9.- QUIEN NO SE ACEPTA JAMÁS SERÁ FELIZ

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Las semanas de ese frío otoño transcurrieron muy rápidamente. Estaba acercándose el invierno y las personas de la ciudad se mantenían protegidas debido a los cambios drásticos que se presenciaban.

No obstante Mauricio que se hallaba sentado sobre una de las bancas del parque, mirando al horizonte; permanecía tan ido y pensativo como todas las tardes; se hallaba intrigado por esa experiencia sexual que tuvo con Damián semanas atrás. Eso le atormentaba porque le había gustado, pero también preocupado debido a que haber hecho eso era un pecado que Dios no le perdonaría.

Como Mauricio tenía novia era obvio que había realizado un terrible acto de infidelidad, peor aún, con un hombre que era homosexual.

––Maldita vida la mía ––dijo gruñendo––. Si hubiera nacido como... como alguien normal ––se reprimió cada segundo que pasaba.

Tras frustración y enojo Mauricio apretó la mano y luego el pantalón.

––Si no hubiera tenido sexo con Damián no estarían pensando cosas inapropiadas ––susurró con gran esfuerzo––. Yo... no soy gay...

Las hojas de los árboles cayeron suavemente sobre él y, sin prestarle atención, sintió por una fracción de segundos cómo el viento meció sus cabellos mientras se aferraba a guardarse esos sentimientos.

Mauricio se puso de pie y avanzó en dirección a la casa de Fernando, lugar donde estaba viviendo recientemente luego del problema que hubo en su casa, sobre haberse descubierto como homosexual.

Al cabo de varios minutos, luego de abrir la puerta de la casa encontró a Fernando preparando la cena; olía genial: arroz con zanahoria y carne de cerdo bañada en salsa y tomate rojo para acompañarlo.

––Te ves preocupado, Mauricio ––le dijo Fernando, batiendo la sopa.

Mauricio asintió con gesto molesto, porque era verdad su preocupación.

––Deberías bañarte antes de cenar ––dijo ignorando el tema anterior con respecto a su estado de ánimo, porque evitaba ser imprudente.

Mauricio volteó a todas partes buscando a Damián, y solo preguntó:

––¿Tu hermano salió? ––esperó una respuesta inmediata y honesta,

Fernando se ajustó el mandil y apagó la estufa cuando aquella cena hirvió, señal de que estaba lista, así que suspiró tras haber cocinado.

––Fue a rentar unas películas. Yo le insistí en que deberías distraerte.

Mauricio no dijo ni una palabra, siguió escuchando hablar a Fernando.

––Sé que no te gusta ir al cinema ya que no te agradan sitios repletos de gente ––dijo riendo––. Así que decidimos ver pelis juntos.

––Sí, está bien ––dijo Mauricio avanzando hacia el baño, pensativo.

Fernando volvió a lo suyo. Comenzó a calentar tortillas en un comal.

––Anda. Damián no debe tardar. Comenzaré a servir la cena enseguida.

––Claro ––dijo apenado––, tomaré una ducha. No tardo en refrescarme.

Luego de varios minutos, cuando Mauricio salió de la ducha, observó que Damián entró a la casa cargado bolsas llenas de despensa.

––Veo que no tardaste ––comentó Fernando, al verlo bajar las bolsas.

Entre sábanas blancas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora