La lluvia caía ligeramente a esa hora del día y algunas nubes comenzaban extenderse con tal rapidez por el firmamento. Los alrededores de una escuela universitaria ubicada cerca de un estacionamiento y un estadio de futbol americano se inundaban rápidamente, mientras los arbustos y las plantas se empapaban satisfechas.
El emplazamiento era un sitio abierto donde cualquiera podía merodear sin ningún problema, salvo por las noches que estaba desierto.
Como ese día no paraba de lloviznar y todos los estudiantes apresuraban el paso para subir a sus vehículos o medios de transporte, debían procurar no pescar un resfriado ya que era invierno.
Entre jóvenes enamorados y encolerizados debido a recientes exámenes, uno de todos ellos destacaba del resto por ser muy especial.
Jorge, un chico de veintiocho años de edad, tez clara y ojos marrones, de cabellos negros y alaciados, cuya complexión era delgada, esperaba ansioso, como todas las tardes en la acera, cualquier transporte que le llevara a su casa. Como pasaba del mediodía y había un tráfico insoportable a esa ahora la espera demoraría demasiado a pesar de que tuviera otras opciones para trasladarse.
Necesitaba llegar a su casa; le esperaban impacientemente para comer.
––¡Jorge! ––gritó un joven rubio y atractivo al otro lado de la avenida, ansioso de poder acercarse para iniciar con una charla casual.
Por el movimiento vehicular era imposible que Jorge y el otro chico pudieran acercarse a menos de que el semáforo se tornara a rojo.
––¡Espera! ––le llamó el joven a Jorge una vez más cuando aquellos automóviles se detuvieron frente a la luz roja que yacía destellando.
Jorge siguió sobre sus pasos ignorando al chico, pues no quería tratarlo sabiendo que era una persona en la que no se podía ni confiar.
––¡Espera! ––exclamó una vez más––. ¡Oye! ––respiró hondo cuando llegó a Jorge––. Comprendo que estés molesto, pero necesito...
Jorge se detuvo y se dio vuelta para no mostrarse para nada irrespetuoso. A pesar de que le molestaban ciertas cosas de su compañero, era maduro, mostraba modales y solía ser demasiado amable.
––¿Qué quieres, Sebastián? ––preguntó Jorge con voz molesta, evitando ser gentil como siempre acostumbraba, porque estaba enojado.
Sebastián, quien era un joven rubio, delgado y de cuerpo tonificado, se le acercó con suficiente confianza y le acarició el hombro.
Jorge se hizo a un lado con el ceño fruncido y meció enojado la cabeza.
––Entiendo que lo que hice anoche estuvo muy mal, Jorge. Lo entiendo
––¿Crees que Marcos pasará por alto lo que hiciste? ––gruñó con demasiado coraje––. ¡Marcos está encabronado contigo como no tienes una idea! ––exclamó esta vez pero no tanto para no ser escandaloso.
Sebastián asintió y, con una expresión egoísta, como si este quisiera afirmar algo que no era sensato, comentó entonces lo siguiente:
––En serio, no seas tan exagerado con lo que pasó. No es para tanto.
––¿Exagerado? ––Jorge espetó––. Si me mandaste un mensaje diciendo tontería y media sobre nosotros, cosa que tú y yo no tenemos. Además, ni siquiera me interesas. Marcos está muy enfadado; en verdad, Sebastián. Así que mejor deberías de preocuparte por otros asuntos en vez de meterte con nosotros. Estamos muy felices como para que alguien como tú nos esté fastidiando.
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Entre sábanas blancas ©
Ficção AdolescenteTres historias diferentes en donde cada uno deberá averiguar lo que es la felicidad. No todo es lo que parece y sabrán que es así en esta historia. Algunos jóvenes gay tienen la vida que muchos envidian, otros simplemente la desperdician explorando...