8.- NO MEZCLES LECHE CON LÁGRIMAS FALSAS

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Sebastián estaba subiéndose los calzoncillos a esa hora de la madrugada. Detrás de él se encontraba un chico de al menos unos veintidós años, desnudo y recostado sobre la cama. Ambos se miraron a los ojos esperando decir algo; no obstante solo hubo silencio.

El otro chico, quien realmente era un tipo guapo y de cuerpo robusto rió al ver que Sebastián solo se enfocó en cambiarse de prenda.

––No volverá a pasar nada entre nosotros. No eres lo que yo pensaba ––dijo Sebastián de manera arrogante, con el cuerpo sudado––. Tienes un pene tan pequeño, que ni siquiera entró lo suficiente en mi ano. No sentí nada de nada mientras me estabas penetrando.

El joven sonrió nuevamente, aunque esta vez con sarcástico, burlón.

––Siempre se lo he dicho a todos los que tienen sexo conmigo, chaval, y te lo diré ahora a ti ––comentó serio más no molesto, porque quería dejar algo en claro––. El tamaño del pene no es importante si se usa correctamente. Además, eso viene sobrando cuando...

––Créeme que el tuyo no dio a más. Estás guapo, demasiado hermoso ––interrumpió Sebastián––. Sinceramente si no fuera tan puto me habría quedado contigo para siempre, como tu novio. Disfrutaríamos el atardecer, iríamos al cine y haríamos aquellas tonterías que hacen los novios ––mencionó con asco mientras abrochaba su chaquetilla––, pero desafortunadamente posees un pequeño pene, que dudo que consigas a alguien de verdad. Pero descuida, que así estás bien. Con solo tener encuentros sexuales basta. Al final del día, correrte dentro de alguien, te dará gran felicidad.

El joven se levantó bruscamente, meciendo un pene flácido de doce centímetros de largo. No se sintió ni ofendido al escucharle decir eso a Sebastián, simplemente recalcó las palabras que le afirmaba:

––Espero que dentro de un año vengas a buscarme... ––dijo burlándose frívolamente y expresando unos ojos sombríos ante la penumbra de la habitación del hotel. Eso a Sebastián le provocó pavor.

Sin embargo, Sebastián se rió de esas palabras y le comentó lo siguiente:

––Te aseguro que eso no pasará. Coger con un chico guapo de minúsculo pene, no me gusta mucho como para que vuelva a repetirse ––se mostró firme, pero pensativo por cómo yacía el muchacho.

El joven comenzó a reírse de una manera extraña, por lo que Sebastián, abriendo la puerta y deteniéndose ya afuera de la habitación, oyó risitas burlonas y silbidos que ya empezaban a molestarle.

––¡Ya cállate! ––exclamó Sebastián frunciendo el ceño con celeridad––. No sé cómo di contigo. Me arrepiento de habernos enredado.

––Por Facebook; fue así como nos conocimos. Me mandaste fotografías calientes, a mí, siendo un desconocido que apenas preguntaste su nombre, su edad y su domicilio. Intercambiamos gemidos también todas esas noches con mensajes de audio en WhatsApp y acordamos vernos hoy mismo en este hotel ––le explicó––. Puedo asegurarte que volverás a buscarme. Ya verás cuando regreses a preguntarme qué es lo que hice ––concluyó suavemente, causando en Sebastián algo de intriga debido al comentario––. Todos regresan después de que tienen sexo a pelo conmigo.

––¡Eres un hijo de perra! ––Sebastián le gritó, no sin antes arrojarle una botella de vino que yacía sobre uno de los burós cercanos––. ¡Ya cállate! ¡Jamás te buscaría aunque pasara una semana!

––Claro que vendrás ––agregó––: arrepentido y con muchas preguntas.

Los ojos del joven hicieron temer a Sebastián, y sin prestarle demasiada atención, vio cómo se largó a toda prisa de donde permanecía.

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora