4.- NO TE CONFUNDAS, ACEPTA LO QUE ERES

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Mauricio, quien era un muchacho de veintiséis años de edad, de cabellos negros y alaciados; alto, de complexión fornida y piel pálida, se hallaba sentado en una banca que yacía situada en el parque más cercano de su casa. Observaba el cielo con los ojos tristes, ahogando un sentimiento que cargaba durante muchísimos años.

Su alma le estaba pidiendo a gritos que dejara salir aquella preocupación que consumía cada uno de sus sentimientos; quería convertir su tristeza en felicidad, en algo que le dejara mucha quietud.

Pero Mauricio tenía dudas con respecto a su sexualidad; le gustaban las chicas y sentía atracción física y emocional por los muchachos.

Y como los padres de Mauricio comenzaron a tener sospechas tratándose de su sexualidad, decidió tener una novia para evitar sospechas.

Mauricio, a pesar de aquellos sentimientos, los que eran más intensos por un hombre que por una mujer, decidió continuar y mentir. Tener una relación con su novia era lo más correcto y apropiado.

Una mujer podría darle hijos, una vida y un hogar en donde pudieran ser felices. Pero escoger a un muchacho le provocaría demasiados problemas, principalmente porque su padre era un individuo cristiano, déspota y prepotente con una ideología tan equivocada.

Para sus padres ser homosexual es una aberración, algo que ninguna persona debía aceptar ante los ojos de Dios; porque tratándose de una "anomalía", un pecado grande, nadie debía permitirlo, ni en el cielo o en la tierra. Era algo mal visto por la gente.

Las sospechas supuestamente vistas por su padre comenzaron porque Mauricio ayudaba en la casa; como él realizaba algunas actividades hogareñas, cosa que era solo de mujeres, le traía problemas.

Así que Mauricio debía continuar guardando esos sentimientos antinaturales, enfocarse solo en las mujeres y en especial en su hermosa novia. Porque de tomar el otro camino sólo le traería perdición, dolor y mucho sufrimiento pues en todas partes lo rechazarían.

A veces Mauricio pensaba en Dios, si debía elegir solo a un hombre por capricho para satisfacer sus necesidades y después continuar con su vida normal, junto a su novia como cualquier persona.

Con los ojos vidriosos, viendo a las aves volar en parvadas, contempló cómo las nubes se acercaban; llovería en cualquier momento y debía regresar a casa. No obstante, Mauricio no se atrevía a volver porque quería estar sentado para pensar en su problema. Regresar a casa sería estar de nuevo en un edificio cubierto por tristezas, ocultando sus sentimientos y profundos secretos.

El otro problema que le preocupaba era que no tenía trabajo alguno, pues no quería estar mucho tiempo en uno sabiendo que podían darse cuenta de su secreto, y no porque aparentara su homosexualidad, al contrario, porque se veía demasiado varonil, discreto, tan heterosexual. Sino porque podría enamorarse de un muchacho y mandarle señales indiscretamente, y eso traería una consecuencias.

Tras el sonido húmedo de un balón de soccer que rodó rápidamente hasta sus pies, Mauricio volvió a la realidad a gran velocidad, con los ojos empapados de lágrimas debido a aquella preocupación.

––Lo siento si te golpeé ––le dijo un joven de cabello negro azabache––. Estaba intentando patear el balón pero no sé jugar realmente a este deporte ––se agachó para tomar el balón que permanecía a los pies de Mauricio; notó que se enjugaba las lágrimas.

El chico, que llevaba puesto un pantalón y una playera roja, sudaba y provocaba a Mauricio una mirada que delataba tanto interés.

Mauricio no respondió, solo ladeó la cara para que este no le descubriera aquellas lágrimas que se secaba, además de la vista indiscreta.

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora