Capítulo 6: La Cuadra

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Atravesamos el extenso pasillo, pasando a varias extrañas criaturas de largo, y unas puertas después estábamos en el Patio. El día era brillante y despejado.


Había monstruos esparcidos por todo el terreno, pero en una esquina se encontraba un grupo especialmente numeroso reunido, parecían bastante agitados, todos miraban hacia el centro del círculo que formaban y lanzaban gritos cada tanto. Me sorprendí ligeramente de que estuviéramos yendo directamente en esa dirección.


-¿Qué están haciendo ahí?


Nate rodó los ojos.


-Jugar a las cartas. -me contestó sarcásticamente- ¡Pelear! ¿Qué más? -agregó con una sonrisa.


Yo entrecerré los ojos.


-¿Se supone que asuma que todos los grupos de gente que se reúne lo hace para confrontarse entre sí?


-Bueno, sí... -se encogió de hombros- así son las cosas en este lugar.


A medida que llegábamos se explayó más.


-Solemos llamarlo la cuadra: como no hay mucho que hacer en todo el día organizamos peleas como entretenimiento.


-¿Y piensas pelear ahora?


Él esbozó una sonrisa de lado.


-Claro, nunca me quedo sólo a mirar.


Una vez que llegamos varias cabezas se giraron hacia nosotros, y muchos sonrieron con ilusión de futura diversión al ver a Nate, probablemente aventurando que se venía una buena pelea.


Los monstruos eran muy diferentes entre sí, y algunos eran hasta repugnantes. Terminé al lado de uno que parecía una babosa gigante, con motas amarillas sobre la piel verdosa, y tenía tres ojos que parpadeaban constantemente.


Sin decir nada, mi compañero de celda me guiñó un ojo y se metió entre la gente hasta llegar al centro del círculo, de donde un monstruo recientemente derrotado se alejaba. Fue en ese momento, mientras miraba desafiante a los demás, que noté lo atractivo que era.


-Bueno, ¿a quién voy a golpear primero? -incitó, dirigiéndose a la multitud en general.


Nadie dijo nada, pero todos lo miraban. Me pregunté si era porque no se atrevían a luchar contra él o porque no valía la pena luchar contra él. Supongo que pronto lo averiguaría.


-¿Qué tal tú, mutante? -dijo mirando a un ser tan alto que resaltaba entre el resto. Era robusto y macizo; y su torso y cuello eran tan anchos, y sus manos y pies tan grandes, que fácilmente hubiera podido agarrar a alguien enteramente con su puño y levantarlo por los aires. Cicatrices se dejaban ver en todo su cuerpo y rostro, deformando la comisura de sus labios. Tenía puesto únicamente un pantalón raído y un collar en cadena. Soltó un gruñido sonoro, con una mirada irritada.


-Voy a sacarte hasta la última tripa, muchachito -prometió con una voz gutural, entrando en el círculo.


-Inténtalo -replicó Nate con una sonrisa divertida, sonaba muy seguro de sí mismo.


El gigante sin más se abalanzó hacia él, ligeramente inclinado, listo para tumbarlo con una fuerza que parecía capaz de destruir el mismo muro.


Él no hizo ningún ademán de moverse, ni borró la mueca en su rostro.


Se escucharon murmullos entre la multitud, y a mí se me hizo un nudo en el estómago: ¡¿Por qué no se movía?!


Finalmente, cuando el monstruo estaba a dos pasos suyo, Nate miró hacia un costado, fijando la vista en algo lejano. Un tronco de árbol caído empezó a crujir y salió disparado hacia el gigante a gran velocidad, literalmente volando en el aire. Lo golpeó con fuerza y lo derribó, tirándolo hasta que se chocó contra las piernas de quienes presenciaban la pelea.

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