2.- DI LO QUE SIENTAS, PERO DILO

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Jorge, impaciente, se encontraba esperando a Marcos en un estacionamiento comercial. Hacía unas horas que las clases terminaron y quedó de verse allí con Marcos, pues realizarían compras e irían a comer con su madre, quien seguro esperaba adentro.

Y como Marcos estaba molesto desde esa mañana por no despertarse a tiempo debido a que la alarma no sonó como lo esperaba, las cosas se complicaron. Marcos nunca llegaba tarde a trabajar, motivo que podría perjudicarle en cuanto al horario se trataba.

Jorge bajó la mirada y luego se sentó sobre la acera, miró las nubes; estas cubrían todo, pero no había señales de que fuera a llover.

––Creo que no despertarlo y atenderlo como era debido puede afectar a futuro lo de nuestro casamiento. Los esposos se deben apoyar ––susurró frunciendo el ceño, mirando el suelo con tal aprensión.

Al poco tiempo el automóvil de Marcos se detuvo en el estacionamiento. Marcos bajó apresuradamente del auto y notó a metros que Jorge se encontraba cabizbajo, que algo le estaba preocupando.

Jorge se puso de pie y observó a Marcos aproximarse con una sonrisa.

––Perdón por la demora, cariño. Tuve que cubrir el tiempo que demoré en llegar a la oficina ––le habló Marcos acercándose y besándole la frente. Aun así no dejó de notar que Jorge yacía deprimido, pensativo por la misma razón de siempre: casarse y juntarse.

––Perdóname tú a mí por no atenderte esta mañana como era debido, pero estaba... ––pero Jorge silencio; decirle que estaba cansado no era lo apropiado sabiendo que sólo estudiaba y no trabajaba.

Marcos le besó la frente esta vez; ignoró la mirada de los transeúntes.

––Estabas cansado. Fue una noche larga... ––arqueó la cejas recordando todo. Así que Marcos no podía ponerle un pero––. ¿Llegaría tu madre ya? Creí que estabas con ella allá adentro, esperando.

––Está dentro del edificio esperando en esa tienda de tenis y zapatos.

––Pues creo que hoy llevará más de cuatro pares ––dijo Marcos sonriendo––. Ella afirmó que se llevaría a casa más de un par de zapatos.

Jorge no sonrió con Marcos, porque seguía triste por el tonto descuido.

––Te pido una disculpa de nuevo. No me levanté a preparar el desayuno, no te desperté como requería hacerlo y por eso llegaste tarde.

Marcos meció la cabeza sin ponerle importancia a esa absurda conversación ya que lo que debían hacer era pasar el rato en felicidad.

––Mejor entremos y disfrutemos de esta tarde. Tu madre nos espera ––dijo Marcos, avanzando junto con Jorge hasta la puerta eléctrica.

––¡Por acá! ––llamó en voz alta una mujer no muy alta, de tez clara y de vestimenta elegante, una que le hacía ver demasiado hermosa.

Marcos sonrió y avanzó hacia donde estaba mujer que tenía alrededor de cuarenta y cinco años de edad, aunque, por su apariencia, se veía muy joven. A simple vista ella delataba tanta gracia.

––¿Por qué tardaste tanto? ––preguntó la mujer a Marcos, cruzándose de brazos. No estaba molesta, pues solo estaba bromeando.

––Hubo mucho trabajo, Marlene. Les pido una disculpa de antemano a ambos. Se me hizo tarde y cubrí el tiempo que no trabajé.

La mujer asintió esbozando una cálida sonrisa, aunque notó enseguida cómo su hijo: Jorge, miraba a Marcos con algo de culpabilidad.

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora