma entramos al edificio. De una u otra forma logramos subir al ascensor, todo esto sin dejar de besarnos.
La apoyé levemente contra el espejo del ascensor y me alejé de sus labios para besar su mentón, y su cuello.
La caja de mental se detuvo en el piso 6. Casi desesperado logré abrir la puerta. Salimos y la tomé de la cintura apegándola a mí otra vez.
A ciegas volvimos a caminar hasta chocar contra la puerta del departamento. Busqué las llaves dentro del bolsillo de su abrigo y logré abrir...
Cerré la puerta detrás de nosotros, y alejándome apenas de sus labios para poder respirar me quité la chaqueta. Ella se quitó el abrigo. Caminamos un poco más cuando nuestros labios volvieron a juntarse, y caímos pesadamente sobre el sillón.
Caí sobre ella, ganándome un nuevo gemido. La besé más profundamente que antes, haciendo que el aire realmente nos faltara. Bajé mi mano por el contorno definido de su cuerpo, acariciándola sobre la suave tela de su ropa.
—No, no... por favor Jorge. Déjame —me pidió cuando solté sus labios y bajé a su cuello.
No, ella no podía pedirme eso. Simplemente no podía...
— ¿De verdad quieres que te deje? —le pregunté en un susurró cerca de su oído.
—Si, si... vete. Ya no más Jorge, ya no quiero más esto ¿no lo entiendes? No quiero ser un juguete con el que te diviertes un rato, no quiero serlo.
Entonces me alejé de ella para mirarla a los ojos. Sus ojos estaban vidriosos y me maldije a mi mismo por ello. Me alejé completamente de ella y me puse de pie.
Caminé hasta la puerta y tomé mi chaqueta que estaba en el suelo. Me giré a verla. Su mirada vidriosa, sus labios rojos, me hicieron darme cuenta de lo insensible que puedo llegar a ser.
—Tú no eres un juguete para mí —le dije y salí de allí antes de causarle más daño.
Llegué a mi casa y gracias a Dios Mer no estaba levantada, no quería escuchar reclamos e insultos en este momento. Me cambié y me tiré en el sillón. Me acosté boca abajo y cerré mis ojos para intentar dormir...
Abrí un ojo por el sonido que acababa de provocar el microondas. Levanté un poco mi cabeza y miré a prima en la cocina.
—Mechi—dije con la voz dormida — ¿Por qué no dejas de hacer ese ruido?
—No hablo con arruinadores de citas —me dijo y siguió haciendo aquel molesto sonido.
Me senté en el sillón y un maldito dolor se apoderó de todo mi cuerpo.
Creo que tendré que comprar somníferos si Martina va a tener este efecto en mí cada vez que pase algo entre nosotros. ¿Cuándo he dormido? ¿Tres horas?
Esto es terrible, encima me duele todo, como si hubiera dormido sobre una piedra. Aunque no estoy tan alejado de aquello.
Este maldito sillón terminara por dejarme paralítico en una silla de ruedas. Estirando mi cuerpo me puse de pie y camine hasta el baño. Me duché y salí para cambiarme y sentarme a la mesada en donde Mechi había preparado todo el desayuno.
— ¿Y mi nana? —le pregunté.
—Rose llamó hoy por la mañana diciendo que no podía venir porque Brutus tuvo que ser llevado al veterinario de urgencia porque se comió una moneda —me dijo ella sin mirarme.
—Pobre perrito, tan tonto —musité y pinché un pedazo de fruta para comer.
—No es el único —dijo y clavó su verde mirada en mí. Y aquí vamos con los sermones de Mechi Blanco—Yo te juro que no te entiendo. No sé, si es porque realmente eres idiota o porque te gusta molestar a las personas.
— ¿Terminaste primita? —le pregunté.
— ¡No! —me chilló ofendida.
Me acerqué a ella y besé su mejilla ruidosamente, mientras ella intentaba alejarse.
Le revolví el cabello y le apreté los cachetes.
—Deja el sermón para después, por favor. Respeta mis sacrosantos alimentos —le pedí.
—Juro que eres tan complicado a veces y otras tan predecible y sencillo...
—Soy hombre primita es solo eso, no soy tan evolucionado como ustedes las mujeres. Soy básico y primitivo, por eso no me puedes entender a veces.
—Lo que no entiendo es lo que te pasa con Martina —me dijo.
La miré y bajé la mirada a mi comida.
—Ni yo mismo lo entiendo —susurré. Al parecer ella no me escuchó.
—Primero dices que quieres una noche con ella, bueno... obtuviste la noche que querías. Y ahora no puedes tolerar la idea de que salga con otro, y no quieres admitir que son celos. Pero estoy segura de que a ti no te va molestar salir con alguna huequita...
—Te dolerá la cabeza si sigues tratando de racionalizarlo, créeme hablo por experiencia propia.
— ¿La amas? —me preguntó. Comencé a toser, ya que me atragante con el jugo que estaba tomando. Cuando logré estabilizarme un poco la miré.
—Define amar —le dije tosiendo un poco todavía.
—Simplemente amar Jorge... no lo se... no tiene una definición concreta. Es algo... un poco ilógico de donde lo mires. Es cuando te late rápido el corazón y no dejas de pensar en esa persona, estas así como idiotizado por ella y la ves en todos lados, por todas partes...
Me sentí bastante identificado, pero... no, eso no es así. Tenía que cambiar de tema.
— ¿Tú sientes eso por Xabiani? —le pregunté divertido.
Sus ojos se abrieron bien y sus mejillas tomaron un poco de color.
—No, no ¿Por qué lo dices? —preguntó nerviosa.
—Porque se que no le eres indiferente a Xabi – dije pícaro.
Si en algo soy muy bueno, es en sacarle la vuelta a los temas que no me gustan. Terminamos de desayunar y limpiamos todo. Ya eran cerca de las 4 de la tarde. Se pasa rapidísimo la hora cuando hablas con tu prima, y en especial una prima como Mercedes. Me tiré en el sillón a ver la tele. Pero miré el teléfono, necesito hablar con ellos.
Marqué el número de Rugge. Sonó una, sonó otra...
— ¿Hola? —me dijo.
—Ruggero —le dije.
—Jorge, hermano ¿Cómo estás? —preguntó.
—Aguarda un segundo en línea y no cortes —dije y apreté un botón de espera y marqué el número de Xabi.
— ¿Diga? —dijo al atender.
—Xabi—hablé.
—Blanco, amigo que sorpresa ¿Dónde estás? —dijo.
—Espera un segundo —le dije y apreté el botón que había apretado antes — ¿Me escuchan los dos?
— ¿Qué sucede? —preguntó el italiano.
— ¿Rugge? —dijo Xabi.
— ¿Xabi? —dijo Rugge.
—Bueno, escúchenme —les dije mirando fijamente al teléfono.
— ¿Que paso ahora pequeño saltamontes? —me dijo el italiano.
—Necesito contarles mis problemas —sentencié.
— ¿Vas a usarnos de psicólogos? ¿Acaso no puedes contactar a uno de verdad? —dijo Xabi.
—Ustedes me salen gratis —dije sonriente.
—Estas cagado en dinero busca un profesional, estaba a punto de llamar a Lodo—se quejó Rugge. Entrecerré los ojos y miré mal el teléfono, como si él pudiera verme.
—La dominante de tu novia puede esperar, tengo problemas —le dije.
—Bueno ya, ya... él tiene razón Rugge, luego nos quejamos cuando no sabemos qué le pasa —me defendió mi buen amigo Ponce.
—Esta bien, que comience la sesión. ¿Estás sentado y cómodo? Relájate y suelta la lengua de una vez —dijo Ruggero.
—En este último tiempo me he estado mirando al espejo... y no me reconozco. No sé quién es el que se está mirando —comencé a hablar.
—Pero si no estás gordo. Es más estas como más trabajado que nunca —me dijo Xabi.
—No puedo creer que hayas dicho eso... ¿Acaso no te das cuenta que está hablando de su forma de ser, no de su estado físico? —Lo retó Rugge —Continua Jorge...
—Me siento... me siento como cuando tenía 7 años y no sabía que sabor de helado comprar —continué.
—Estás confundido entonces —dijo Xabi.
—No, no es solo eso. Me siento un inepto para tomar decisiones, un manipulador egoísta a la hora de pensar en alguien más —conté.
—Pero es que eres un inepto para tomar decisiones —dijo Ruggero— ¿Piénsalo que decisión importante has tomado en los últimos años?
—Y si eres un manipulador egoísta. Mechi me habló anoche para decirme que te sacara de la cita de Martina—dijo Ponce
— ¿Te metiste en la cita de Martina? —preguntó sin poder creerlo.
—Tal vez, bueno si, si me metí. Y si soy un manipulador egoísta pero antes no me hubiera importado, hasta lo hubiera tomado como halago ¿Por qué ahora si me importa? Y lo de las decisiones, tome una sola a los 9 años y no me arrepiento de haberla tomado así me este llevando el diablo por haberlo hecho —dije muy seguro de aquello.
—Y ahora te puede importar por una sola cosa —habló Xabi.
—Estás enamorado —sentenció Rugge.
—Y me podrían explicar ¿Qué es eso? Por qué no entiendo el concepto. No está en mi, irremediablemente terminaré arruinándolo, lo sé. De hecho creo que todo el mundo lo sabe —dije algo nervioso.
—Pero primero lo primero amigo —dijo Rugge.
— ¿Estas enamorado de Martina? —preguntó Xabi.
—Es que eso no tiene sentido. No puedo estar enamorado de ella, porque simplemente es algo que no quiero sentir y que... no conozco y que...
—Ya deja de querer ponerle patas y pelos... estás enamorado y punto —me interrumpió Ruggero.
—Si, sino no harías todas las cosas que haces —Agregó Ponce.
— ¿Qué hiciste ayer en su cita? —preguntó Pasquarelli.
—Bueno yo... llegué y me senté con ellos a cenar. Toque a Martina por debajo de la mesa... aunque vale decir que ella comenzó —me defendí.
— ¿La tocaste? eres un cerdo —me acusó Ponce.
—Ella comenzó —me quejé.  


Peligrosa Obsesión - Jortini (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora