17.- AFÉRRATE A LO QUE QUIERES

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Mauricio se hallaba recostado en la cama, pensativo, porque las palabras que le dijo a Damián sobre dejar a su familia eran de verdad. Estaba dispuesto a iniciar una vida con él, pero yacía consciente de que no sucedería puesto que Damián no sentía exactamente los mismo que este. Estaba frustrado, por haberse encamado con Melanie, por haber tenido un hijo cuando era homosexual de clóset. Pero también permanecía pensando en su cuñado Patricio quien se había dado cuenta del cariño que estos tuvieron delante de sus ojos, algo que podría saber Melanie con rapidez.

––¡Mauricio! ––Melanie alzó la voz con tono molesto, hizo a Mauricio palidecer porque estaba seguro que Patricio había dicho todo––. ¿No vas a ayudarme a alistar las cosas? No tenemos tanto tiempo.

Mauricio se levantó enseguida de la cama y soltando un largo suspiro, porque Patricio, a pesar de ser muy chismoso, no dijo a Melanie nada, aunque fuera su hermana. Aun así Mauricio se extrañó.

––¿Alistar las cosas?

Melanie se cruzó de brazos, molesta, evitando gritar para no despertar al pequeño Emiliano que se encontraba en la recámara siguiente.

––¿En serio no lo recuerdas? ––gruñó meciendo la cabeza con enojo.

Mauricio meció la cabeza al no comprender eso acerca de alistarse.

––No ––respondió.

––Demonios.

Melanie se apresuró a guardar varias cosas en unas maletas enormes.

––¡Por Dios! ¡Patricio nos ha invitado a su cena de cumpleaños desde hace días con anticipación y resulta que lo olvidaste como siempre! ¡Será en el rancho de mis padres y debemos tomar un autobús que nos lleve de inmediato o no llegaremos con tiempo, Mauricio!

––Pero yo no quiero ir ––dijo con honestidad, porque no quería estar lejos de la ciudad, de Damián a quien necesitaba ver con frecuencia.

––Pues no haré una excepción. Todos estarán allí y debemos ir aunque no quieras. No seré la única de la familia que no llevará marido.

Mauricio, habiendo acatado la petición de su mujer con tanta frustración, llenó las maletas que le correspondían y luego cargó todas.

––Yo llevaré a Emiliano, sabes que llora mucho si no se está conmigo ––dijo Melanie dirigiéndose tranquilamente hacia una camita.

––El taxi ya está afuera ––comentó Mauricio con desespero, molesto.

––Pues entonces sal y cerremos bien la casa que debemos ya largarnos.

En cuanto salieron de la casa y cerraron la puerta subieron a un taxi cuyo chofer parecía amargado. Al poco tiempo el vehículo fue avanzando.

––Nos van a recibir con una cara de alegría cuando lleguemos, sobre todo Emiliano conocerá el rancho de mi padre por primera ocasión ––miró que pequeño Emiliano sonreía contento entre sus brazos.

Mauricio, mirando con una expresión hipócrita a su mujer, acentuó una sonrisa con falsedad. Supo que sería difícil evitar a Patricio después de lo sucedido. Y peor aún, estaba enfurecido porque no vería a Damián mientras estuviera lejos de la ciudad. Probablemente no habría señales telefónicas y no podría enviarle mensajes.

El automóvil comenzó a alejarse de todos los edificios y las viviendas para tomar rumbo sobre una larga y amplia carretera rodeada de montañas que guiaba a la central de autobuses más prestigiada.

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora