Capítulo 3: Un número más.

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-Bienvenida a la Zona, Valerie.


Yo sólo le clavé la mirada, preguntándome silenciosamente cómo sabía mi nombre.


-Sé que hasta ahora no has tenido una buena experiencia con nosotros, pero necesitamos que sepas que sólo queremos ayudarte - continuó el, mirándome expectante.


Lo observé durante un rato. Finalmente decidí hablar, y humedeciendo mis secos labios dije:


-Sí son tan generosos como dicen, ¿por qué estaban matando a golpes a un inocente perro? - mi voz sonó satisfactoriamente más dura de lo que esperaba. Recordaba los visores negros, sabía que aquellos hombres que maté y el que me dejó inconsciente y trajo aquí eran los mismos.


Soltó una risa seca, que sonó forzada.



-No lo hicimos -repuso pacientemente, sin borrar esa molesta sonrisa falsa - mis Cazadores sólo mataron a un Demonio; y tú los mataste a ellos.


-¿Esperas que me crea eso? - respondí al instante. Pero luego fruncí el ceño, ¿Realmente había sido un perro? Mis recuerdos eran sólo imágenes difusas, pero esa noche había estado segura de que era un can, y de que se había alegrado dulcemente de que estuviera allí.


-Este es uno de los problemas con los que queremos ayudarte. A controlarte. Física y mentalmente.


Lo miré fijamente, y él prosiguió.


-Verás... tuvimos tiempo para estudiar a tu especie, los Canavar (una subespecie de hombres lobo). Cuando se enojan, pierden el control. Tu mente crea ideas e imágenes que en realidad son inexistentes, para que la ira te controle, y adquieras la forma de un híbrido entre lobo y humano, lleno de pura furia y ansias de matar. Lo que crees cuando estás a punto de transformarte, y cuando estás transformada, es falso. Cuando la ira se calma, sea cual sea la razón, y vuelves a tu forma humana, tu mente no busca la verdad, pero según estudios creemos que puedes llegar a volver a darte cuenta de la realidad, aunque no sin cierto esfuerzo. De lo contrario, sólo quedan imágenes borrosas...-hizo una corta pausa- Queremos ayudarte, volverte una criatura civilizada que pueda vivir en la sociedad, y que ese bloqueo de tu mente no te controle. ¿Qué dices?


Me tomé mi tiempo para procesar lo que decía. No tenía razones para confiar en él pero... todo parecía encajar. Poseía recuerdos borrosos, recuerdos que podrían ser inexistentes... había sentido odio hacia ese hombre de la bata blanca unos momentos atrás, cuando probablemente ni siquiera lo conocía.


-No quiero que me ayuden-dije al fin, con firmeza- quiero que me saquen de este lugar y que me dejen en paz.


El pareció decepcionado, pero a la vez que se esperaba una respuesta así.


-Me temo que eso no es posible, no podemos dejarte suelta y en descontrol, eres un peligro para las personas, ya viste lo que pasó con mis hombres la otra noche, que sólo estaban haciendo su trabajo.


Le dirigí una mirada de odio.


-¿Entonces qué van a hacerme?


El sonrió de nuevo, una sonrisa que no llegó a sus ojos oscuros.


-Por lo pronto, vamos a prepararte. Primero necesitas nueva ropa.


Eché un vistazo a mis ropas. Era verdad que necesitaba nuevas, pero no quería nada que ellos me dieran, salvo la libertad.


-¿Y si me resisto a ponérmelas?


El hombre suspiró.


-Si no lo haces no lo haces y ya. No vamos a obligarte, pero podrías tener frío en este lugar, además de pudor de que todos te vieran... bueno, así -me señaló con un gesto de la mano.

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